Catequesis y Catecumenado de comunión. Artículo de la revista conmemorativa de las bodas de oro parroquiales.

Catequesis

Mi nombre es Javier de Cos, soy catequista de postcomunión y coordino la parroquial de familias del Corazón de María. Pertenezco a los grupos parroquiales de familias y de matrimonios.

Desde que pasé a formar  parte  de la parroquial de familias no  sólo he conseguido profundizar en  la fe desde el sacramento del matrimonio, sino que he pasado a formar parte de un grupo donde es posible compartir experiencias e inquietudes sintiendo siempre el apoyo de otros matrimonios que viven su día a día bajo un mismo ideal católico.

Los temas propuestos por el Padre Sotillo para su estudio y discusión han sido siempre una fuente de aprendizaje y de crecimiento familiar donde, incluso los más pequeños, han tenido tiempo de madurar en la doctrina cristiana a través del juego y la experiencia. Francisco Javier de Cos Juez

Catecumenado de confirmación 

Me llamo Luis Miguel Carrera Casado, catequista de confirmación desde 2011, miembro del Consejo Pastoral de la Parroquia desde el 2015 (secretario desde junio del 2018).

Llegué a la parroquia totalmente por causalidad. Hice un cursillo de cristiandad y a través de una persona que colaboraba en la catequesis de niños, pues me in- vitaron a dar confirmación a través del P. Sotillo. Tras todos estos años colaborando, aquí sigo con el placer que es enseñar a madurar en la fe a esos adolescentes y ver cómo el mensaje del Evangelio puede seguir siendo un estilo de vida para nuestros jóvenes. Las actividades, además de la catequesis, como la campaña de Navidad (que es la que más gusta a los chavales, al ir a buscar ayuda para la gente necesitada puerta a puerta, y en un momento tan especial como los son estas fiestas) o la campaña contra el hambre (Operación Clavel).

La frase que quiero poner a los jóvenes es de San Juan Pablo II: “Jóvenes no tengáis miedo de mirarlo a Él”. Luis Miguel Carrera Casado


Dolorosa muerte. Artículo

Casi todos nosotros estamos familiarizados con la historia de Zorba el griego, sea por el famoso libro de Nikos Kazantzakis o bien por la película. Bueno, Zorba no fue un personaje de ficción. Fue una persona real, Alexis Zorba, quien tenía una personalidad y energía más grandes que la vida; y, cuando murió, le resultó muy difícil a Kazantzakis aceptar su muerte, incrédulo de que tales energía, vigor y color fueran mortales.

Al conocer la muerte de Zorba, esta fue la reacción de Kazantzakis: “Cerré los ojos y sentí que las lágrimas resbalaban lenta y cálidamente mejillas abajo. Se ha muerto, muerto, muerto. Zorba se ha ido, ido para siempre. La risa se ha muerto, la canción ha sido silenciada, el santir se ha roto, la danza sobre los guijarros del mar se ha detenido, la insaciable boca que interrogaba con tan incurable sed está ahora llena de arcilla. … Unas almas como esa no deberían morir. ¿Serán capaces la tierra, el agua, el fuego y el azar de recrear alguna vez a Zorba?... Era como si yo creyera que él era inmortal”.

A veces es duro creer que cierta persona pueda morir, por la vida y energía que encarnó. Nosotros, simplemente, no podemos imaginar que ese pulso de vida esté muerto, inmóvil, ausente para siempre de este planeta. Cierta gente parece estar exenta de la muerte porque no podemos imaginarnos muriendo tal energía, color, generosidad y bondad. ¿Cómo puede morir tan maravillosa energía?

Yo he sentido eso muchas veces en mi vida; muy recientemente, esta semana pasada, cuando fallecieron dos antiguos compañeros, ambos hombres especialmente animosos, vitalistas, avispados y generosos. Me vinieron a la mente Kazantzakis y su lucha por aceptar la muerte de  Zorba, junto con la manera como intentó tratar con esa muerte. Decidió tratar de “resucitar” a Zorba, volverlo a la vida trayendo su historia al mundo, de modo que transformara su vida en un mito, una danza y una religión.

Kazantzakis creía que esto es lo que hizo María Magdalena justo después de la muerte de Jesús, cuando abandonó la tumba de Jesús y volvió al mundo. Ella resucitó a Jesús al contar su historia, creando un mito, una danza y una religión. Así, inmediatamente después de la muerte de Zorba, Kazantzakis se dijo: “Démosle nuestra sangre para que él pueda ser devuelto a la vida, hagamos lo que podamos para lograr que este extraordinario comilón, bebedor, caballo de carga, cazador de mujeres y vagabundo prolongue su vida: este danzante y guerrero, el alma más grosera, el cuerpo más firme, el grito más libre que he conocido en mi vida”.

¡Bendecid su esfuerzo!  Eso contribuyó a una gran historia, un impresionante mito, pero nunca contribuyó a una religión ni a una eterna danza, porque no fue lo que María Magdalena hizo con Jesús. Sin embargo, aún hay algo que aprender aquí sobre cómo tratar con una muerte que aparentemente quita algo de oxígeno al planeta. No debemos permitir que esa maravillosa energía desaparezca, porque estamos obligados a mantenerla viva. Con todo, como cristianos, hacemos esto de diferente manera.

Nosotros leemos la historia de María Magdalena muy diferentemente. María fue a la tumba de Jesús, la encontró vacía y se marchó llorando; pero… pero, antes de que lograra contar a alguien una historia, se encontró con un Jesús resucitado que le contó de qué modo su energía, color, amor, persona serían encontrados ahora, a saber, en una modalidad radicalmente nueva, en su espíritu. Eso contiene el secreto de cómo debemos dar vida a nuestros seres queridos después de que hayan muerto.

¿Cómo guardamos vivos a nuestros seres queridos y la maravillosa energía que trajeron al planeta, después de que han muerto? Primero, reconociendo que su energía no muere con sus cuerpos, que eso no se va del planeta. Su energía se queda, viva, aún con nosotros; pero ahora dentro de nosotros, por medio del espíritu que legan en pos de sí (justamente como Jesús legó su espíritu). Además, su energía nos pone en comunicación siempre que entramos en su “Galilea”, a saber, en esos lugares en los que sus espíritus medraron y exhalaron oxígeno generativo.

¿Qué se quiere decir con eso? ¿Qué es la “Galilea” de alguien? La “Galilea” de una persona es esa especial energía, ese especial oxígeno que exhala. Para Zorba, fue su audacia y gusto por la vida; para mi papá, fue su porfía moral; para mi mamá, fue su generosidad. En esa energía, exhalaron algo de Dios. Siempre que vamos a esos lugares donde sus espíritus exhalaron la vida de Dios, volvemos a respirar su oxígeno, su danza, su vida.

Como todos vosotros, a veces yo he estado aturdido, entristecido e incrédulo en la muerte de cierta persona. ¿Cómo podía ser que muriera esa energía especial? A veces esa energía especial se manifestaba en la belleza física, la gracia humana, la audacia, el atractivo, el color, la entereza moral, la compasión, la dulzura, la cordialidad, el ingenio o el humor. Puede ser duro aceptar que la belleza y el oxígeno vivificante puedan al parecer abandonar el planeta.

A la postre, nada se pierde. Algún día, en el tiempo de Dios, en el momento oportuno, la piedra volverá a rodar y, como María Magdalena marchándose de la tumba, sabremos que podemos respirar de nuevo esa maravillosa energía en “Galilea”. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano) - 

Está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio

 



Domingo 3ª del Tiempo Ordinario

Gracias a: Rezando Voy. 

Padre nuestro, Padre de todos, líbrame del orgullo de estar solo...

Padre nuestro, 
Padre de todos, 
líbrame del orgullo
de estar solo.

No vengo a la soledad
cuando vengo a la oración,
pues sé que, estando contigo,
con mis hermanos estoy;
y sé que, estando con ellos,
tú estás en medio, Señor.

No he venido a refugiarme 
dentro de tu torreón,
como quien huye a un exilio
de aristocracia interior. 
Pues vine huyendo del ruido, 
pero de los hombres no.

Allí donde va un cristiano 
no hay soledad, sino amor,
pues lleva toda la Iglesia
dentro de su corazón.
y dice siempre «nosotros», 
incluso si dice «yo». Amén.
Laudes. LITURGIA DE LAS HORAS CORRESPONDIENTE AL SÁBADO SEMANA II DEL SALTERIO

Los Claretianos. Cincuenta años en Oviedo. Artículo de la revista conmemorativa de las bodas de oro parroquiales.

Cincuenta años que han sido testigos de las tareas misioneras de los hijos del Corazón de María en Oviedo. Su dedicación ha alentado desde entonces la vida cristiana desde la catequesis, la formación de muchas generaciones, el cariño a la Virgen a través de la Archicofradía del Corazón de María.

Cincuenta años de historia y de servicio al Evangelio. Cincuenta años para reconocer tanta vida entregada generosamente, para celebrar juntos que esta historia es nuestra.

Sin embargo, la irrupción del coronavirus ha obligado a modificar las celebraciones que la comunidad de religiosos que atiende la parroquia, formada por seis claretianos, tenían previstas. Actividades, muchas de ellas, destinadas a recordar a los muchos misioneros que han servido en el templo del Inmaculado Corazón de María en Oviedo, y aún más, por aquellos que lo hicieron desde que llegase la Congregación a Asturias, hace casi cien años.

No obstante, su vocación como misioneros no hace sino más que crecer en estos tiempos convulsos y llenos de incertidumbre, porque, como destaca el P. Miguel Ángel Niño, “ahora lo que prima es estar cada vez más cerca de la gente, porque ese es el fondo de la cuestión de estos cincuenta años: reforzar nuestro carisma, el de ser misioneros para el mundo”.

Tras una vida entera dedicado a la enseñanza, y con la llegada de su jubilación, Niño ha podido dedicarse en exclusividad a las tareas parroquiales. Aunque siempre ha estado vinculado a la vida pastoral, ya que durante su vida laboral colaboraba en los tiempos litúrgicos fuertes, como la Semana Santa, Navidad y domingos del año. Su llegada el pasado verano a la parroquia del Corazón de María coincide con la fecha histórica del cincuentenario del templo.


¿Qué ha supuesto para usted su llegada a la parroquia?

Mi llegada a Oviedo está marcada por las limitaciones que impone la pandemia. Estoy muy agradecido a la comunidad de Misioneros Claretianos y a la Parroquia por su acogida y el apoyo en el día a día. Aunque el cargo de párroco le tenga uno, es toda la Comunidad Claretiana la animadora de la vida pastoral.

¿Cómo ha afectado la pandemia a las celebraciones previstas?

Prácticamente llevamos un retraso de once meses. Hemos tenido que adaptar el diseño de grandes eventos por uno acorde al ritmo del curso y a la realidad social del entorno.

Supongo que esta situación también ha afectado a la vida parroquial. Convertido en un periodo del tiempo histórico. “Decidimos fijar la celebración del cincuentenario poniendo como comienzo y fin dos fechas significativas  de la Parroquia: la fiesta de San Antonio María Claret,  Patrono y Fundador de los Misioneros  Claretianos  en octubre, y la celebración de la fiesta del Corazón de María,  titular de la parroquia,  que será el próximo mes de mayo”.


El aniversario de la parroquia llega un año después de que el padre Blanco celebrase sus bodas de oro sacerdotales. En esos años, ha sido testigo activo de la evolución de los claretianos en Asturias, un tiempo, dice, “muy rico en actividades  y vida pastoral con nuestros Arzobispos D. Gabino Díaz Merchán  que celebró los 25 años, y D. Jesús Sanz Montes en esta ocasión. ¡Qué buena siembra   se ha hecho en estos 50 años, esperando que produzca muy buenos frutos de futuro!”.

Pero en las celebraciones hay quien tiene otro papel esencial: la feligresía;  la que en  nuestra parroquia “siempre ha estado vinculada a la vida social de Oviedo, además de colaborar en otras obras sociales en Múrmansk (Rusia), la India o América latina. Nuestros feligreses son numerosos y comprometidos en la Caridad”, como lo re- cuerda el P. Julián Corral Gutiérrez.

¿Cómo participan los feligreses en esas acciones?

Los seglares  son los coordinadores   de la mayoría de los 25 grupos de la parroquia, donde  los sacerdotes son los responsables últimos.

Grupos en los que destaca la presencia de jóvenes, más cuando en muchas parroquias notan un descenso de participación de las nuevas generaciones en la vida pastoral. Para el P. Fernando Sotillo Centeno “si después de la Comunión o de la Confirmación  no hay continuidad con los niños o con los jóvenes, todo se muere”, aunque reconoce que “la presencia de los jóvenes en una parroquia viene condicionada por su proceso catecumenal en la misma”


¿Son muchos los jóvenes con los que cuentan en la parroquia?

En nuestra parroquia,  gracias a Dios, existen unos preciosos grupos de Postcomunión  y de adolescentes, que se con- firman a los 15 y 17 años respectivamente. Todo esto ha posibilitado una Comunidad  Juvenil que tiene dos fuentes de vida a través de dos encuentros mensuales: una para rezar en comunidad y otra para seguir creciendo en la formación.  Muchos de ellos, además, prestan algún servicio a la parroquia  y a la sociedad colaborando como catequistas, animación de la Misa Juvenil o como voluntarios en proyectos sociales de Cáritas  y en las campañas solidarias, incluso como monitores de campamento en verano.

¿Cómo se puede atraer más a los jóvenes a la Iglesia?

El mayor reclamo de los jóvenes son los mismos  jóvenes. De la misma  manera,  sólo una misa pensada, preparada, animada, cantada,  participada  y celebrada con y para los jóvenes, puede convocar a la juventud.  Los sacerdotes debemos seguir creyendo en los jóvenes,  confiar  en ellos, acompañarlos  y dejarlos ser protagonistas.

El P. Mario Hevia García destaca, además, otros grupos que dotan de vida a la parroquia del Corazón de María en Oviedo, “además de los grupos especialmente claretianos como la Archicofradía del Corazón de María y Amigos de la Misión”.

¿Podríamos destacar algún grupo en concreto?

Son muchos  los grupos, pero quiero  referirme  a los que tienen un reconocimiento universal  a nivel de toda la Iglesia, como  son el Camino Neocatecumenal  y la Re- novación Carismática,  dos movimientos  que han tenido una implantación muy temprana  y próspera.

A nivel parroquial ha funcionado también un grupo de estudio y comentario de la Biblia desde hace más de veinte años; los Cursillos de Cristiandad,  Hakuna –grupo de jóvenes de adoración al Santísimo-,  o la Adoración Nocturna femenina.

A todos ellos se suman otros que mantienen viva la llama de la cristiandad con diferentes actividades, el grupo de Scouts, los comedores compulsivos o el de los jugadores anónimos, entre otros.


El P. Manuel Díez Borges ha sido el último en llegar a la comunidad de religiosos del Corazón de María de Oviedo. Pese a llevar solo unos meses, ya ha podido compro- bar el importante papel de la parroquia en la vida de los ovetenses.  “Son muchas las personas que se acercan a nosotros, sacerdotes, manifestándonos  su preocupación, miedo, desorientación… a causa del coronavirus,  y esperando que les demos un poco de consuelo y de ánimo”, señala.

Puede que la proximidad de la Navidad ayude a encontrar ese ánimo, aunque, como reza el lema de las Bodas de Oro de nuestra parroquia, necesariamente viviremos unas “Navidades caseras”. Y como recuerda el padre Niño, “serán unos días de acogida familiar y una oportunidad de encuentro personal con el Niño Dios y su familia. Habrá un cordón invisible que unirá a todas las casas con el Portal  de Belén”.

¿Qué espera de nosotros el amor en este momento? Artículo

“Puedes asumir con seguridad que has creado a Dios a tu propia imagen cuando sucede que Dios odia a la misma gente a la que tú odias”.  Anne Lamott

Esas son palabras dignas de ser contempladas en todos puntos de la vertiente política y religiosa de hoy. Vivimos en un tiempo de amarga división. Desde las oficinas de nuestro gobierno hasta las mesas de nuestra cocina hay tensiones y divisiones sobre política, religión y versiones de la verdad que parecen irreparables. Tristemente, estas divisiones han puesto en escena lo peor de nosotros, de todos nosotros. La habitual cortesía se ha venido abajo y ha traído consigo algo que aclara consecuentemente la definición bíblica de lo “diabólico”: carencia generalizada de general cortesía, desacato, demonización y odio de unos a otros. Todos nosotros asumimos ahora con presunción que Dios odia a la misma gente a la que nosotros odiamos. La polarización en torno a las recientes elecciones de EE. UU., el asalto a los edificios del Capitolio de EE. UU. por un gentío desenfrenado, los amargos debates éticos y religiosos sobre el aborto, y la pérdida de una noción común de la verdad han dejado claro que la descortesía, el odio, el desacato y las diferentes nociones de la verdad rigen el día.

¿Adónde vamos con eso? Yo soy teólogo, no político ni analista social; por tanto, lo que digo aquí tiene que ver más con la vivencia del discipulado cristiano y la madurez humana básica que con cualquier respuesta política. ¿Adónde vamos religiosamente con esto?

Tal vez una manera útil de indagar una respuesta cristiana es plantear la cuestión así: ¿qué significa amar en un momento como este? ¿Qué significa amar en un tiempo en el que la gente ya no puede quedar de acuerdo sobre lo que es verdadero? ¿Cómo permanecemos civilizados y respetuosos cuando se tiene la sensación de ser imposible respetar a aquellos que disienten de nosotros?

Al luchar por la claridad con un problema tan complejo, a veces puede ser bueno proceder por la Vía Negativa, esto es, preguntando primeramente qué deberíamos evitar hacer? ¿Qué no  deberíamos hacer hoy?

Primero, no deberíamos poner entre paréntesis la cortesía y legitimar el desdoro y la demonización; pero tampoco deberíamos ser malsanamente pasivos, temerosos de que decir nuestra verdad contrariará a otros. No podemos descuidar la verdad y permitir que las mentiras e injusticias se hallen cómodas y no expuestas. Es demasiado simple decir que hay buena gente en ambos lados para evitar tener que hacer verdaderas adjudicaciones ante la verdad. Hay gente sincera en ambos lados, pero la sinceridad también puede estar muy mal dirigida. La mentira y la injusticia necesitan ser nombradas. Finalmente, debemos resistir a la sutil tentación (casi imposible de resistir) de permitir que nuestra justicia se transforme en autojusticia, una de las modalidades más divisorias del orgullo.

¿Qué necesitamos hacer en nombre del amor? Fiódor Dostoyevski escribió la famosa frase de que el amor es una cosa dura y espantosa, y nuestra respuesta debería ser aceptar eso. El amor es duro, y esa dureza no es sólo el malestar que sentimos cuando nos confrontamos  con otros o nos encontramos confrontados por ellos. La dureza del amor se siente lo más agudamente en la (casi indigestible) autojusticia que tenemos que aguantar con el fin de levantarnos a un nivel superior de madurez donde podamos aceptar que Dios ama a los que nosotros odiamos justamente tanto como Dios nos ama a nosotros; y esos a quienes odiamos nosotros son precisamente tan preciosos e importantes a los ojos de Dios como lo somos nosotros.

Una vez que aceptamos esto, entonces podemos hablar a favor de la verdad y la justicia.  Entonces la verdad puede hablar al poder, a la “verdad alternativa” y a la negación de la verdad. Esa es la tarea. Las mentiras deben ser expuestas, y esto debe ocurrir en nuestros debates políticos, en nuestras iglesias y en nuestras mesas del comedor. Esa batalla nos  llamará algunas veces más allá de la amabilidad (lo que puede ser su propia gran batalla para las personas sensibles). Pero, aunque no siempre podamos ser amables, siempre podemos ser correctos y respetuosos.

Una de nuestras figuras proféticas contemporáneas, Daniel Berrigan, a pesar de numerosos arrestos por desobediencia civil, afirmó resueltamente que un profeta hace voto de amor, no de alienación. De aquí que, en todos nuestros intentos de defender la verdad, hablar a favor de la justicia y hablar la verdad al poder, nuestro tono dominante debe ser el del amor, no de ira ni de odio. Además, si estamos actuando con amor o con alienación, siempre será manifiesto, en nuestra cortesía o en ausencia de ella. Sin importar nuestra ira, el amor aún tiene algunos no-negociables, la cortesía y el respeto. Siempre que nos encontremos rebajándonos a insultos de  adolescentes, podemos estar seguros de que hemos caído fuera del discipulado, fuera de la profecía y fuera de lo mejor que hay en nosotros.

Finalmente, cómo responderemos a los tiempos continúa siendo una cosa profundamente personal. No todos nosotros somos llamados a hacer las mismas cosas. Dios ha dado a cada uno de nosotros dones únicos y única llamada; algunos son llamados a la protesta llamativa, otros a la callada profecía. Sin embargo, todos somos llamados a preguntarnos la misma cuestión: dado lo que está sucediendo, ¿qué espera de mí el amor en este momento? Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

Saludo del alcalde de Oviedo con motivo de la conmemoración de las bodas de oro parroquiales.

En estos tiempos que corren, cualquier celebración su- pone un halo de luz entre tanta oscuridad. Sobre todo, si se trata de una ocasión tan especial como esta. La Parroquia del Inmaculado Corazón de María de Oviedo cumple 50 años de vida. Y, por ello, quiero trasladar a todos sus fieles y, especialmente, a los Padres Claretianos, mi más sincera enhorabuena.

La Parroquia del Inmaculado Corazón de María lleva medio siglo haciendo honor a su nombre. No solo porque se encuentra en el centro de nuestra ciudad, sino por el abnegado trabajo que en ella realizan, de todo corazón, los miembros de su Equipo Sacerdotal.

Con el paso de los años, el templo se ha convertido en un verdadero hogar para muchos de sus feligreses y su acción caritativa, de catequesis y de apostolado, ha llegado -y ha ayudado- a cientos de ovetenses. En nombre de todos ellos, y como Alcalde de Oviedo, os doy las gracias.

Son tiempos difíciles para todos y, por eso, me atrevo a pediros algo: que no decaigáis nunca en vuestra importante labor. Es justo ahora, cuando tantas personas están pasándolo mal por los efectos de la implacable pandemia de la Covid-19, cuando más se necesitan vuestra caridad y solidaridad.

No tengo la menor duda de que vuestra fe, vuestro compromiso y vuestra entrega guiarán a todos aquellos que se acerquen a vuestra parroquia -sean, o no, creyentes- en este duro camino que se avecina. Porque si algo habéis hecho en estos 50 años ha sido cuidar, con admirable vocación, de vuestros feligreses   de quienes lo necesitaban.

Como Alcalde, me apena profundamente que las celebraciones de tan memorable efeméride tengan que celebrarse bajo fuertes restricciones. Pero, en estos momentos de emergencia sanitaria, la salud de vuestros fieles, muchos de ellos de avanzada edad, debe ser lo primero. Pero no por ello este aniversario pasará sin pena ni gloria. Al contrario.  Pues suele ser en las cosas pequeñas de la vida, donde encontramos el sentido de nuestra existencia.

Sabéis que, hoy y siempre, encontraréis una mano amiga en este Ayuntamiento. De corazón, gracias y felicidades. Y, como suele decirse, espero que cumpláis muchos años más.

Alfredo Canteli Fernández. Alcalde de Oviedo

Muchas Felicidades. Artículo del Superior Provincial Claretiano con motivo de la conmemoración de las bodas de oro parroquiales.

Medio siglo. Cincuenta años. Por un lado parece poco. Por otro tiene su valor. Cincuenta años dan para mucho en la vida de una persona o institución. Para un creyente son sin duda un profundo motivo de gratitud. El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres, cabe decir con el salmo. Cristo Resucitado ha cumplido su promesa y ha estado con nosotros todos los días. ¡Y eso sí que es mucho!

No celebramos medio siglo de la llegada a Asturias de los Misioneros Hijos del Corazón de María, hace ya casi cien años, en 1922. Tampoco medio siglo de la presencia en Oviedo de los Claretianos, como se nos conoce más ahora, pues llegamos en 1941. No. Celebramos cincuenta años de vida de la comunidad parroquial, desplegada en torno a un templo que ya congregaba cristianos en 1955, hace sesenta y cinco años.

La vida ha dado muchas vueltas desde que D. Gabino Díaz Merchán, a quien tanto debemos los asturianos, firmó el decreto de erección de la Parroquia y presidió, en pleno agosto, la eucaristía con que se iniciaba su caminar. Muchas palabras que usamos para hablar de realidades importantes de la vida tenían entonces significados algo distintos a los de viva capaz de congregar, como es y ha sido el caso, a ovetenses de muchas partes de la ciudad atraídos por este templo y sus celebraciones, la fraternidad vivida en su comunidad, sus propuestas de crecimiento y profundización en la fe, la seriedad de sus procesos catecumenales o su sensibilidad por salir al paso de las necesidades de cada tiempo.

Muchas voces agradecerán estos meses a los Misioneros su presencia y servicio. Como solía repetir el P. Severino María Alonso, tan vincula-do a esta comunidad, “gracias por las gracias”. También nosotros, Hijos del Corazón de María, proclamamos la grandeza del Señor y agradecemos de corazón la acogida de las gentes, el afecto fraterno del presbiterio de la Diócesis y de sus sucesivos pastores (¡gracias por sus palabras, Fray Jesús!), la entrega generosa de tantos laicos y laicas en tan diversos compromisos, grupos parroquiales, comunidades y ministerios. Nosotros también hemos crecido mucho gracias a ustedes en ese misterio que es la comunión de los santos.

Una efeméride así ha de incluir una petición de perdón. Gracias por comprender lo que no hemos hecho bien, por olvidar lo que hemos podido hacer mal. Perdón por nuestros pecados de acción y omisión; por no cultivar lo suficiente -como en su día nos pidió D. Gabino- el espíritu de dedicación y fidelidad a la Iglesia de San Antonio María Claret.

En la familia claretiana decir Oviedo es decir iglesia, parroquia, residencia universitaria, predicación en cientos de villas y aldeas. Es evocar cuarenta años de servicio pastoral en los concejos de Somiedo y Belmonte de Miranda que se inició y terminó desde aquí. Decir Oviedo es decir Juanjuí, muestra brillante de la apertura a la Iglesia universal de una generosa comunidad parroquial. Es evocar a muchos santos de la puerta de al lado que preferirían y prefieren no ser citados.

Hace poco, en su carta La alegría del Evangelio, el Papa Francisco insistía en la relevancia y vitalidad que tiene la parroquia en las sociedades del siglo XXI. Una comunidad de comunidades viva, hogar, casa hecha propia, presencia eclesial en el territorio, ámbito privilegiado de escucha de la Palabra, de crecimiento en la fe, diálogo, anuncio, caridad generosa, adoración y celebración, santuario al que venimos a beber los sedientos y centro de constante envío misionero.

Celebramos cincuenta años. Demos mil gracias a Dios. Pero sólo cincuenta. Acojamos su invitación a dejarnos levantar y alimentar por Él; el camino aún puede ser largo. Hagamos nuestro el querer del Papa, que señala a las parroquias tres campos de crecimiento: estar todavía más cerca de la gente, ser de verdad ámbitos vivos de comunión y participación, orientarse del todo a la misión.

Sin contar misioneros hermanos ni estudiantes, la comunidad claretiana de Oviedo llegó a contar con diecisiete sacerdotes a la vez. Nombres insignes dejaron aquí su vida, tras muchos años de entrega, siendo mucho más jóvenes que los misioneros que sirven desde hace años a la comunidad parroquial. Son otros tiempos. Cada cual con su riqueza. Y seguro que con su sentido en los planes misteriosos de Dios. Gracias, Iglesia de Asturias. Gracias, querida comunidad parroquial. Gracias, hermanos. Que por intercesión del Beato Juan Díaz Nosti, miembro sobresaliente de vuestra comunidad, la bendición del Señor siga acompañan- do muchos años vuestros pasos. Al Corazón de su Madre, siempre generosa y especial-mente cercana de quien sufre, os encomendamos. ¡Muchas felicidades! Pedro Belderrain, cmf. Superior Provincial.

¿Cuál es tu práctica? Artículo

Hoy día, la pregunta normal en los círculos espirituales no es “¿cuál es tu iglesia o tu religión?”, sino “¿cuál es tu práctica?”

¿Cuál es tu práctica? ¿Cuál es tu particular práctica de oración explícita? ¿Es cristiana? ¿Budista? ¿Islámica? ¿Secular? ¿Haces meditación? ¿Haces oración Centrante? ¿Practicas Mindfulness? ¿Durante cuánto tiempo haces esto cada día?

Estas preguntas son buenas, y las prácticas de oración a las que se refieren son buenas también; pero estoy en desacuerdo con una cosa. La tendencia aquí es identificar la esencia del discipulado y la observancia religiosa de uno con una sola práctica de oración explícita, y eso puede ser reduccionista y simplista. El discipulado versa sobre más de una sola práctica de oración.

Un amigo mío cuenta esta historia. Estuvo en una reunión de espiritualidad en la que la cuestión que más se preguntó a todos fue esta: ¿cuál es tu práctica? Una mujer respondió: “Mi práctica es criar a mis hijos”. Tal vez lo dijera en broma, pero su agudeza contiene una visión que puede servir como importante correctivo a la tendencia a identificar la esencia del discipulado de uno con una sola práctica de oración explícita.

Los monjes tienen secretos dignos de ser conocidos. Uno de estos es la verdad de que, para que cualquier única práctica de oración sea transformativa, debe estar encajada en un conjunto más amplio de prácticas, una “rutina monástica” mucho más considerable, que comprometa a uno a mucho más que a una sola práctica de oración. Para un monje, cada práctica de oración está encajada en una rutina monástica; y esa rutina, más bien que una sola práctica de oración, viene a ser la práctica del monje. Más aún, esa rutina monástica, para tener verdadero valor, debe estar fundamentada sobre la fidelidad a los votos de uno.

De aquí que la pregunta “¿cuál es tu práctica?” sea buena si se refiere a más de una sola  práctica de oración explícita. También debe preguntar si estás cumpliendo los mandamientos. ¿Eres fiel a tus votos y compromisos? ¿Estás criando bien a tus hijos? ¿Eres parte integrante de la comunidad cristiana? ¿Estás en salida a los pobres? Y -sí- ¿tienes alguna práctica de oración habitual, explícita y regular?

¿Cuál es mi propia práctica?

Yo me inclino manifiestamente por la regularidad y el ritual, en una “rutina monástica”. Aquí está mi rutina normal: Cada mañana, rezo el Oficio de Laudes (normalmente, en comunidad).  Después, antes de ir a mi oficina, leo un libro espiritual al menos durante 20 minutos. A mediodía, participo en la Eucaristía y, alguna vez durante el día, me doy un largo paseo y rezo durante una hora (por lo general, usando el rosario como mantra y orando por muchos nominalmente). Los días en que no me doy el paseo, me siento en meditación o en oración centrante durante unos quince minutos. Cada tarde, rezo Vísperas (de nuevo, normalmente en comunidad). Una vez a la semana, empleo la tarde escribiendo una columna sobre algún aspecto de espiritualidad. Una vez al mes, recibo el Sacramento de la Reconciliación, siempre con el mismo confesor; y, cuando es posible, trato de conseguir una semana cada año para hacer Ejercicios Espirituales. Mi práctica sobrevive en la rutina, el ritmo y el ritual. Estos me guardan y mantienen en mi discipulado y mis votos. Me guardan más que yo los guardo.  Sin importar lo ocupado que me encuentre, sin importar lo distraído que esté y sin importar si siento ganas de orar o no en un día determinado, estos rituales me inducen a la oración y la fidelidad.

Ser discípulo es situarte bajo una disciplina. Así, la mayor parte de mi práctica es mi ministerio y la habitual disciplina que esto me reclama. Revelación total: el ministerio es con frecuencia más estimulante que la oración, pero también reclama más de ti; y, si está hecho con fidelidad, puede ser poderosamente transformativo en términos de conducirte a la madurez y al altruismo.

Carlo Carretto, el renombrado escritor espiritual, pasó buena parte de su vida adulta en el desierto de Sahara, viviendo en soledad como un monje, ocupando muchas horas en oración formal. Pero, después de años de soledad y oración en el desierto, fue a visitar a su anciana madre, que había dedicado muchos años de su vida a criar hijos, reservando poco tiempo para  la oración formal. Visitándola, advirtió algo, a saber: ¡su madre era más contemplativa de lo que era él! Para su crédito, Carretto aprendió la lección correcta: no había nada malo en lo que él había estado haciendo en la soledad del desierto durante todos esos años, pero había algo muy bueno en lo que su madre había estado haciendo en el ajetreado bullicio de criar hijos durante tantos años. Su vida fue su propio monasterio. Su práctica fue “criar hijos”.  

Siempre me ha gustado esta frase de Robert Lax: La tarea en la vida no es tanto encontrar una senda en el bosque como encontrar un ritmo con el que caminar. Tal vez tu ritmo sea “monástico”, tal vez “doméstico”. Una práctica de oración explícita resulta muy importante como práctica religiosa, pero así son también nuestros deberes de estado. Ron Rolheiser (Traducción Benjamín Elcano, cmf) - 

Actividades de la catequesis parroquial: FAMILIAS DEL CORAZÓN DE MARÍA


Después de la experiencia del Belén de Cumbres, el grupo de familias de la parroquia, proyectó otra actividad al aire libre para el sábado, día 2 de enero.


El tiempo impidió llevar a cabo esta actividad, pero el entusiasmo y las ganas de convivir entre las familias hicieron que se reinventara esta actividad y se transformara en una Gynkana de familias en el salón de actos de la parroquia.


¡Vaya sorpresa y vaya gozada para padres e hijos! Cada familia ocupaba una de las mesas que hacían círculo en torno al salón, mientras que las pruebas de la gynkana se realizaban en el espacio libre del centro, incluso señalizado con unas líneas a fin de mantener las distancias en la ejecución de las diversas pruebas. Participaron no sólo los hijos, sino también los mismos padres e incluso toda la familia en alguna prueba.


Después de más de horas de juego, terminamos este encuentro con la ofrenda-oración-adoración y canto de un villancico de cada familia. ¡Y hasta el próximo encuentro!







Soplando las velas de la gratitud. Artículo del Arzobispo de Oviedo con motivo de la conmemoración de las bodas de oro parroquiales.

Segundo artículo de la revista conmemorativa sobre las bodas de oro de la parroquia del Corazón de María de Oviedo firmado por + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm, Arzobispo de Oviedo.

Lo hacemos cada vez que toca celebrar un cumpleaños: nos disponemos a soplar con gana y entusiasmo el bosque de velas que nos están recordando los años por los que hacemos fiesta de agradecimiento en torno a una persona o a una institución.

En Oviedo contamos desde hace muchos años con la presencia de unas personas muy queridas que han llevado adelante una importante institución. Me estoy refiriendo a la Parroquia del Inmaculado Corazón de María que desde hace cincuenta años cuidan con entrega y esmero los Padres Claretianos. Aquí coinciden los dos referentes en el bosque de velas: unas personas y una institución.

Para mí, como Arzobispo y religioso franciscano, es una alegría poder contar con la vida consagrada tanto masculina como femenina. Los Claretianos representan un regalo que Dios hizo a su Iglesia a través de su fundador San Antonio María Claret, de quien toman el nombre. Este arzobispo (San Antonio María Claret) estuvo en Covadonga en 1858 acompañando a la Reina Isabel II, de la que era confesor. Este gran apóstol, misionero y evangelizador, dejó una preciosa impronta en sus hijos espirituales, marcando en ellos un gran amor a la Iglesia por la que se desvivió.

Los Claretianos son esa bendición que se dilata a través de la historia, y representan la continuidad del re- galo que supuso San Antonio María Claret para toda la Iglesia universal, pero tomando domicilio en una casa, en una iglesia, en una parroquia, en un colegio.

La casa es uno de los temas que cruza toda la Sagra- da Escritura. Los textos bíblicos nos presentan una evolución temática de cómo aquel jardín del Edén que fue creado como espacio humano del todo adecuado para la criatura más asemejada a la imagen de su Creador, fue trocado en paraíso perdido. Aquel hombre dividido por dentro y enfrentado por fuera, que se esconde por miedo a Dios, que se tiene que cubrir por vergüenza ante su prójimo (su “ayuda adecuada”), y que experimenta la fatiga y el dolor ante el trabajo y la vida (Cf. Gén 3, 7-19), se convierte en un peregrino dramáticamente errante.

La historia de Israel es la historia de una casa que se hace hogar de la Presencia de Dios paulatinamente entreabierta: desde las tiendas del éxodo en el desierto, hasta el templo de Jerusalén se hace todo un recorrido en el que el progresivo adentra-miento en donde Dios habita o, más bien, la progresiva acogida de su mora- da, se ofrece como una revelación gradual que encontrará su cumbre cimera en la Encarnación del Hijo de Dios. Jesucristo, como el Dios-con-nosotros  ha puesto la tienda de Dios, su casa, en nuestra tierra, y aunque esa luz no fue admitida por la tiniebla, ha sido siempre un reclamo providencial para quien estando en oscuridad reconoce que ha nacido para una luz más gran- de. Es así como se describe el encuentro entre Jesús y los dos primeros discípulos Juan y Andrés: como el reconocimiento en aquel que pasaba de que tenía lo que ellos más necesitaban:  «Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les dice: ¿qué buscáis? Ellos respondieron: Maestro, ¿dónde vives? Les dice: Venid y ved. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Eran las cuatro de la tarde» (Jn 1, 38-39).

La casa cristiana, morada de Dios y de los hombres, está construida con piedras vivas y tiene en Cristo la piedra angular. A través de los siglos, la acogida que Dios ha hecho de sus hijos, se ha ido plasmando en diferentes moradas como las representadas  por los distintos caminos de recordación de la Casa acampada en nuestra historia, que siempre representa la Vida del Hijo de Dios.

Siempre que las buenas gentes cristianas me enseñan con gozo y dignidad la iglesia de su pueblo, no simplemente me muestran un edificio religioso, sino como es en verdad una estancia de su hogar. Esa casa, por ser la de Dios, les pertenece, porque se les ha invitado a entrar y a quedarse en ella, porque allí habita Alguien que les entiende, les espera, les consuela y fortalece. Los momentos más luminosos de nuestra vida han sido alumbrados allí: el nacer de nuestros pequeños, cuan- do los llevamos a bautizar haciéndoles hijos de Dios; la infancia inocente que se abre a Dios como se abre a la vida, cuando le hacemos ver que su corazón tiene otra hambre distinta, hambre de Dios que se sacia en la Eucaristía de la primera comunión y de tantas otras que luego vendrán; la adolescencia, que por definición suele ser rebelde y confusa, en esa encrucijada en la que ya no se es más niño y aún no se sabe ser adulto, y ahí se recibe como don y compañía al Espíritu que Jesús prometió y en el que confirmamos la fe de los jóvenes; el amor de los esposos que se dicen sí entre ellos al abrigo del sí del mismo Dios prometiéndose amor y fidelidad siempre, en las duras y en las maduras todos los días de la vida; la consagración de quienes llama el Señor a la vida sacerdotal o religiosa, cuando se recibe el envío de quien primero nos consagra a Él y entre nosotros nos hermana.

Pero también los momentos más complejos y duros, son vividos en ese vaivén del ir y venir a nuestras iglesias y ermitas: cuando tropezamos y caemos mil veces en la piedra de nuestros errores y pecados, y recibimos el perdón del Señor que Él nos brinda en la confesión como la Iglesia nos dice; la ancianidad o la situación de enfermos, ese desvalimiento que abraza Dios como quien estrecha un ser querido y maltrecho para ayudarle y consolarle; finalmente allí también somos despedidos en el adiós último de nuestra andadura humana cuando dejamos todo el equipaje ligero de la travesía de esta vida para iniciar la espera resucitada de la otra orilla venidera.

Cincuenta años después, la parroquia del Inmaculado Corazón de María en Oviedo, puede dar gracias y nosotros con ella. Nos unimos al agradecimiento de los Claretianos y por ellos. Y seguiremos  brindando con un “por muchos años”, para que Dios en estos queridos hermanos nos siga bendiciendo.  Enhorabuena  por las bodas de oro de esta comunidad cristiana. + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm Arzobispo de Oviedo

Actividades de la catequesis parroquial: ENCUENTRO NAVIDEÑO GRUPO JUVENIL.


"El Grupo Juvenil de la parroquia celebró en estas Navidades un encuentro gozoso y cargado de profundo sentido.

El encuentro tuvo tres momentos:

El primero fue una reflexión personal y de grupo a partir del video de Navidad "Este experimento social hizo cambiar 
a 27 jóvenes". Las mismas preguntas del video las respondieron también estos  jóvenes antes de escuchar las respuestas de los jóvenes del video.

A continuación los jóvenes tuvieron una oración, muy alegre y participada, sobre la Navidad. Hubo también otro tiempo para el regalo al 
"Amigo Invisible". Cada joven debía traer un regalo envuelto con un mensaje a su mejor amigo. Hubo gratas sorpresas. 
Y todo finalizó cantando en grupo una serie de villancicos, donde algunos de los jóvenes mostraron sus cualidades musicales con la guitarra, con la viola o con la trompeta". Álbum completo