La espiritualidad de Eugene de Mazenod. Artículo.


Durante los años en que he estado escribiendo esta columna, en raras ocasiones he mencionado el hecho de pertenecer a una congregación religiosa, los Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Esa omisión no es una evasión, dado que ser un Oblato de María Inmaculada es algo de lo que estoy no poco orgulloso. Aun así, raramente doy publicidad al hecho de que soy sacerdote y miembro de  una congregación religiosa, porque creo que, cuanto escribo aquí y en otras partes, necesita cimentarse sobre cosas que están más allá de los títulos.

En esta columna, sin embargo, quiero hablar sobre el fundador de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, san Eugenio de Macenod, porque lo que él tenía que decir sobre el discipulado cristiano y la espiritualidad es algo de valor e importancia para todos, al igual que el legado que nos han transmitido otros grandes fundadores religiosos como Bernardo, Francisco, Domingo, Ángela Merici, Ignacio de Loyola, Vicente de Paul y otros.

San Eugenio de Mazenod fue un obispo francés de origen aristocrático que algunos mitos populares identifican como el obispo de Los Miserables. Era un hombre cuya personalidad tendía algo naturalmente hacia lo austero, lo introvertido, lo muy tendente al interior, lo místico y lo inquebrantable. No era el tipo de personas a quien la mayoría de la gente elegiría como su primera opción para una ligera conversación en una comida, pero era el tipo de persona que frecuentemente resulta primera opción de Dios para fundar una congregación religiosa.

Soren Kierkegaard aseguró una vez que ser santo es querer la única cosa. Eugenio de Mazenod hizo claramente eso y, en su caso, esa única cosa poseía algunos aspectos que, tomados conjuntamente, forman el fundamento de una espiritualidad muy rica y equilibrada, una que da énfasis a algunos aspectos sobresalientes del discipulado cristiano que, con frecuencia, hoy son desatendidos.

¿Qué modeló la espiritualidad de Eugenio de Mazenod y el carisma que nos legó?

Primero: dio énfasis a la comunidad. Para él, una vida digna de ser vivida es no sólo la de realización personal, fidelidad o incluso grandeza; es la vida que se asocia al poder inherente a la comunidad. Creía firmemente en el principio: lo que soñamos solos continúa siendo un sueño; lo que soñamos con otros puede llegar a ser una  realidad. En su opinión, la compasión sólo se hace efectiva cuando llega a ser colectiva, cuando brota de un grupo más bien que de un solo individuo. Creía que, por tu cuenta, puedes llamar la atención, pero eres incapaz de marcar la diferencia. Fundó una congregación religiosa porque creía profundamente en esto.

A pesar de todos los problemas que hoy confrontan al mundo y a la Iglesia, si alguien la preguntara: “¿Cuál es la única cosa que yo podría hacer para marcar la diferencia?”, él respondería: “Júntate con otros que aprecian sinceramente la comunidad, en torno a la persona de Cristo. Tú solo no puedes salvar el mundo. ¡Juntos sí, podemos!”

Segundo: él creía que una sana espiritualidad realiza un matrimonio entre contemplación y justicia. Juzgada a la luz de nuestras sensibilidades contemporáneas, su expresión exacta de esto quizás sea hoy lingüísticamente ruda, pero su principio básico es perennemente válido: solamente una acción que brote de una vida que esté enraizada en la oración y la interioridad profunda será verdaderamente profética y efectiva. A la inversa, toda oración verdadera e interioridad genuina irrumpirá en acción, especialmente en acción a favor de la justicia y los pobres.

Tercero: en su propia vida y en la espiritualidad que proyectó para su comunidad religiosa, hizo una fuerte opción preferencial en favor de los pobres. Hizo esto no porque fuera lo políticamente correcto, sino porque era lo correcto; el Evangelio demanda esto, y esto es no-negociable. Su creencia era simple y clara: como cristianos, somos llamados a estar y trabajar con aquellos con los que nadie más quiere estar ni trabajar. Para él, ninguna enseñanza o acción que no sea buena noticia para los pobres puede alegar que está hablando en el nombre de Jesús o de las Escrituras.

Cuarto: él colocó todo esto bajo el patronazgo de la madre de Jesús, María, a la que ve como abogada en favor de los pobres. Reconoció que los pobres recurren a ella, ya que es ella quien proclama el Magnificat.

Finalmente: en su propia vida y en el ideal que proyectó, juntó dos tendencias aparentemente contradictorias: un profundo amor por la Iglesia institucional y la capacidad de desafiarla proféticamente al mismo tiempo. Amaba a la Iglesia, creía que era la causa más noble por la que uno podía morir; pero, a la vez, no tenía miedo de señalar públicamente las faltas de la Iglesia ni admitir que la Iglesia necesita constante desafío y autocrítica… ¡y estaba deseando ofrecerlas!

Su personalidad era muy diferente de la mía. Dudo de que él y yo congeniáramos espontáneamente. Pero eso es incidental. Estoy orgulloso de su legado, orgulloso de ser uno de sus hijos y suficientemente convencido de su espiritualidad para entregar mi vida por ella. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf). Fuente: Ciudad Redonda.org. Web sobre el santo.

SAN JUAN BOSCO. 1815-1888. Fiesta: 31 de enero

Tuvo una niñez muy dura. Una vez ordenado sacerdote, empleó todas sus energías en la educación de los jóvenes. 
Sus grandes amores que fundamentan su espiritualidad: La Eucaristía, la Virgen María, la Iglesia, la fidelidad al Santo Padre, la juventud.

Fundador de la Congregación de los Salesianos, comunidad religiosa con rama masculina y femenina, dedicados a la educación de los jóvenes, en especial los pobres. Les enseñaba la vida cristiana y diversos oficios. Atrajo y sigue atrayendo a multitudes de jóvenes a Cristo. La Congregación toma su nombre de San Francisco de Sales.

Famoso por sus sueños proféticos, ¡se conocen 159 de ellos! Quizás el mas famoso es el de la Nave de Pedro, que explicaremos mas adelante.

San Juan Bosco escribió también algunos opúsculos en defensa de la religión.

Gran constructor de iglesias, entre ellas la Basílica de San Juan Evangelista, la Basílica de María Auxiliadora y la Iglesia del Sagrado Corazón en Roma donde celebró su última misa.

San Juan Bosco, La Pelicula Completa, con Ben Gazzara, 1988


Main, La Casa de la Felicidad. Vida de Santa Maria Dominga Mazzarello


María Dominga Mazzarello, más conocida como Madre Mazzarello, fue una religiosa italiana con la cual Don Bosco fundó el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, conocidas también como salesianas.

Cállate y sal de él.

 






Domingo 4º del Tiempo Ordinario

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Señor, Tú eres Santo

Comentario


Un aspecto de la victoria sobre el mal, que anuncia y produce el Evangelio del Reino, es también la superación de los "juicios universales", con los que nos inclinamos a hacer coincidir a los otros y a nosotros mismos con nuestros problemas y fracasos o con el mal que se ha cometido. Ésta era, por lo demás, la tentación que asediaba asimismo a la muchedumbre que se encontraba presente en la sinagoga frente al pobre endemoniado.

        Jesús, en cambio, da por sentada una certeza, una certeza para la que ni siquiera los gritos descompuestos y desgarradores del endemoniado suponen un obstáculo: éste sigue siendo un hombre (v. 25), una criatura a la que Dios ha revestido de su gloria. Así, si en nuestro corazón se levantan alguna vez voces descompuestas que nos echan en cara nuestros límites y quieren hacernos perder de vista nuestra dignidad y libertad, aquí está la Palabra de Jesús, que se levanta para hacer callar de nuevo nuestras dudas y la vergüenza paralizadora.

        También hoy sigue actuando el poder de su amor, del mismo modo que cuando redujo al silencio al demonio que atormentaba al pobre enfermo en la sinagoga de Cafarnaún. Esa misma Palabra no cesa de recordarnos la verdad celebrada por tantos pasajes bíblicos, en particular por el salmo 8: Dios revela en la humanidad su propia gloria, imponiendo silencio a las fuerzas del caos ("para hacer callar al enemigo y al rebelde"), porque hace de nosotros, hombres y mujeres, sus criaturas amadas. Jesús nos atestigua que Dios está siempre de nuestra parte y no deja que nos arrebate ningún espíritu inmundo. Estar seguros de esta grandeza nuestra, que nos ha sido otorgada por el inmerecido amor divino, y vivir la experiencia de la vida en Cristo nos libera asimismo de la tentación de entender la religión como un perderse en una selva de reglas y preceptos que hemos de conciliar con las siempre cambiantes situaciones de la existencia. Respiramos entonces ese sentido de novedad y libertad que la gente advertía en las palabras y las acciones de Jesús. En efecto, vivir en la libertad a la que nos ha llamado Cristo nos hace reapropiarnos de la economía profética y nos lleva a comprender que también hoy irrumpe la Palabra de Dios con toda su fuerza para consolar y amonestar, justamente como cuando los profetas se levantaban en Israel para hablar en nombre del Dios 


La ley de la gravedad y el Espíritu Santo. Artículo.

Una teología y una ciencia cabales reconocerán que la ley de la gravedad y el Espíritu Santo son una sola realidad en el mismo principio. No existe un espíritu diferente de lo espiritual que pueda mantener lo físico. Existe un solo espíritu que habla por medio de la ley de la gravedad y el Sermón de la Montaña.

Si reconociéramos que el mismo Espíritu está presente en cada cosa, en la creación física, en el amor, en la belleza, en la creatividad humana y en la moralidad humana, podríamos mantener  más cosas juntas en una tensión fructífera más bien que poniéndolas en oposición y teniendo los diferentes dones del Espíritu de Dios luchando unos contra otros. ¿Qué significa esto?

Tenemos excesivas dicotomías nocivas en nuestras vidas. Demasiado frecuentemente, nos hallamos optando entre cosas que no deberían estar en oposición mutua, y estamos en la infeliz posición de  tener que escoger entre  dos cosas que son buenas en sí mismas. Vivimos en un mundo en el que, con demasiada frecuencia, lo espiritual se opone a lo físico, la moralidad se opone a la creatividad, la inteligencia se opone a la educación, el compromiso se opone al sexo, la conciencia se opone al placer, y la fidelidad personal se opone al éxito creativo y profesional.

Obviamente, hay algo erróneo aquí. Si una sola fuerza, el Espíritu de Dios, es la única fuente que anima todas estas cosas, entonces está claro que no deberíamos colocarnos en la posición de tener que elegir entre ellas.  Idealmente, deberíamos elegir a ambas, porque el único y mismo Espíritu apoya a ambas.

¿Es verdad esto? ¿Es el Espíritu Santo, a un mismo tiempo, la fuente de la gravedad y la fuente del amor? Sí. Por lo menos, si las Escrituras están para ser creídas. Estas nos dicen que el Espíritu Santo es, a un mismo tiempo, una fuerza física y espiritual, la fuente de toda fisicalidad  y de toda espiritualidad, todo al mismo tiempo.

Nos encontramos primeramente con la persona del Espíritu Santo en la frase inicial de la Biblia: En el principio había un vacío informe, y el Espíritu de Dios se cernía sobre el caos. En los primeros capítulos de las Escrituras, el Espíritu Santo es presentado como una fuerza física, un viento que proviene de la boca misma de Dios y no sólo da forma y ordena la creación física, sino es también la energía que se halla en la base de todo, animado e inanimado igualmente: Retira tu aliento y todo vuelve a ser polvo.

Los antiguos creían que había un alma en cada cosa; y esa alma, aliento de Dios, guardaba cada cosa juntamente y le daba sentido. Creían esto aun cuando no entendían, como hacemos hoy, los funcionamientos del mundo infra-atómico: cómo las más pequeñas partículas y ondas de energía poseen ya cargas eléctricas eróticas, cómo el hidrógeno busca oxígeno por todas partes, y cómo, al más elemental nivel de la realidad física, las energías se están ya atrayendo y repeliendo mutuamente como lo hace la gente. Ellos no sabían explicar estas cosas científicamente como nosotros lo sabemos, pero reconocían, como nosotros, que ya hay alguna forma de “amor” en el interior de todas las cosas, aunque sean inanimadas. Atribuían todo esto al aliento de Dios, viento que procede de la boca de Dios y, en definitiva, anima las rocas, el agua, los animales y los seres humanos.

Ellos entendían que el mismo aliento que anima y ordena la creación física es también la fuente de toda belleza, harmonía, paz, creatividad, moralidad y fidelidad. Entendía que el aliento de Dios es tan moral como físico, tan unificador como creativo, y tan inteligente como osado. Para ellos, el aliento de Dios era una única fuerza y no se contradecía. El mundo físico y el espiritual no se oponían entre sí. Entendían que un único Espíritu era la fuente de ambos.

Nosotros necesitamos entender las cosas de igual modo. Necesitamos permitir al Espíritu Santo, en toda su plenitud, animar nuestras vidas. Lo que esto quiere decir concretamente es que no debemos permitirnos ser energizados ni dirigidos excesivamente por una única parte del Espíritu en detrimento de las otras partes de ese mismo Espíritu.

Así, pues, no debería haber creatividad a falta de moralidad, educación a falta de sentido común, sexo a falta de compromiso, placer a falta de conciencia ni realizaciones artísticas o profesionales a falta de fidelidad personal. A la vez, no debería haber una vida digna para algunos a falta de justicia para cada uno. A la inversa, sin embargo, necesitamos recelar de nosotros mismos cuando somos morales pero no creativos, cuando nuestro sentido común tiene miedo a la educación crítica, cuando nuestra espiritualidad tiene problemas con el placer, y cuando nuestra fidelidad personal es demasiado defensiva ante el arte y la realización. Un solo Espíritu es el autor de todas estas cosas. De aquí que debamos ser igualmente  sensibles a cada una de ellas. Alguien se mofó una vez de que una herejía es algo que resulta nueve décimas partes verdadera. Ese es nuestro problema con el Espíritu Santo. Estamos siempre en una verdad parcial cuando no permitimos una conexión entre la ley de la gravedad y el Sermón de la MontañaRon Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) Fuente: Ciudad Redonda.org

San Francisco de Sales. 24 de enero. El hombre más amable después de Jesucristo.


El Santo de las pequeñas virtudes:
Resulta difícil imaginarse a un santo obispo que, familiarmente, pertenece a la nobleza, se ha relacionado con la grandeza de su tiempo, es reconocido como doctor de la Iglesia y, sin embargo, pueda caracterizarse como el santo de las pequeñas virtudes. «Sobre todo —escribía en una de sus cartas de dirección espiritual— a mí me gustan estas tres virtudes insignificantes: la dulzura de corazón, la pobreza de espíritu y la sencillez de la vida; y estos ejercicios pocos vistosos: visitar a los enfermos, servir a los pobres, consolar a los afligidos y, todo ello, sin darle importancia y haciéndolo en plena libertad» (Oeuvres, XII, 205).
Juan Pablo II, en su exhortación apostólica Christifideles laici, decía de él: «Podemos concluir releyendo una hermosa página de San Francisco de Sales, que tanto ha promovido la espiritualidad de los laicos. Hablando de la «devoción», es decir, de la perfección cristiana o «vida según el espíritu», presenta de manera simple y espléndida la vocación de todos los cristianos a la santidad y, al mismo tiempo, el modo específico con que cada cristiano la realiza: En la creación Dios mandó a las plantas producir sus frutos, cada una según su especie. El mismo mandamiento dirige a los cristianos, que son plantas vivas de su Iglesia, para que produzcan frutos de devoción, cada una según su estado y condición. La devoción debe ser practicada en modo diverso por el hidalgo, por el artesano, por el sirviente, por el príncipe, por la viuda, por la mujer soltera y por la casada. Pero esto no basta; es necesario además conciliar la práctica de la devoción con las fuerzas, con las obligaciones y deberes de cada persona (..). Es un error —mejor dicho, una herejía— pretender excluir el ejercicio de la devoción del ambiente militar, del taller de los artesanos, de la corte de los príncipes, de los hogares de los casados (...). Por eso, en cualquier lugar que nos encontremos, podemos y debemos aspirar a la vida perfecta»
El Santo del amor de Dios: La obra espiritual más importante de Francisco de Sales es el Tratado del amor de Dios. El papa Pío XI decía que en esta obra -el santo doctor, como si intentase escribir una historia del amor de Dios, narra cuál fue su origen y su desarrollo y también por qué empezó a enfriarse y languidecer en el ánimo de los hombres; después expone cómo podríamos ejercitarnos y crecer en él. Cuando la ocasión se presenta, explica lúcidamente cuestiones difíciles como la gracia eficaz, la predestinación, la vocación de la fe; y para que el discurso no aparezca conceptual y frío lo adoba con tan festiva gracia y con un aroma tan grande de piedad, y lo reviste con tal variedad de comparaciones y tales ejemplos y citas apropiadas sacadas con frecuencia de las Sagradas Escrituras, que el libro parece brotar, no tanto de su mente cuanto de sus entrañas y de su corazón» (encíclica Rerum Omnium, del 26 de enero de 1923). En efecto, se podría decir que este libro es el diario del alma de dos santos: Francisco de Sales y Juana de Chantal.
Un tema fundamental de la espiritualidad salesiana, magníficamente expuesto en esta obra, es la búsqueda y cumplimiento de la voluntad de Dios: Nada pedir y nada rehusar, decía frecuentemente el santo obispo. En efecto, quien se sabe hecho a imagen y semejanza de Dios, busca identificarse con él, aceptando el proyecto divino sobre su persona, tratando de agradar a Dios en todo su obrar, deseando siempre le bon plaisir de Dieu.
      A veces se ha dicho que Francisco de Sales ofrece una espiritualidad poco austera e, incluso, algo festiva: una oración poco exigente, ausencia de disciplina, pocas mortificaciones, etc. ¡Qué poco han leído las obras del santo obispo de Ginebra quienes así hablan! Él sabe bien que si en el Tabor hubo más claridad, fue en el Calvario donde hubo mayor salvación. El Calvario -decía- es el monte de los amantes. Y puesto que el Señor invita a todos sus discípulos a tomar cada día la propia cruz, una y mil veces aconsejaba que había que abrazarse a la cruz. Pero no la cruz que cada uno quisiera labrarse, sino la que Dios nos manda cada día: Prefiero llevar una cruz de paja, que el Señor me envíe, que una cruz muy pesada, pero que yo eligiera.[...] Valentín Viguera Franco S.D.B. Texto de: Martínez Puche, José A., dominicos.org. Imagen: Desde la FE
       Señor, Dios nuestro, tú has querido que el santo obispo Francisco de Sales se entregara a todos generosamente para la salvación de los hombres; concédenos, a ejemplo suyo, manifestar la dulzura de tu amor en el servicio a nuestros hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Señor, pastor de los pastores, forma y modelo de la caridad pastoral para todos los tiempos, deseamos contemplar la belleza de tu entrega de la vida con plena y absoluta gratuidad, sin ningún interés, a no ser el de la salvación de todos. Todos hemos pasado por la experiencia de lo fácil que es ir a menos en nuestras responsabilidades pastorales hasta caer en el cierre mercenario por la fragilidad de nuestras personas y por los miedos que nos asaltan. Sin embargo, la contemplación de la belleza de tu vida entregada y sacrificada, oh Cristo, nos implica en el don, sin perezas ni acaparamientos personales, sin volvernos atrás y sin huir. Que tu Espíritu Santo nos abra los ojos sobre las raíces mercenarias que llevamos dentro y nos llene de valor y nos guíe, como hizo con el dulcísimo y al mismo tiempo firmísimo pastor Francisco de Sales, a quien hoy recordamos.
        Como él, te pedimos el don de la paciencia, para aceptar las largas demoras de la respuesta del corazón rebelde y complicado del hombre de hoy; el don de la humildad, para ser suficientemente realistas y no ceder a ninguna presunción o ambición en la misión evangelizadora que tú nos confías; el don del amor verdadero, constante y desinteresado, ese amor puro que tanto fascinaba al obispo de Ginebra. Haz que dejemos en el mundo la huella profunda de pastores generosos según tu corazón. Nos confiamos a la intercesión de san Francisco de Sales. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
        Piensa en el amor con el que Jesucristo, nuestro Señor, tanto sufrió en este mundo, de modo particular en el huerto de los Olivos y en el monte Calvario: !ese amor te miraba a ti! !Dios mío, con qué profundidad deberíamos imprimir en nosotros todo esto! Acaso es posible que yo haya sido amado con tanta dulzura por el Salvador, hasta el punto de que él haya pensado en mí personalmente, incluso en todas las pequeñas circunstancias a través de las cuales me ha atraído a él? Es verdaderamente maravilloso: el corazón repleto de amor de mi Dios pensaba en mí, me amaba y me procuraba mil medios de salvación, como si no hubiera tenido otra persona en el mundo en la que pensar. Pero cuándo empezó a amarte? Desde que empezó a ser Dios, es decir, desde siempre... (Francisco de Sales, Filotea V, 13ss).
       Venerables hermanos: os sugiero y os pido que tengáis el propósito de recuperar Ginebra. Por medio de la caridad es como debemos desmantelar las murallas de Ginebra, por medio de la caridad invadirla, recuperarla.
        No os propongo ni el hierro, ni esa pólvora cuyo olor y sabor recuerdan el horno infernal. Queréis un método fácil para conquistar al asalto una ciudad? Os ruego que aprendáis del ejemplo de Holofernes. Al asediar Betulia, cortó el acueducto y puso bajo guardia todas las fuentes. También nosotros –os conjuro a ello- debemos usar el método del que él dio ejemplo.
        Hay un acueducto que alimenta y reanima a todos los tipos de herejes: son los ejemplos, las palabras, la iniquidad de todo, pero en particular de los eclesiásticos. Por nuestra causa se blasfema el nombre del Señor día tras día entre las naciones.
        Es preciso derribar las murallas de Ginebra por medio de oraciones ardientes, y asediarla con la caridad fraterna. Por medio de esta caridad es como deben hacer fuerza nuestras tropas de asalto.
        El jefe supremo de esta fortaleza, Cristo, nuestro Señor, cederá sus riquezas a quien la haya conquistado por medio de esas armas. En efecto, el Reino de los Cielos sufre violencia, y son los violentos quienes lo arrebatan... Adelante, pues, y ánimo, óptimos hermanos: todo cede a la caridad; el amor es fuerte como la muerte, y al que ama nada le es difícil (Francisco de Sales, "Discorso ai canonici di Ginevra", en G. Papasogli, Come piace a Dios, Roma 1981, pp. 143-147, passim). Gracias a Santa Clara de Estella

Venid conmigo y os haré pescadores de hombres





Domingo 3º del Tiempo Ordinario

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El Reino de Dios está cerca

Comentario


El Evangelio es la buena noticia de que el Padre nos ama locamente. Qué hemos de hacer entonces? Dios no nos pide cosas grandes, hiperbólicas, sino, simplemente, cambiar de vida, volver a él. Convertirse no es sólo cesar de hacer el mal -como pedía Jonás a los ninivitas-, sino reconocer en nuestras dificultades al Dios cercano a nosotros, que nos ama aun cuando las cosas no vayan como nosotros quisiéramos.

        Así pues, para convertirse es preciso saber apreciar nuestro tiempo como el kairós que Dios nos da, como el "tiempo oportuno" que se ofrece a nuestro presente. Todo es provisional, aunque no el sentido profundo de la realidad que la fe nos presenta. Apropiarnos de la gran oportunidad de llegar a ser hijos de Dios es saber hacerse con la ocasión propicia, es creer en el Evangelio del Reino, evitando detenernos en cosas inútiles, transitorias, sin someternos a los "esquemas" mundanos que nos aprisionan.

        Jesús también viene hoy, misteriosamente, a buscarnos a nosotros, que nos encontramos con un horizonte de vida comparable al que tenían delante los primeros que fueron llamados, unos hombres encerrados en su trabajo de echar las redes y arreglarlas después. Así pues, también nosotros, como los cuatro primeros discípulos, debemos convertirnos a él, reconociendo su paso por nuestra vida y la invitación incesante que nos hace para que le sigamos. Convertirnos en discípulos suyos supone renovar cada día nuestra opción por él, buscando dentro de nuestra historia esa voz suya que nos llama desde siempre. Así, entramos en la historia de la exaltadora promesa del "os haré pescadores de hombres", que no se agota a buen seguro en la tarea del ministerio eclesial, sino que coincide con la experiencia de todo cristiano auténtico.

        He aquí, por tanto, la rebosante alegría de la pesca mesiánica, que supone arrancar a la humanidad de las aguas venenosas del mal, para llevarla al refugio seguro en la vida del Reino. Indudablemente, ninguno de nosotros puede "salvar" a otro hombre, pero todos podemos colaborar con Jesús en el trabajo de echar las redes del Evangelio, a fin de que las personas disponibles se agarren a ellas y renazcan a la vida nueva.


Piedad y humor. Artículo.

La piedad es enemiga del humor, al menos cuando algo que no llega a ser piedad se enmascara de piedad. He aquí un ejemplo: Una vez, conviví en una comunidad con un hombre excesivamente serio que, tras contar alguien un chiste poco decente, nos traía al orden con la pregunta: “¿Contaríais un chiste como ese ante el Santísimo Sacramento?” Eso no solo deshinchaba el chiste y a su relator, sino que también hacía desaparecer la animación del lugar.

Hay una respuesta que me habría gustado haber dado a su pregunta; es un chiste que mi maestro de novicios oblato solía contar y cuya ironía muestra la falsa piedad. El chiste dice así: Una joven estaba a  punto de casarse, y su familia no podía disponer de un local para la recepción de la boda. El párroco les ofreció generosamente el vestíbulo de la entrada a la iglesia y les dijo que podían traer una tarta y organizar allí una recepción. El padre de la novia preguntó si podían traer también algún licor. “De ninguna manera”, respondió el sacerdote, “¡no es procedente beber licor en una iglesia!” “Pero”, protestó el padre de la novia, “Jesús bebió vino en la fiesta de las bodas de Caná”. “¡Pero no ante el Santísimo Sacramento!”, replicó el sacerdote.

Por supuesto que el humor puede ser impío, torpe, ofensivo, sucio; pero, cuando ese es el caso, la improcedencia normalmente consiste más en la estética que en el contenido del chiste. Un chiste no es ofensivo porque trate sobre sexo, o religión, o cualquier otra cuestión de carácter sagrado. El humor es ofensivo cuando cruza una línea en materia de respeto, gusto o estética. El humor es ofensivo cuando es mala arte. La mala arte cruza una línea en materia de respeto, tanto sea en relación a su audiencia como a su tema. Lo que puede hacer que un chiste resulte ofensivo o sucio es cuándo se cuenta, o cómo se cuenta, o a quién se cuenta, o el tono en que se cuenta, o la carencia de sensibilidad para con lo que se cuenta, o el color del lenguaje en que se está contando. Si se puede contar o no ante el Santísimo Sacramento, no es ningún criterio. Si un chiste no debiera contarse ante el Santísimo Sacramento, tampoco debería contarse ante nadie. No hay dos patrones de ofensa.

No obstante, la mala piedad es enemiga del humor. Es también enemiga del vivir vigoroso y terrenal. Pero ese es solo el caso para la mala piedad, no para la piedad genuina. La piedad genuina es uno de los frutos del Espíritu Santo y es una saludable reverencia ante toda manifestación de vida. Pero es una reverencia que, mientras sea saludablemente respetuosa, no es ofendida por el humor (aun el humor vigoroso y terrenal) contando con que el humor no sea estéticamente ofensivo; es algo semejante a la desnudez, que resulta saludable en el arte, mientras en la pornografía es ofensiva.

La falsa sensibilidad que se enmascara de piedad priva también de humor a toda espiritualidad, excepto a la forma más piadosa. Al hacer eso, en efecto, presenta a Jesús, a María y a los santos como carentes de humor, y así no del todo humanos ni saludables. Uno de nuestros mentores de nuestro noviciado oblato nos dijo, cuando éramos jóvenes novicios, que no hay un solo incidente relatado en la escritura donde Jesús aparezca riendo alguna vez. Nos lo dijo para amortiguar nuestra natural, juvenil y alborotada energía, como si esto fuera de alguna manera un impedimento para ser religiosos.

La energía humorística no es un impedimento para ser religioso. Al contrario. Jesús es dechado de todo lo que es saludablemente humano; y él, sin duda, fue una persona humana plenamente saludable, vigorosa y grata, y ninguna de esas palabras (saludable, vigorosa, grata) se le aplicaría si no hubiera tenido un sentido de humor saludable, verdaderamente terrenal.

Durante quince años enseñé un curso titulado La Teología de Dios a seminaristas y otros que se preparaban para el ministerio. Trataba de recorrer todas las bases requeridas que se pidieron en el currículo: revelación bíblica, intuiciones patrísticas, enseñanzas de las normativas eclesiales y aspectos especulativos de los teólogos contemporáneos. Pero, dentro de todo esto, como el tema recurrente de una ópera, indicaba a los estudiantes esto: En toda vuestra predicación y enseñanza y prácticas pastorales, cualquier cosa que sea, tratad de no hacer que Dios parezca estúpido. Tratad de no hacer que Dios parezca ininteligente, tribal, despreciable, rígido, nacionalista, enfadado ni temeroso. Cada homilía, cada enseñanza teológica, cada práctica eclesial y cada práctica pastoral refleja en definitiva una imagen de Dios, querámoslo o no. Y si hay algo no saludable en nuestra predicación o prácticas pastorales, el Dios que lo apoya también aparecerá como no saludable. Un Dios saludable no apuntala una teología, eclesiología ni antropología malsana.

De aquí se deduce que, si hablamos de un Jesús carente de humor, que se ofende por la terrenidad de la vida, que se encuentra incómodo oyendo la palabra sexo, que retrocede ante el lenguaje poco decente y que tiene reparo en sonreír y reír la ironía, el ingenio y el humor, obligamos a Jesús a aparentar que es rígido y tenso, remilgado, y no la persona junto a la que querríais sentaros a la mesa. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) Fuente: Ciudad Redonda.org

Venid y lo veréis





Domingo 2º del Tiempo Ordinario

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Enséñame a escucharte y verte en todo

Comentario


*•• Juan sitúa la llamada de los primeros discípulos en el <<tercer día<< de la primera sección de su evangelio (Jn 1,19-2,11): la <<semana inaugural<< que culmina en las bodas de Cana. La organización del material narrativo en seis días remite al relato de la creación, con la aparición del hombre y de la mujer en el sexto día, y proclama de una manera implícita que la nueva misión de Jesús tiende a una nueva creación de la humanidad.

        El encuentro entre Jesús y los discípulos tiene lugar a través de la presencia de un testigo, el Bautista. Este último es capaz de ir más allá de las apariencias, abriéndose a una mirada de fe que sabe reconocer el misterio que mora en Jesús, una mirada que comunica a dos de sus discípulos que estaban allí presentes: <<Éste es el Cordero de Dios<< (v. 36).

        Qué es lo que ha vislumbrado el Bautista en Jesús cuando le declara Cordero de Dios? El tema vuelve en la alusión al cordero pascual de Jn 19,36. En este hombre que está pasando reconoce, por tanto, el Bautista a aquel que derrama su propia sangre para hacer presente al Dios del Éxodo, al Dios de la renovación de la vida. Al oírle hablar así, los dos discípulos del Bautista siguieron a Jesús (v. 37), impulsados por una búsqueda que, sin embargo, debe acceder a una ulterior claridad. Esto tiene lugar cuando Jesús se vuelve y les pregunta: <<Qué buscáis<< (v. 38). Se trata de una pregunta que les plantea como consecuencia de haberlos <<contemplado<< (eso es lo que dice el texto griego al pie de la letra) en el acto de seguirle. El mismo Jesús se queda sorprendido y admirado del milagro del seguimiento. He aquí, por tanto, la justa petición del verdadero discípulo: <<Rabí, dónde vives?<< (v. 38). Más que saber lo que enseńa Jesús, es preciso estar con él allí donde mora. La morada de Jesús es su estar junto al Padre como Hijo amado.

        Ése es su secreto, y por la continuación del Evangelio se volverá evidente que convertirse en discípulo suyo significa entrar en la misma relación de amor que él mantiene con el Padre. Por eso les invita a <<venir<< y <<ver<<, esto es, a tener experiencia de él y de la comunión con el Padre.

        De los dos discípulos queda aquí uno anónimo, aunque muchos exégetas se inclinan por reconocer en él al discípulo amado, mientras que el otro es Andrés. Éste es el discípulo <<positivo<<, la persona de la escucha, el paradigma del auténtico seguimiento que se encarga de dar testimonio de cuanto vivieron el día en el que se detuvieron junto a Jesús (v. 39). Andrés conduce, pues, a Jesús a su hermano Simón (v. 42). El cambio del nombre de Simón por el de Cefas indica precisamente la profunda transformación de la persona gracias al amor de Jesús; sin embargo, Simón sigue, de momento, cerrado todavía a esa adhesión de fe que se llevará a cabo, trabajosamente, más tarde.


Un rey, un Dios y un hombre. Tres maneras de aproximarnos a Jesús.


Epifanía del Señor


PORQUE LLEGÓ NAVIDAD
Por José Luis Perales. “Hacer de nuestra casa un altar”.

MEDITATIO: Epifanía quiere decir "manifestación" y la Palabra de Dios en esta solemnidad está centrada toda sobre Jesús Mesías, Rey y Salvador universal de las naciones. No ha venido sólo para Israel, sino también para los paganos, es decir, para toda la familia humana. La venida de los Magos es el inicio de la unidad de las naciones, que se realizará plenamente en la fe en Jesús, cuando todos los hombres se sientan hijos del mismo Padre y hermanos entre ellos. Los Magos, como primeros "escuchadores" y testigos de Cristo, son tipo y preludio de una más grande multitud de "verdaderos adoradores", que constituirá la mies espiritual de los tiempos mesiánicos. Jesús es el sembrador, que trae la buena semilla, de la Palabra para todos; el Espíritu ha hecho madurar la semilla y la Iglesia está invitada a recoger el abundante fruto sembrado con la revelación de Jesús y fecundado con su muerte.

        Como de la vida de comunión y de amor entre el Padre y el Hijo ha derivado la misión de Jesús, así de la intimidad entre Jesús y la Iglesia surge la misión de los discípulos: crear la unidad entre las razas, pueblos y lenguas. Es la Palabra la que crea la unidad en el amor entre los creyentes de todos los tiempos. A través de ella nace la fe y se establece en el corazón del hombre abierto a la verdad en una existencia vital en Dios, que hace al hombre contemporáneo pertenencia de Cristo. A quienes lo buscan con corazón sincero, Jesús les ofrece unidad en la fe y en el amor. En este ambiente vital todos se hacen "uno" en la medida en que acogen a Jesús y creen en su palabra: "Seremos una sola cosa no por poder creer sino porque habremos creído" (san Agustín).

        En Jesús todos pueden ser una sola cosa y descubrir que la plenitud de la vida consiste en entregarse a Cristo y a los hermanos, y esto es amar en la unidad.

 

ORATIO: Padre santo, que nos has enviado a tu Hijo como salvador universal de los pueblos, te alabamos por la manifestación de Jesús, nuestro rey. Es un rey sin corona, o más aún, con corona de espinas, porque es en su pasión donde se puede comprender el auténtico significado de su soberanía, una realeza bastante distinta de la que buscan los hombres.

        Te bendecimos, Padre, por Jesús salvador universal. Vino para salvar a todos y para reunir a los hijos de Dios dispersos. No más ya una comunidad dividida y contrapuesta, sino una familia reunida, que camina en la luz y el esplendor de tu gloria. Todos, judíos y paganos, estamos "llamados en Cristo a participar de la misma herencia, a formar un mismo cuerpo(Ef 3,6), y la venida de los Magos constituye el inicio de esta paz universal de las naciones.

        Señor, queremos comprender cada vez mejor que la solución de la tensión entre universalidad y elección que tantas veces nos ha puesto unos contra otros se resuelve en el entender que la elección es servicio a todo hombre.

        Haz, Señor, que la Iglesia entera sepa, como los Magos, caminar siempre hacia Belén para adorar al rey universal de las gentes pero, al mismo tiempo, sepa desde Belén dirigirse al mundo para desempeñar la misión que Jesús le ha confiado, esto es, la de ir al encuentro de todos. Para que la comunidad cristiana, mientras va en busca de los alejados y de quienes se sienten excluidos, sepa llamarlos a la esperanza y a la vida, sin olvidar que la violencia que pueda sufrir de parte de los hombres forma parte de la misma misión.

 

CONTEMPLATIO: La estrella se detuvo sobre el lugar en que se encontraba el Niño. Al ver la estrella de nuevo, los Magos se llenaron de inmensa alegría. Acojamos también nosotros en nuestro corazón ese gran gozo. La misma alegría anuncian los ángeles a los pastores. Adorémosle junto con los Magos, démosle gloria con los pastores, exultemos con los ángeles, "porque nos ha nacido un Salvador: Cristo, el Señor" (Le 2,11). "Dios, el Señor, es nuestra luz(Sal 118,27): no en la forma de Dios, para no aterrorizar nuestra debilidad, sino en forma de siervo, para traer la libertad a quien yacía en la esclavitud. Es fiesta para toda la creación: el cielo ha sido dado a la tierra, las estrellas miran desde el cielo, los Magos dejan su país, la tierra se concentra en una gruta. No hay uno que no lleve algún presente, ninguno que no vaya agradecido.

        Celebremos la salvación del mundo, la Navidad del género humano. Unámonos a cuantos acogieron festivos al Señor. Y sea concedido también a nosotros encontrarnos con ellos para contemplar con mirada pura, como reflejada en un espejo, la gloria del Señor, para ser transformados también nosotros de gloria en gloria, por gracia y bondad de nuestro Señor Jesucristo. A él la gloria y la soberanía por los siglos de los siglos. Amén (San Basilio Magno, Homilías, 6).

 ACTIO: Repite a menudo y vive hoy la Palabra: !Levántate, brilla, porque viene tu luz! (Is 60,1).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Tú que estás por encima de nosotros,

Tú que eres uno de nosotros,

Tú que estás también en nosotros,

puedan todos verte también en mí,

pueda yo prepararte el camino,

pueda yo darte gracias por cuanto me sucede.

Pueda yo no olvidar en ello las necesidades de los otros.

Móntenme en tu amor

como quieres que todos vivan en el mío.

Que todo en mi ser se encamine a tu gloria

y que yo no desespere jamás.

Porque estoy en tus manos,

y en ti todo es fuerza y bondad.

Dame sentidos puros, para verte...

Dame sentidos humildes, para oírte...

Dame sentidos de amor, para servirte...

Dame sentidos de fe, para morar en ti... (Dag Hammarskjóld).

La tierna leyenda del cuarto Rey Mago que no llegó al nacimiento de Jesús ni a conocerle, pero...

Podemos encontrar 3 versiones diferentes de esta hermosa leyenda. Te mostramos la siguiente por ser la más breve y también puedes leer la obra completa: El cuarto Rey MagoHenry V.Dyke o
"...Así, nuestro Cuarto Rey, cabalgó raudo y veloz al encuentro de sus compañeros, sin dejar siquiera que el caballo recuperara fuerzas con las aguas del río Éufrates. Y ocurrió que cuando llegaba a las afueras de la ciudad, Artabán se encontró con un hombre malherido, desnudo, casi agonizante, el cual había sido atracado por unos ladrones que además de robarle sus pertenencias le propinaron una buena paliza. Un comerciante que recibió las atenciones de Artabán, que lavó sus heridas con vino y entablilló sus destrozadas piernas y brazos. Cuando el hombre recuperó el aliento y la consciencia, informó de que había sido totalmente desvalijado, habiéndole robado los malhechores toda la bolsa del dinero. Nuestro rey, como era de esperar, se apiadó del vendedor y le regaló el diamante de Méroe.
Lamentablemente, cuando quiso entrar en la ciudad y acudir al lugar indicado, los Reyes Magos ya se habían marchado, aunque le dejaron una nota en la que podía leerse: “Te hemos estado esperando mucho tiempo y no podemos dilatar más nuestro viaje. Sigue nuestra senda por el desierto y que la estrella te guíe”. Tras leer la corta misiva, arreó su caballo y cabalgó sin descanso, hasta la extenuación, trayendo como resultado la muerte de su brioso alazán. Pero nada podía detenerle y continuó el duro trayecto a pie, soportando tormentas de arena que ajaban el rostro y frenaban el paso.
Cuando quiso llegar a Belén de Judá sus vestimentas habían perdido el lustre y su cuerpo se mostraba enjuto y famélico. Allí, ninguna señal de Melchor, Gaspar y Baltasar, aunque sí se topó con la carnicería que ordenó llevar el legendario y cruel Herodes. Porque, como todo el mundo sabe, el tal Herodes, temeroso por los augurios, mandó asesinar a todos los recién nacidos, en una matanza de inocentes que tiñó de sangre las casas y las calles de Belén. Escenas que presenció Artabán en primera persona y que le llevaron a ofrecer su rubí a un soldado para que no atravesara con su espada a un niño. Pero un capitán se percató de la jugada y ordenó la detención del Cuarto Rey, que fue enviado a las mazmorras del palacio de Jerusalén.
Y más de treinta años estuvo en prisión, lamentándose de su mala suerte, sufriendo todo tipo de vejaciones y llegando a perder casi la cordura. Pero Artabán, en sus escasos y tenues momentos de lucidez, todavía tuvo tiempo para suplicar redención y piedad al procurador Poncio Pilatos, quien finalmente le otorgó la carta de libertad. Encontrado el perdón, dirigió sus pasos torpes por las pobladas calles de la ciudad, tropezándose con miles de personas que se dirigían hacia un lugar llamado el Gólgota. Una masa humana que deseaba presenciar la crucifixión de un falso profeta, un irreverente que había blasfemado contra Dios.
Artabán se dejó arrastrar por la multitud, cruzando por una plaza en la que estaban subastando a una bella doncella de rubios cabellos. Rebuscó entre sus andrajos y con el custodiado trocito de jaspe que todavía conservaba (en la esperanza de entregárselo algún día al Señor), compró la libertad de la joven. La mujer, en agradecimiento, besaba sus manos cuando la tierra tembló, rompiéndose en dos el templo, rasgándose los sepulcros. Con tan mala fortuna, que una piedra golpeó fuertemente la cabeza de Artabán, quedando tumbado en el suelo, desmayado. Y al recobrar el conocimiento vio como un hombre le sujetaba por los hombros y le miraba firmemente. Un joven que probablemente tenía la misma edad que él tenía cuando emprendió el viaje y que le decía: “Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste”.
“¿Cuándo hice yo lo que decís”?, preguntó sin apenas respiración mientras miraba sus manos vacías de jaspe, diamantes y rubíes. “Cuanto hiciste por mis hermanos, lo has hecho por mí”, fue la respuesta. Y Artabán expiró, emprendiendo un nuevo viaje que le llevó a la eternidad del universo, al infinito del horizonte, fundiéndose con las estrellas y dejando la estela del que fue el Cuarto Rey Mago de Oriente." Fuente

¿Feliz Navidad o Felices fiestas? Artículo

Lo que rodea, retorna, según parece. Los cristianos se apropiaron de una fiesta pagana y la sacralizaron con ocasión de celebrar el cumpleaños de Jesús, y ahora el mundo secular está devolviendo el favor.  

La decisión de celebrar el nacimiento de Jesús el 25 de Diciembre no se basó en cuidadosos cálculos sobre el día en que de hecho nació Jesús. Más bien, tuvo tres orígenes. En la Roma politeísta, el 25 de Diciembre se tenía una celebración del Sol Invicto, que señalaba el retorno de días más largos. Continuó Saturnalia, un festival en el que el pueblo festejaba e intercambiaba regalos. La iglesia de Roma empezó celebrando la Navidad el 25 de Diciembre (en algún lugar, entre 306 y 337) durante el reinado de Constantino, el primer emperador cristiano, posiblemente para debilitar las tradiciones paganas.

Los cristianos sacralizaron una fiesta pagana, y hoy estamos viendo el reverso. Más y más, las celebraciones de Navidad están siendo desprovistas de todos los símbolos y connotaciones religiosas. Santa Claus ha reemplazado al Niño Jesús. Rocking around the Christmas tree (“El bamboleo en torno al árbol de Navidad”) ha reemplazado al Adeste, fideles (“Venid, fieles todos”); y I’m Dreaming of a White Christmas (“Oh, blanca Navidad”) ha reemplazado al Silent Night (“Noche de paz”). El saludo “Feliz Navidad” ha venido a ser el “Felices fiestas”. ¿Por qué está sucediendo esto?

Primeramente, estamos secularizándonos más y más como sociedad. La historia de Navidad está atrayendo religiosamente a menos gente, a la vez que se valora la temporada de Navidad como un tiempo muy especial del año. Se valora la fiesta por su énfasis en el amor, la entrega de regalos, el color, la especialidad y la celebración, pero se prefiere que el énfasis esté precisamente en estas cosas sin una referencia a Cristo.

A pesar de todo, dentro de esa secularización, hay algunas voces que conspiran para desmontar la celebración de Navidad de sus raíces religiosas pero haciéndolo de manera positiva. Su crítica fundamental va así: En esencia, somos una cultura secularizada, no una cultura cristiana, y resulta desleal para los no-cristianos que se enfatice el aspecto religioso (Cristo) de esta fiesta. Es ofensivo para los judíos, musulmanes, budistas, agnósticos y no-creyentes. Dada la constitución pluralista de nuestra sociedad, decir “Feliz Navidad” puede ser algo imperialista, cerrado de mente y no totalmente respetuoso para con los demás.

¿En qué grado resulta esto válido? Contiene cierta legitimación, aunque es también profundamente errónea. ¿Cómo así? Primero, este juicio crítico no procede principalmente de judíos, musulmanes y no-cristianos. Surge mayormente de algunas sensibilidades excesivas y no del todo saludables que hay en cristianos y ex-cristianos. Sí, se admite que somos una cultura secular y pluralista. Pero, ¿acaso los cristianos no tienen derecho a celebrar el nacimiento de Cristo con todo el lenguaje, símbolos y rituales apropiados? Nadie regatea a los creyentes judíos el derecho a celebrar el Janucá, ni a los musulmanes el derecho a celebrar el Ramadán. ¿Por qué una celebración cristiana debería ser diferente?

Y aquí se podría suscitar una pregunta crítica. Este interés expresado a favor de la justicia y los sentimientos de los demás ¿está siendo dirigido primariamente por un genuino compromiso a favor de los sentimientos de los demás, o está también siendo dirigido (aunque inconscientemente) por ciertos sentimientos sobre nosotros mismos, a saber, por una combinación enfermiza de odio a sí mismo, hipercorrección política y una cierta grandiosidad adolescente? Resulta fácil caer víctima del odio a sí mismo, donde podemos ser favorables a toda tradición excepto la propia nuestra; a una hipercorrección política, donde no hay límites de sentido común a nuestra sensibilidad; y a algo que podría llamarse grandiosidad adolescente, donde solamente vemos los defectos en nuestros padres, y no sus virtudes, ni donde estamos en deuda con ellos.

Necesitamos ser sensibles a los demás, y darnos cuenta y aceptar que no podemos imponer una celebración cristiana a aquellos que no comparten nuestra fe en Jesucristo. Pero la sociedad debe ser también justa para con nosotros y permitirnos celebrar el cumpleaños de Cristo como fiesta religiosa. Verdaderamente, no debería haber ninguna tensión en esto. Nadie debería mostrar disgusto a otro por decir Feliz Navidad o Felices fiestas. Noche de paz puede sonar junto a White Christmas. Jesús, a no dudarlo, se lleva bien con Santa Claus. El amor, la alegría, la entrega de regalos y las luces multicolores realizan su propia labor en el corazón, y lo que hacen en él está supeditado a lo que haya en ese corazón. A algunos corazones les dirán Feliz Navidad; a otros corazones les dirán Felices Fiestas; y a algunos corazones les dirán ambas cosas. Deberíamos aceptar eso de buena gana.

Por lo tanto, cristianos, celebremos la Navidad como el cumpleaños de Cristo sin apologías ni apologéticas. El mundo secular no tiene ningún derecho a prohibirnos decir Feliz Navidad y celebrar el cumpleaños de Cristo con los belenes, villancicos, símbolos y rituales que hablan del nacimiento de Jesús. Nuestras celebraciones cristianas no impiden las celebraciones seculares, las luces de Navidad, las decoraciones especiales, los desfiles de Santa Claus, la entrega de regalos, los festejos navideños y el bamboleo alrededor del árbol de Navidad. Estas costumbres son legítimas y, a su estilo, son buenas maneras de celebrar la Navidad. ¡Eh!, nosotros nos apropiamos esta fiesta de los paganos, así que ellos tienen derecho a vindicar partes de ella. Además, el paganismo y el Cristianismo a veces contribuyen a una mezcla valiosa. Y no olvidemos que el mundo mide el tiempo por el nacimiento de Jesús. Estamos en el año 2023 desde el gran acontecimiento que alteró el tiempo. ¿No se merece tan monumental circunstancia una doble celebración? Feliz Navidad y Felices Fiestas. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf)  Fuente: Ciudad Redonda.org