Visitación de la Virgen María

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,39-56):
Martes, 31 de mayo, festividad de la Visitación.
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. 
Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: 
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.» 
María dijo: 
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.» 

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Palabra del Señor

Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador

Comentario del Evangelio por Santa Catalina de Siena (1347-1380), terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa. 

     [Dios ha dicho a santa Catalina:] ¿Sabes lo que yo hago cuando mis servidores quieren seguir la doctrina del dulce Verbo de amor? Les podo para que produzcan mucho fruto y para que sus frutos sean dulces y ya no sean más salvajes. El labrador poda los sarmientos de la vid para que produzcan un vino mejor; ¿no es eso mismo lo que hago yo, el verdadero labrador (Jn 15,1)? A mis servidores, los que están conmigo, les podo a través de muchas tribulaciones para que produzcan frutos más abundantes y mejores, y para probar su virtud; pero a los que se quedan estériles los corto y los echo al fuego (Jn 15,6).

    Los auténticos trabajadores trabajan bien su alma; arrancan de ella todo lo que es amor propio y remueven la tierra de su amor por mí. Así vuelven fértil y hacen crecer la semilla de la gracia que han recibido en el santo bautismo. Cultivando su viña, cultivan al mismo tiempo la de su prójimo; no pueden cultivar un sin cultivar la otra. Acuérdate que todo mal y todo bien se hacen siempre a través y por el prójimo. Por eso vosotros sois mis viñadores, salidos de mí, el eterno viñador. Soy yo quien os ha unido e injertado a esta vid gracias a la unión que he establecido con vosotros... Todos juntos sois una sola vid universal...; estáis unidos a la vid del cuerpo místico de la santa Iglesia de la que sacáis la vida. En esta vid está plantada la cepa de mi Hijo único sobre el que habéis sido injertados para tener vida para siempre.
Lunes de la novena semana del tiempo ordinario. 

Fe y miedo

@Ron Rolheiser, OMI

Un soldado corriente no tiene miedo a la muerte, y en cambio Jesús sí que tuvo. Iris Murdoch escribió esto, y esa verdad puede ser algún tanto desconcertante. ¿Por qué? Si alguien muere con profunda fe, ¿no debería morir en cierta calma y tener la confianza de obtener el premio de esa fe? ¿No parecería lo contrario más lógico, esto es, si alguien muere sin fe, no debería morir con más miedo? Y quizás lo más desconcertante de todo: ¿Por qué Jesús, paradigma de fe,  murió con miedo, gritando de dolor, lo que puede parecer como pérdida de fe?
El problema radica en nuestra comprensión. A veces nosotros podemos ser muy ingenuos en cuestión de fe y sus dinámicas, pensando que la fe en Dios es un billete para la paz y el gozo terrenos. Pero la fe no es un camino a la fácil tranquilidad ni nos asegura que acabaremos esta vida en calma, y eso puede ser a veces bastante inquietante y confuso. He aquí un ejemplo:
El renombrado escritor espiritual Henri Nouwen, en un libro titulado In memoriam, nos cuenta esta historia acerca de la muerte de su madre: Nouwen, natural de los Países Bajos, estaba enseñando en USA cuando recibió la llamada de que su madre estaba muriendo de vuelta al hogar en los Países Bajos. En su vuelo a casa, de New York a Amsterdam, Henri reflexionó  sobre la fe y virtud de su madre, y concluyó que ella era la mujer más cristiana que había conocido nunca. Con eso como pensamiento  maravillosamente consolador, él se imaginó cómo moriría ella, cómo sus últimas horas estarían llenas de fe y calma, y cómo esa fe y calma serían para su familia su testimonio final y lleno de fe.
Pero ese no es el modo como acabó su vida. Lejos de estar calmada y confiada, su madre, en las horas finales que la condujeron a su muerte, estuvo aparentemente en lucha de inexplicable oscuridad, de profunda inquietud interior y de algo que parecía como la antítesis de la fe. Para Nouwen esto fue muy desconcertante. ¿Por qué? ¿Por qué estaría su madre sufriendo esta inquietud cuando ella había sido durante toda su vida una   mujer de fe tan recia?
Inicialmente, esto le turbó profundamente, hasta que una comprensión más profunda de la fe le abrió camino: Su madre había sido una mujer que, cada día de su vida adulta, había rezado a Jesús, pidiéndole que le permitiera vivir como él vivió y morir como él murió. Aparentemente, su oración fue oída. Ella murió como Jesús, el cual, aun teniendo una fe sólida como roca, sudó sangre mientras contemplaba su propia muerte y luego clamó desde la cruz, angustiado con el sentimiento de que Dios le había abandonado. En resumen, su oración había sido respondida. Ella había pedido a Jesús que le permitiera morir como él, y, dada su disposición a ello, su oración fue concedida, para confusión de su familia y amigos, que habían esperado una escena muy diferente. Eso es válido también para el modo como se dio la muerte de Jesús y la reacción de su familia y discípulos. Esta no es la manera como uno se imagina naturalmente la muerte de una persona llena de fe.
Pero una comprensión más profunda de la fe invierte esa lógica: Mirando la muerte de la madre de Henri Nouwen, la pregunta no es ¿cómo le pudo  pasar esto? La pregunta es más bien: ¿Por qué no le iba a pasar esto? Es lo que ella pidió, y, siendo una atleta espiritual quien pidió a Dios que le enviara la última prueba, ¿por qué Dios no le iba a hacer ese favor?
Hay un cierto paralelo con esto en las aparentes dudas sufridas por la Madre Teresa. Cuando sus diarios fueron publicados y revelaron su noche oscura del alma, mucha gente quedó impactada y preguntó: ¿Cómo pudo pasarle esto? Una comprensión más profunda de la fe debería preguntar en vez, según creo yo: ¿Por qué no iba a pasarle esto, dada su fe y su disposición a entrar en la total experiencia de Jesús?
Pero, esto todavía tiene una ulterior complicación: A veces, para la persona de profunda fe eso no sucede de esta manera, y en cambio muere calmada y sin miedo, mantenida a flote por la fe como un buque de salvamento en aguas tormentosas. ¿Por qué sucede esto a algunos y no a otros? No tenemos respuesta. La fe no nos pone a todos nosotros la misma correa transportadora donde un solo dinámico ajusta todo. A veces, gente con profunda fe muere, como Jesús, en oscuridad y miedo; y a veces, gente con profunda fe muere en calma y paz.
Elizabeth Kubler-Ross refiere que cada uno de nosotros atraviesa cinco claras etapas mientras muere, a saber, denegación, ira, convenio, depresión aceptación. Kathleen Dowling Singh sugiere que lo que Kubler-Ross  define como aceptación necesita un matiz nuevo. Según Singh, la parte más resistente de esaaceptación es rendición total, y antes de esa rendición, algunas personas, aunque no todas, arrostrarán una profunda oscuridad interior que, superficialmente, puede parecer desesperación. Sólo después de eso, experimentan gozo y éxtasis.
Todos nosotros necesitamos aprender la lección que Nouwen aprendió junto al lecho de muerte de su madre: La fe, como el amor, admite varias modalidades y puede no ser juzgada simplistamente desde el exterior.   
Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

HOMILÍA DEL PAPA EN LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS DOMINI: NUESTRA FUERZA ESTÁ EN LA EUCARISTÍA

Foto de News.va Español.
Queridos amigos, hoy, Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, el Papa Francisco presidió la Celebración Eucarística en la Basílica de San Juan de Letrán.
“Hagan esto en memoria mía”: el mandato de Cristo a los discípulos fue el tema de la homilía del Santo Padre, que les ofrecemos a continuación:
"«Haced esto en memoria mía» (1Co 11,24.25).
El apóstol Pablo, escribiendo a la comunidad de Corinto, refiere por dos veces este mandato de Cristo en el relato de la institución de la Eucaristía. Es el testimonio más antiguo de las palabras de Cristo en la Última Cena.
«Haced esto». Es decir, tomad el pan, dad gracias y partidlo; tomad el cáliz, dad gracias y distribuidlo. Jesús manda repetir el gesto con el que instituyó el memorial de su Pascua, por el que nos dio su Cuerpo y su Sangre.
Y este gesto ha llegado hasta nosotros: es el «hacer» la Eucaristía, que tiene siempre a Jesús como protagonista, pero que se realiza a través de nuestras pobres manos ungidas de Espíritu Santo.
«Haced esto». Ya en otras ocasiones, Jesús había pedido a sus discípulos que «hicieran» lo que él tenía claro en su espíritu, en obediencia a la voluntad del Padre. Lo acabamos de escuchar en el Evangelio. Ante una multitud cansada y hambrienta, Jesús dice a sus discípulos: «Dadles vosotros de comer» (Lc 9,13).
En realidad, Jesús es el que bendice y parte los panes, con el fin de satisfacer a todas esas personas, pero los cinco panes y los dos peces fueron aportados por los discípulos, y Jesús quería precisamente esto: que, en lugar de despedir a la multitud, ofrecieran lo poco que tenían.
Hay además otro gesto: los trozos de pan, partidos por las manos sagradas y venerables del Señor, pasan a las pobres manos de los discípulos para que los distribuyan a la gente. También esto es «hacer» con Jesús, es «dar de comer» con él.
Es evidente que este milagro no va destinado sólo a saciar el hambre de un día, sino que es un signo de lo que Cristo está dispuesto a hacer para la salvación de toda la humanidad ofreciendo su carne y su sangre (cf. Jn 6,48-58).
Y, sin embargo, hay que pasar siempre a través de esos dos pequeños gestos: ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir de manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos.
Partir: esta es la otra palabra que explica el significado del «haced esto en memoria mía». Jesús se ha dejado «partir», se parte por nosotros. Y pide que nos demos, que nos dejemos partir por los demás. Precisamente este «partir el pan» se ha convertido en el icono, en el signo de identidad de Cristo y de los cristianos.
Recordemos Emaús: lo reconocieron «al partir el pan» (Lc 24,35). Recordemos la primera comunidad de Jerusalén: «Perseveraban [...] en la fracción del pan» (Hch 2,42). Se trata de la Eucaristía, que desde el comienzo ha sido el centro y la forma de la vida de la Iglesia.
Pero recordemos también a todos los santos y santas –famosos o anónimos–, que se han dejado «partir» a sí mismos, sus propias vidas, para «alimentar a los hermanos». Cuántas madres, cuántos papás, junto con el pan de cada día, cortado en la mesa de casa, se parten el pecho para criar a sus hijos, y criarlos bien.
Cuántos cristianos, en cuanto ciudadanos responsables, se han desvivido para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres, marginados y discriminados.
¿Dónde encuentran la fuerza para hacer todo esto? Precisamente en la Eucaristía: en el poder del amor del Señor resucitado, que también hoy parte el pan para nosotros y repite: «Haced esto en memoria mía».
Que el gesto de la procesión eucarística, que dentro de poco vamos a hacer, responda también a este mandato de Jesús. Un gesto para hacer memoria de Él; un gesto para dar de comer a la muchedumbre actual; un gesto para «partir» nuestra fe y nuestra vida como signo del amor de Cristo por esta ciudad y por el mundo entero".
Después de la Celebración Eucarística en San Juan de Letrán se llevó a cabo la tradicional Procesión Eucarística hasta la Basílica de Santa María la Mayor.

«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»


Corpus Christi



Fuente:



Festividad del Corpus Christi


Oremos para que el Espíritu Santo
nos dé una auténtica hambre del Señor.
    
Oh Dios y Padre nuestro:
Tú sacias a los hambrientos 
con el alimento que necesitan,
y no dejas a los pobres 
partir con las manos vacías. 
Sigue proclamándonos la Palabra de tu Hijo
como inspiración y guía de nuestra vida.
Que Jesús nos sustente y nos restaure 
con su pan de vida
y nos rejuvenezca con su bebida de alegría, 
para que sepamos compartir nuestras personas,
los unos con los otros,
y llegar a alegrarnos mutuamente. 
Que tu pan de vida sea la prenda
de tu dicha y felicidad eternas .
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.

Para saber más sobre la Eucaristía:
 

Milagro Eucarístico en Lanciano (Web)


Recopilación de milagros eucarísticos (web)






Los jóvenes, hoy - ¿Quiénes son en realidad?

@Ron Rolheiser, OMI
Fuente:

Un seminarista a quien conozco fue recientemente, un viernes por la tarde, a una fiesta tenida en un local del campus universitario. El grupo estaba compuesto por un gentío de estudiantes universitarios jóvenes, y cuando él fue presentado como seminarista, como alguien que trataba de llegar a ser sacerdote y que había hecho un voto de celibato, la mención de celibato evocó ciertas risitas en el local, alguna burla y chistes sobre lo mucho de lo que él debe prescindir en la vida. ¡Pobre, ingenuo muchacho! Inicialmente, en este grupo de milenios, sus creencias religiosas y aquello a lo que esto le había llevado en su vida fue estimado como algo entre divertido y lastimoso. Pero, para cuando se acabó la fiesta, varias jóvenes habían venido, llorado sobre sus hombros y expresado su frustración por la incapacidad de sus novios para formalizar definitivamente su relación.
Este incidente podría servir de parábola que describiera a los jóvenes de hoy en nuestro mundo secularizado. Muestran lo que con razón podría ser llamado un carácter bipolar sobre la fe, la iglesia, la familia, el código sexual de valores y otras muchas cosas que les son importantes.
Ellos presentan un cuadro inconsistente: Por una parte, en conjunto, no acuden a la iglesia, al menos con cierta regularidad; no siguen los criterios cristianos sobre la sexualidad; parecen indiferentes e incluso a veces hostiles a muchas apreciadas tradiciones religiosas; y pueden aparecer increíblemente superficiales en su adicción y esclavitud a lo que está tomando rumbo en el mundo del entretenimiento, moda e información tecnológica. Mirado desde una sola perspectiva, nuestros chicos hoy pueden aparecer irreligiosos, moralmente indiferentes y en una pesada dieta del tipo de superficialidad que caracteriza a las “TV realities” y a los juegos de vídeo. Más seriamente todavía, también pueden aparecer miopes, avaros, mimados y excesivamente auto-interesados. No un bonito cuadro, precisamente.
Pero éste no es exactamente el cuadro. Bajo esa apariencia, en la mayoría de los casos, encontraremos a alguno que es muy amable, sincero, delicado, cordial, afable, moral, cálido, generoso y deseoso de todo lo bueno (sin mucha ayuda de  una cultura que carece de guía moral clara y está cargada de sobre-elección). La buena noticia es que la mayoría de los jóvenes, a nivel de sus deseos reales, de ninguna manera están peleados con Dios, la fe, la iglesia y la familia. Para la gran mayoría, la juventud hoy es aún muy buena gente y quiere todas las cosas correctas.
Pero, eso no es siempre tan evidente.  A veces su apariencia parece engañar su fondo, de modo que lo que de hecho son y lo que de hecho quieren no resulta tan evidente. Vemos lo externo, y vista ahí, nuestra juventud puede aparecer más auto-interesada que generosa, más superficial que profunda, más apática que moralmente sensible, y más moralmente  indiferente que llena de fe. También pueden manifestar presunción y auto-suficiencia que sugiere poca vulnerabilidad y ninguna necesidad de guía por parte de alguien más allá de ellos mismos.
De aquí su bipolaridad: Mayormente quieren todas las cosas correctas, pero, demasiado frecuentemente, a causa de una falta de genuina guía y su adicción a la cultura, no están haciendo el tipo de elecciones que les traerán lo que desean más profundamente. La sexualidad es un magnífico ejemplo de esto: Estudios hechos sobre milenios indican que la mayoría de ellos quiere, al cabo del día, ser interiormente monógamos, matrimonio fiel. El problema es que también creen que primero pueden permitirse diez o quince años de promiscuidad sexual, sin tener que aceptar que practicando diez o quince años de infidelidad no sea una buena preparación para la clase de fidelidad necesaria para sustentar un matrimonio y una familia. En esto, como en muchas otras cosas, son atrapados entre su código cultural de valores y sus frágiles seguridades propias. La cultura pregona una cierta ética, la liberación de las timideces del pasado, acabada con una presunción que empequeñece cualquier cosa que cuestiona. Pero mucho de esa presunción es de hecho silbar en la oscuridad. En el fondo, nuestros jóvenes son bastante inseguros y, felizmente, esto los mantiene vulnerables y simpáticos.
Tal vez Louis Dupré, filósofo retirado que enseñó durante muchos años en Yale, lo capta de la mejor manera cuando dice que los jóvenes de hoy no son malos, simplemente, no están acabados. Eso es una simple mirada que capta mucho. Uno puede ser maravilloso y muy simpático, pero aún inmaduro. Además, si eres bastante joven, eso incluso puedes ser atractivo, la verdadera definición de agradable. Lo contrario es también, muchas veces, verdadero: Algunos de nosotros, adultos, sufrimos de nuestra propia bipolaridad: Somos maduros, pero lejos de ser maravillosos y simpáticos. Esto tiende a algunos dobles extraños y paradójicos.
Así, ¿quién es el actual joven de hoy? ¿Es la persona que se envuelve en su propio mundo, obsesiva de la apariencia física, adicta a los medios sociales, viviendo fuera del matrimonio con su pareja, presumiendo de su propia visión moral y religiosa no-tradicional? Eso -creo yo- es la apariencia superficial. El actual joven de hoy es cálido, de buen corazón, generoso y confiado, que espera conscientemente el amor y la afirmación, y que espera inconscientemente el abrazo de Dios.
Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

TRINIDAD SALOMÉ ARRICIBITA

Trinidad:

PADRE, QUEREMOS VIVIR EN TU ABRAZO
QUE TU MIRADA NOS LLEVE HACIA TI
EN JESÚS, SOMOS HIJOS Y HERMANOS
DERRAMA EN NOSOTROS TU ESPÍRITU
Y HAZNOS VIVIR
PADRE QUEREMOS VIVIR EN TU ABRAZO
Salomé Arricibita


Los diez mandamientos de la misericordia

@Ron Rolheiser, OMI
Fuente:




Entre los Diez Mandamientos, uno empieza con la palabra “acuérdate”: Acuérdate de mantener santo el Sábado. Nos recuerda tener en cuenta algo que ya sabes. Hay mandamientos de misericordia escritos en nuestro mismo ADN. Ya los conocemos, pero necesitamos recordarlos más explícitamente. ¿Cuáles son?
Los diez Mandamientos de la Misericordia:
1.- Recuerda que la misericordia descansa lo más profundamente en el corazón de Dios.
Pocas cosas acercan tanto la esencia de Dios como lo hace la misericordia. La misericordia es la esencia de Dios. La Escritura usa palabras tales como entrañable bondad y compasión  para tratar de definir lo que constituye la misericordia de Dios, pero el concepto bíblico central, captado en el concepto hebreo de hesed, connota una relación que ama, abraza y perdona aun cuando -y en especial cuando- no podemos llegar a medir o merecer lo que nos es dado.
2.-  Recuerda que la misericordia es la esencia de toda religión verdadera.
En toda religión y espiritualidad, en todas creencias, tres cosas tratan de reclamar lo que es central: apropiada práctica religiosa, apertura a los pobres y compasión. Al fin, no están en oposición, sino son piezas complementarias de un todo religioso. Pero para que la práctica religiosa y la apertura a los pobres sean una apertura del amor de Dios y no del ego humano, necesitan ser predicadas sobre la compasión, la misericordia. El contenido más profundo de toda religión es esta invitación: Sed compasivos, misericordiosos, como Dios es compasivo.
3.- Recuerda que todos nosotros nos hallamos siempre necesitados de misericordia.
Hay mayor alegría en el cielo por solo un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos. ¿Ama Dios más a los pecadores que a los justos? No hay personas justas. Resulta más bien que nosotros sentimos más el amor de Dios cuando admitimos que somos pecadores. Ninguno de nosotros llega a comprenderlo nunca. Pero, como tan confortantemente enseña san Pablo, la cuestión es que no tenemos que llegar a comprenderlo. Esto es lo que significa misericordia. Es inmerecida, por definición.
4.- Recuerda que, habiendo recibido misericordia, debemos manifestar misericordia a otros.
Sólo recibimos y poseemos de la misericordia de Dios y la misericordia de otros cuando extendemos esa misma misericordia  a otros. La misericordia tiene que fluir a través de nosotros. Si no la extendemos a otros, venimos a ser auto-indulgentes y demasiado severos para con otros.
5.- Recuerda que sólo la práctica de la misericordia nos hace libres.
Recibir y dar la misericordia es la única cosa que nos libera de nuestra congénita propensión a auto-buscarnos, auto-justificarnos y juzgar a otros. Nada nos libera más de la tiranía del ego que lo que nos libera la práctica de la misericordia.
6.- Recuerda que la misericordia no es opuesta a la justicia, sino que es su culminación.
La misericordia, como tan competentemente expresa Walter Kasper, no es “una especie de suavizante de ropa que socava los dogmas y mandamientos, y revoca el significado central y fundamental de la verdad”. Esa es la acusación que los fariseos hicieron contra Jesús. La misericordia está donde se supone que termina la justicia.
7.- Recuerda que sólo la práctica de la misericordia hará que llegue el Reino de Dios.
Jesús nos prometió que algún día los mansos heredarán la tierra, los pobres comerán hasta saciarse -rica comida- y todas lágrimas serán enjugadas. Eso sólo puede suceder cuando la misericordia reemplace al auto-interés.
8.- Recuerda que la misericordia necesita también ser practicada colectivamente.
No nos basta con ser misericordiosos en nuestras propias vidas. La misericordia está marginada en una sociedad que no atiende suficientemente a aquellos que son débiles o están necesitados, de igual manera como está marginada en una iglesia que es juzgadora. Debemos crear una sociedad que sea misericordiosa y una iglesia que sea también misericordiosa. La misericordia, sola, permite la supervivencia de los más débiles.
9.- Recuerda que la misericordia nos llama a hacer obras espirituales y materiales.
Nuestra fe cristiana nos desafía a practicar la misericordia de doble manera, corporal y espiritualmente. Las clásicas obras de misericordia corporales son: Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada a los sin-techo, vestir al desnudo, visitar a los enfermos, visitar a los presos y enterrar a los muertos. Las clásicas obras de misericordia espirituales son: Instruir al ignorante, dar consejo al que duda, confortar al afligido, amonestar al pecador, perdonar las injurias , soportar con paciencia las adversidades y rogar por los vivos y los difuntos.  Dios nos ha dado diferentes dones, y todos nosotros somos mejores en algunos de éstos que en otros, pero la misericordia está patente en todos ellos.
10.-  Recuerda que nuestras vidas son un diálogo entre la misericordia de Dios y nuestra debilidad.
La única cosa a la que estamos adecuados es a ser inadecuados. Siempre quedamos cortos en algo, no obstante la verdad de nuestra sinceridad, buena intención y fuerza de voluntad. Sólo la misericordia, recibiéndola y dándola, nos puede apartar de las agitadas aguas de nuestras propias ansiedades, inquietud y tristeza. Sólo conociendo la misericordia conocemos la gratitud.
Este año, 2016, el papa Francisco nos ha pedido a todos vivir un año de misericordia, contemplar el misterio de la misericordia “como un manantial de gozo, serenidad y paz”. La misericordia -piensa él- es el secreto para poner un rostro creíble a Dios, para poner un rostro creíble a nuestras iglesias y para caminar con seguridad en nuestras propias vidas.

Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) -