"Al rezar a Dios siguiendo a Jesús nos unimos como hermanos con los que rezan siguiendo otras culturas, otras tradiciones y otras creencias.
Somos hermanos que oramos.
La fraternidad nos lleva a abrirnos al Padre de todos y a ver en el otro un hermano, una hermana para compartir la vida o para sostenerse mutuamente, para amar, para conocer.
La Iglesia valora la acción de Dios en las demás religiones, sin olvidar que para nosotros cristianos la fuente de la dignidad humana y de la fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo.
Los creyentes debemos volver a nuestras fuentes y concentrarnos en lo que es esencial. Lo que es esencial de nuestra fe, la adoración a Dios y el amor al prójimo.
Recemos para que el Señor nos dé la gracia de vivir en plena fraternidad con los hermanos y hermanas de otra religión y no andar peleando, y rezando unos por otros, abriéndonos a todos”.