CATEQUESIS PARROQUIAL 2021-22

Últimos días

¡NINGÚN NIÑO, ADOLESCENTE O JOVEN SIN CATEQUESIS!

Catequesis de comunión-postcomunión confirmación

Inscripciones: de lunes a viernes y de 5 a 9 de la tarde

Comienzo: Viernes, día 1 de octubre, 

18,00 h., comunión-postcomunión- confirmación (6. E.P a 3º ESO). 

20,30 h., confirmación (de 3º ESO a 1º Bachiller).


Catequesis para la Primera Comunión
Abrimos las inscripciones de Catequesis del curso 2021-22 y para los dos primeros años de preparación a la Primera Comunión: niños que van a comenzar 1º de E.P. , 6 años, y niños que comenzarán 2º de E. P., 7.
Acogeremos incluso en 2º de catequesis, a aquellos niños que, por algún motivo, no han podido hacer este año 1º de catequesis y que cursarán 2º de E.P. 
Podrán inscribirse en la portería de la parroquia o llamando al P. Sotillo, al 661173472.

Cuando dudamos del poder de la oración

Necesitamos orar aun cuando eso parezca hacer la cosa con menos vida. Ese es un consejo de Michael J. Buckley con el que necesitamos desafiarnos diariamente. Ante la vida real, la oración puede parecer con frecuencia la cosa  con menos vida. ¿Qué supone hacer oración?

¡Rogaré por ti! ¡Por favor, ruega por mí! ¡Cuenta con mis oraciones! Usamos esas expresiones continuamente. Sospecho que no hay un solo día en que la mayoría de nosotros no prometamos orar por alguien. Sin embargo, ¿creemos de verdad que nuestras oraciones cambian las cosas? ¿Creemos de verdad que nuestras oraciones pueden frenar una pandemia, aliviar tensiones en nuestras comunidades, borrar incomprensiones seculares entre diferentes denominaciones religiosas, curar a alguien que está muriendo de una enfermedad terminal, hacer que nuestros hijos vuelvan a la iglesia, o ayudar a alguien a perdonarnos? ¿Qué puede hacer la oración ante nuestra propia impotencia en una determinada situación?

Jesús dijo que hay ciertos demonios que sólo pueden ser expulsados mediante la oración y el ayuno. Sospecho que encontramos eso más fácil de creer literalmente, en términos de un espíritu maligno siendo expulsado de una persona, que creer que nuestra oración pueda arrojar los demonios más mundanos del odio, la injusticia, la incomprensión, la división, la guerra, el racismo, el nacionalismo, la intolerancia y la enfermedad corporal y mental. Estos son los verdaderos demonios que acosan nuestras vidas y, aun cuando pedimos la ayuda de Dios en la oración, no lo hacemos a menudo con mucha confianza de que nuestras oraciones cambiarán las cosas. ¿Cómo pueden hacerlo?

La larga historia del Judaísmo y el Cristianismo nos ha enseñado que Dios no está en la fácil costumbre de interferir positivamente en la naturaleza y la vida humana, al menos no de las maneras que podamos ver. Los milagros suceden, quizá por millones, de maneras que no podemos percibir. Pero, si no podemos ver los milagros, ¿cómo son reales?

La realidad tiene diferentes modalidades. Existe lo empírico y existe lo místico. Ambos son reales, aunque ambos no son igualmente observables como una acción de Dios en la historia. Si un cuerpo muerto se levanta de la tumba (la Resurrección) o si una multitud de gente camina a pie enjuto a través del Mar Rojo (el Éxodo), eso es claramente una intervención de Dios en nuestro mundo; pero si algún líder mundial tiene un cambio del corazón y súbitamente sintoniza más con los pobres, ¿cómo sabemos lo que impulsó eso? Igualmente para todo lo demás por lo que oramos. ¿Qué inspiró la intuición que condujo al descubrimiento de una vacuna para la pandemia? ¿Pura casualidad? ¿Un toque de arriba? Puedes preguntar esa misma cuestión respecto a la mayoría de las demás cosas por las que oramos, desde la situación del mundo hasta nuestra salud personal. ¿Cuál es la fuente de una inspiración, una recuperación de la salud, una fusión de una amargura, un cambio del corazón, una decisión  correcta, o una ocasión de encontrarte con alguien que viene a ser una gracia para el resto de tu vida? ¿Pura casualidad, simple azar, o una conspiración de accidentes? ¿O la gracia y la guía de Dios te toca positivamente a  causa de la oración, de algún otro o la tuya propia?

Central a nuestra fe como cristianos es la creencia de que todos somos parte de un cuerpo místico, el Cuerpo de Cristo. Esto no es una metáfora. Este cuerpo es un organismo viviente, exactamente tan real como un cuerpo físico. En un cuerpo físico, como sabemos, todas partes se influyen mutuamente, para bien y para mal. Las enzimas saludables ayudan al cuerpo entero a mantener su salud, y los virus dañinos trabajan para enfermar al cuerpo entero también. Si esto es verdad, y lo es, entonces no hay tal cosa como una verdadera acción privada. Todo lo que hacemos, incluso en nuestros pensamientos, influye en otros, y así, nuestros pensamientos y acciones son o enzimas saludables o virus dañinos que afectan a otros. Nuestras oraciones son enzimas saludables y afectan al cuerpo entero, particularmente a las personas y eventos a los que las dirigimos. Esta es una doctrina de fe, no una ilusión.

Al principio de su vida, Dorothy Day fue cínica para con Teresa de Lisieux (La Florecilla) creyendo que su aislamiento en un pequeño convento y su “caminito” místico (el cual profesaba que nuestras más pequeñas acciones afectan a  los acontecimientos del mundo entero) era piadosa ingenuidad. Más tarde, cuando Dorothy se entregó a actividades simbólicas en favor de la justicia y la paz que de hecho parecían cambiar muy poco en la vida real, adoptó a Teresa como su santa patrona. Lo que Dorothy había llegado a observar a través de su experiencia era que sus pequeñas y aparentemente inútiles acciones pragmáticas por la justicia y la paz no eran inútiles en absoluto. Pequeñas y todo como eran, ayudaban a descubrir algún espacio, diminuto al principio, que crecía lentamente en algo más extenso y más influyente. Al soltar algunas pequeñas enzimas en el cuerpo del mundo, Dorothy Day al fin ayudó a crear un poco más de salud en el mundo.

La oración es un antibiótico furtivo y secreto, necesario precisamente cuando parece lo más inútil. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

11 de septiembre. Veinte años más tarde. Artículo.

Hace veinte años, tratando de digerir los acontecimientos del 11 de septiembre, escribí esta columna. Dos décadas después, mi reacción es la misma. Aquí está la columna.

Iris Murdoch dijo una vez que el mundo entero puede cambiar en quince segundos. Se refería al amor. El odio puede hacer lo mismo: el 11 de septiembre (2001), el mundo cambió. Dos enormes aviones de pasajeros, secuestrados por terroristas, se estrellaron y derrumbaron las torres gemelas del World Trade Centre de Nueva York, matando a miles de personas, mientras las cámaras de televisión grababan el suceso en directo, mostrando una y otra vez horribles imágenes. Poco después, un tercer avión secuestrado se estrelló contra el Pentágono, mientras un cuarto se estrellaba en un descampado. Dentro de lo que se suponía que era el lugar más seguro de la tierra, miles de personas inocentes fueron víctimas de un atentado en el espacio de una hora.
Atónitos, mudos, no obstante, intentamos hablar de la situación. Muchas de las palabras que oímos fueron muy duras y enfadadas, y pedían represalias y venganza. Sin embargo, la mayoría de las voces eran tranquilas, y sólo buscaban un lugar seguro e íntimo para llorar, alguien a quien aferrarse. Había un portal de Internet  que simplemente tenía la pantalla en blanco, un gesto silencioso que hablaba con elocuencia. Después de todo, ¿qué se puede decir?
Las primeras líneas del Libro de las Lamentaciones ofrecen esta perturbadora descripción: Qué desierta está la ciudad antes llena de gente. En otro tiempo la más grande de las naciones, ahora es como una viuda.
Más adelante, este mismo libro nos dice que hay momentos en los que lo único que se puede hacer es poner la cara en el polvo y esperar. Rainer Marie Rilke estaría de acuerdo. He aquí su consejo para momentos como éste: Oh, vosotros, los amantes, que sois tan gentiles, entrad de vez en cuando en el aliento de los que sufren, no destinados a vosotros. ... No tengáis miedo de sufrir, devolved la pesadez al peso de la tierra; las montañas son pesadas, los mares son pesados.
La tierra conoce nuestro dolor. A menudo, el silencio es lo mejor.
Sin embargo, hay que decir algunas cosas incluso en la cruda inmediatez de este hecho. ¿Qué?
Primero, que cada vida perdida era única, sagrada, valiosa, insustituible. Ninguna de estas personas había muerto aún y ninguna de ellas debería perder su nombre en el anonimato de morir con tantas otras. Sus vidas y muertes deben ser honradas individualmente. Esto es igualmente válido para el sufrimiento de sus familias y seres queridos.
En segundo lugar, es preciso que voces firmes nos llamen, especialmente a nuestros gobiernos, a la moderación. Muchos ven esto como un ataque a la propia civilización. Tienen razón. En este sentido, nuestra tarea es responder de forma civilizada, manteniendo siempre nuestra convicción de que la violencia es mala, ya sea la suya o la nuestra. El aire que exhalamos es el que acabamos inhalando. La violencia engendra violencia. El terrorismo no se detendrá con una amarga venganza. La catarsis no trae consigo el final. No debemos ser ingenuos al respecto. Tampoco debemos ser ingenuos a la inversa. Estos actos terroristas, con su total desprecio por la vida, ofrecen una imagen muy clara del mundo que esta gente crearía si se les diera margen y permiso para hacerlo. Hay que detenerlos y llevarlos ante la justicia. Suponen una amenaza para el mundo, pero al llevarlos ante la justicia nunca debemos rebajarnos a sus métodos y, como ellos, dejarnos llevar por un odio que nos ciega ante la justicia y el carácter sagrado de la vida.
Ninguna emergencia permite poner entre paréntesis los fundamentos de la solidaridad y el respeto a la vida. De hecho, las tragedias horribles de este tipo nos invitan a todo lo contrario, es decir, a volver a enraizarnos con fuerza en todo lo que es bueno y piadoso: a dirigirnos con más corrección, a dedicar más tiempo a lo que es importante y a decir a los que están cerca de nosotros que los queremos. Sí, también nos llama a buscar la justicia y nos pide verdadero valor y sacrificio en esa búsqueda. Ya no estamos en un tiempo normal.
Sobre todo, nos llama a la oración. Lo que aprendimos de nuevo el 11 de septiembre (2001) es que, por nosotros mismos, no somos invulnerables ni inmortales. Sólo podemos seguir viviendo, y vivir con alegría y paz, depositando nuestra fe en algo más allá de nosotros mismos. Nunca podremos garantizar nuestra propia seguridad y nuestro futuro. Tenemos que reconocerlo en la oración: de rodillas, en nuestras iglesias, a nuestros seres queridos, a Dios y a todo aquel cuya sinceridad lo convierte en un hermano o hermana dentro de la familia de la humanidad.
Además, estamos llamados a la esperanza. Somos un pueblo resistente, con fe en la resurrección. Todo lo que es crucificado acaba por resucitar. Siempre hay un mañana después. El sol nunca deja de salir. Tenemos que vivir nuestra vida teniendo esto en cuenta, incluso en tiempos de gran tragedia.
Termino con las palabras de Rilke: Incluso aquellos árboles que plantasteis de niños se convirtieron en demasiado grandes, no podríais cargarlos ahora. Pero puedes llevar los vientos... y los espacios abiertos. Ron Rolheiser - Lunes, 20 de septiembre de 2021. Fuente: Ciudad Redonda.org

La parroquia nos anima a buscar cauces para RE-cuperar la actividad parroquial… en clave de RE-

Estamos en los inicios de un nuevo curso en la Pastoral de la Parroquia del Corazón de María de Oviedo.
La Provincia claretiana de Santiago nos anima a buscar cauces para RE-cuperar la actividad parroquial… en clave de RE-.
Necesitamos oír su voz para dar respuesta a las urgencias de nuestra comunidad parroquial. A través del siguiente formulario, puede hacer su aportación. ¡Muchas gracias!

Enlace a la encuesta.



Bajo un puente en Austin. Artículo.

Recientemente, en un taller, una mujer compartió su ansiedad por la muerte de su hermano. Su hermano mayor había muerto a causa del Covid antes de que hubiera vacunas para él, y había muerto porque se había expuesto peligrosamente a contraer el virus. Sin embargo, se había arriesgado a ese peligro por una buena razón. Era un militar veterano, que vivía solo, y que usaba gran parte de su salario y sus ahorros para preparar comida para alimentar a los indigentes que vivían bajo un puente en su ciudad natal, Austin, Texas.

Eso parece ciertamente una muerte noble y cristiana, si no fuera porque en su vida adulta había perdido cualquier fe en Dios y en Jesús, y se consideraba agnóstico, aunque sin ninguna antipatía por la religión. Simplemente, ya no creía en Dios ni iba a la iglesia. Su hermana, que contó esta historia, le amaba profundamente, admiraba que diera de comer a los sin-techo, pero le preocupaba que muriera sin fe explícita y sin ir a la iglesia. Su inquietud se vio agravada por su otro hermano, un cristiano fundamentalista, que se mantiene firme en la creencia de que morir fuera de la iglesia le deja a uno eternamente fuera de la salvación; en definitiva, uno acaba en el infierno. En un plano interno, su hermana sabía que eso no podía ser cierto. Sin embargo, se sentía intranquila y quería que le aseguraran que su hermano fundamentalista estaba equivocado y que su angustia por la salvación eterna de su hermano era un falso temor.

¿Qué podemos decir ante esto?  Se podrían decir varias cosas. En primer lugar, que el Dios que Jesús encarnó y reveló es un Dios que es, en todos los sentidos, la antítesis del fundamentalismo y de esta especie de temor falso sobre la salvación. Jesús nos asegura que Dios lee el corazón en toda su profundidad, incluida su dimensión existencial. Un fundamentalista sólo ve la letra escrita, no la bondad del corazón. Además, las Escrituras describen a Dios como "un Dios celoso". Esto no significa que Dios se ponga celoso y se enfade cuando nos preocupamos por nuestras propias cosas o cuando traicionamos a Dios a causa de la fragilidad y el pecado. Más bien significa que Dios, como un padre solícito, no quiere perdernos nunca y busca todos los medios posibles para evitar que nos alejemos y nos perjudiquemos. Además, en el lenguaje abstracto de la teología académica, Dios tiene una voluntad universal de salvación, y eso implica a todos, incluidos agnósticos y los ateos.

Más específicamente, Jesús nos da tres perspectivas interconectadas que revelan la cortedad de miras de todo pensamiento fundamentalista en cuanto a quién va al cielo y quién al infierno.

En primer lugar, nos presenta la parábola de un hombre que tiene dos hijos y les pide a ambos que trabajen en su campo. El primer hijo dice que no lo hará, pero de hecho termina haciéndolo; el segundo hijo dice que hará el trabajo, pero acaba por no hacerlo. ¿Cuál es el buen hijo? La respuesta es obvia, pero Jesús refuerza la parábola con este comentario: No son forzosamente los que dicen "Señor, Señor" los que entrarán en el reino de los cielos, sino los que hacen la voluntad de Dios en la tierra.

Lo que esta parábola pone de relieve es lo que los teólogos (desde John Henry Newman hasta Karl Rahner) han intentado enseñar, a saber, que alguien puede tener una fe aparente que, de hecho, parece vacía a la luz de la fe verdadera. A la inversa, alguien puede negar explícitamente lo que contiene nuestra noción de fe y, sin embargo, a la luz de lo que exige una fe auténtica, tener una fe real, ya que ésta no se manifiesta necesariamente en su idea de fe, sino en los frutos de su vida.

Además, tenemos la escandalosa advertencia de Jesús en Mateo 25 sobre la forma en que seremos juzgados en última instancia para el cielo o el infierno, es decir, sobre si hemos servido o no a los pobres. Esta advertencia no insinúa que la fe declarada y la asistencia a la iglesia no tengan importancia; tienen su importancia, pero advierte que hay otras cosas que son más importantes.

Por último, y quizás lo más importante a este respecto, Jesús nos da el poder de atar y desatar. Como miembros del Cuerpo de Cristo, nuestro amor, al igual que el de Jesús, mantiene a la persona amada conectada a la comunidad de salvación. Como dice Gabriel Marcel, amar a alguien es decir: tú nunca te perderás. El amor de esta mujer por su hermano le garantiza que no está en el infierno.

Podría haber dicho todo esto, pero en su lugar me limité a referirme a una maravillosa cita de Charles Peguy, el célebre poeta y ensayista francés. Peguy sugirió en una ocasión que cuando muramos y comparezcamos ante Dios, a cada uno de nosotros se le hará esta única pregunta: "¿Dónde están los demás?" ("Ou sont les autres?"). Le aseguré a la angustiada mujer que no tenía que preocuparse por la salvación eterna de su hermano, a pesar de haber muerto fuera de una fe expresa y de la iglesia. Cuando se presentó ante Dios y se le hizo la pregunta (¿Dónde están los otros?) tuvo una muy buena respuesta: Están bajo un puente en Austin. Ron Rolheiser - 

Diferentes modos de ser espiritual pero no religioso. Artículo.

Nada se asemeja tanto al lenguaje de Dios como el silencio. Lo dijo el maestro Eckhart.

Y entre otras cosas, nos dice que hay un trabajo de profundización  interior que sólo puede hacerse en el silencio, a solas, en la intimidad.

Por supuesto, tiene razón, pero esto tiene otra vertiente. Si bien hay un trabajo interior profundo que sólo puede hacerse en silencio, también hay un trabajo profundo, decisivo, del espíritu, que sólo puede hacerse con otras personas, en la convivencia, en la familia, en la iglesia y en la sociedad. El silencio puede ser una vía privilegiada para la profundidad del alma. También puede ser una vía peligrosa. Ted Kaczynski, el Unabomber, vivía en silencio, solo, como muchos otros individuos con trastornos profundos. Los profesionales de la salud mental nos dicen que necesitamos relacionarnos con otras personas para mantenernos cuerdos. La interacción social nos sostiene, nos equilibra y consolida nuestra cordura. Veo a algunos de nuestros jóvenes de hoy en día que se relacionan con otras personas (en persona y a través de los medios digitales) a todas horas de su jornada y me preocupo por su profundidad, aunque no por su cordura.

Nos necesitamos unos a otros. Jean-Paul Sartre afirmó en una ocasión que "el infierno son los demás". No podía estar más equivocado. Al contrario, el otro es el cielo, la salvación a la que estamos destinados en última instancia. La soledad absoluta es el infierno. Además, esta soledad nefasta puede aparecer a hurtadillas disfrazada del mejor altruismo y religiosidad.

He aquí un ejemplo: Crecí en una familia muy unida en una pequeña comunidad rural en la que la familia, el vecino, la parroquia y el estar con los demás lo significaban todo, en la que todo se compartía y rara vez se estaba solo. Tenía miedo de estar solo, lo evitaba, y sólo me sentía cómodo cuando estaba con otros.

Inmediatamente después de la escuela secundaria, me uní a una orden religiosa, los Oblatos de María Inmaculada, y durante los siguientes ocho años viví en una gran comunidad donde, de nuevo, casi todo se compartía y rara vez se estaba solo.  A medida que me acercaba a los votos perpetuos y al compromiso permanente con la vida religiosa y el sacerdocio, lo que más temía era el voto de celibato, la soledad que traería. Sin esposa, sin hijos, sin familia, el aislamiento de una vida célibe.

Las cosas resultaron muy diferentes. El celibato ha tenido su coste, hay que admitirlo; y hay que admitir que no es la vida normal que Dios quiso para todos. Sin embargo, la soledad que temía ( aunque por breves períodos) rara vez se produjo, sino todo lo contrario. Me encontré con una vida muy llena de relaciones, de interacción con los demás, de mucho ajetreo, de obligaciones diarias y de compromisos que ocupaban prácticamente todas las horas del día. En lugar de sentirme solo, me encontré deseando la soledad, la tranquilidad, estar solo, y me sentí muy cómodo estando solo. Demasiado cómodo, de hecho.

Durante la mayor parte de los años de mi sacerdocio, he vivido en grandes comunidades religiosas y éstas, como cualquier familia, tienen sus exigencias. Sin embargo, cuando llegué a ser presidente de una Escuela de Teología, me asignaron a vivir en una casa asignada al presidente y durante un tiempo viví solo. Al principio, me pareció un poco desorientador, ya que nunca había vivido solo; pero al cabo de un tiempo me gustó. Me gustó mucho. No tenía responsabilidades en casa con nadie más que conmigo mismo.

Sin embargo, pronto percibí sus peligros. Al cabo de un año puse fin al acuerdo. Uno de los peligros de vivir solo y uno de los peligros del celibato, incluso si vives fielmente, es que no tienes a otros que te llamen la atención a diario y te exijan de todo. Puedes tomar tus propias decisiones y evitar mucho de lo que Dorothy Day llamó "el ascetismo de vivir dentro de una familia". Cuando vives solo, puedes planificar y vivir la vida a tu manera, escogiendo las cosas de la familia y la comunidad que te benefician y evitando las difíciles.

Hay cosas que empiezan como virtudes y se convierten fácilmente en vicios. El ajetreo es un ejemplo. Sacrificas estar con tu familia para mantenerla con tu trabajo y eso te aleja de muchas de sus actividades. Al principio, esto es un sacrificio; al final, es un escape, una dispensa implícita de tener que lidiar con ciertos asuntos dentro de la vida familiar. El celibato y el sacerdocio con votos corren el mismo peligro.

Todos conocemos la expresión, soy espiritual pero no religioso que se aplica a las personas que están abiertas a relacionarse con Dios pero no a hacerlo con la iglesia. Sin embargo, nos enfrentamos a esto de más formas de las que pensamos. Al menos yo lo hago. Como sacerdote célibe con votos, puedo ser espiritual pero no religioso en el sentido de que, por las más altas razones, puedo evitar gran parte del ascetismo diario que se exige a alguien que vive en una familia. Sin embargo, esto es un peligro para todos nosotros, célibes o casados. Cuando, por todo tipo de buenas razones, podemos elegir las facetas de la familia y la comunidad que nos gustan y evitar las que nos resultan difíciles, somos espirituales pero no religiosos. Ron Rolheiser - 

Un estilo de vida ecosostenible – El Video del Papa 9 – Septiembre 2021

¿Quién está liderando nuevos proyectos para proteger y sostener el medio ambiente? Los jóvenes, sin duda. Ellos saben muy bien que la mejora del medio ambiente y los progresos sociales están muy unidos. Los adultos podemos aprender mucho de los jóvenes. “Aprovechemos su ejemplo”, como dice el Papa: “especialmente en estos momentos de crisis, de crisis sanitaria, de crisis social, de crisis ambiental, reflexionemos sobre nuestro estilo de vida”. Comparte este mensaje de Francisco con tu familia y tus amigos.

Por la Red Mundial de Oración del Papa (Apostolado de la Oración):

Cursillos prematrimoniales. Calendario, ¿Quiénes somos? , ¿Qué hacemos?, Proceso ...

¡Bienvenidos al curso!

¿Quiénes somos? 

Dentro de la Pastoral Familiar, en la Parroquia del Corazón de María, se imparten cursillos de formación a las parejas de novios que desean contraer matrimonio católico, desde las Parroquias que componen el Arciprestazgo de la Zona Centro, sin exclusión de cualquier pareja que lo necesite, con apoyo de nuestra Parroquia en todo lo consistente en organización, locales, material de divulgación y lecturas propias del Sacramento, así como de los colaboradores de los temas que se imparten: Matrimonios, Psicología, Medico y Sacerdote.

Estos cursillos se vienen impartiendo desde 1972, creado por el P. Zalacain (+) y el grupo de voluntarios que lo forman en la actualidad: tres matrimonios fijos, uno complementario y tres en prácticas.

¿Qué hacemos?

Durante cinco días consecutivos, a partir del tercer lunes de cada mes, excepto los meses de Julio Agosto y Diciembre, se ofrecen los cursillos desde las 20:00  a las 21:00 h

Los dos primeros días con los matrimonios, compartiendo experiencias entre los componentes de los grupos que se crean. El miércoles una charla sobre" PSICOLOGÍA DE LA PAREJA", el jueves " VIDA INTIMA DE LA PAREJA" y el viernes " EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO", su "LITURGIA" y documentación, finalizando con la entrega de certificados de asistencia para el Expediente Matrimonial.

Calendario.

SEPTIEMBRE 2021.  Del lunes 20 a viernes 24.

OCTUBRE 2021. Del lunes 18 al viernes 22.

NOVIEMBRE 2021. Del lunes 15 al viernes 19.

ENERO 2022. Del lunes 17 al viernes 21.

FEBRERO 2022. Del lunes 21 al viernes 25.

MARZO 2022. Del lunes 21 al viernes 25.

ABRIL 2022. Del lunes 18 al viernes 22.

MAYO 2022. Del lunes 16 al viernes 20.

JUNIO 2022. Del lunes 20 al viernes 24.

Proceso que seguimos:

1. Las parejas interesadas se ponen en contacto con el equipo por el correo codemaro@telecable.es

2. El Equipo les informa del curso, de las fechas, y les envía la ficha de inscripción.

3. En días previos al curso, les envía un folleto con el desarrollo de los temas y los enlaces del material complementario.

 CURSOS DE PREPARACIÓN AL MATRIMONIO CATÓLICO.

ARCIPRESTAZGO DE OVIEDO – CENTRO.

El declive del perdón. Artículo.

En un número reciente de la revista Comment, Timothy Keller, teólogo y pastor de la Iglesia Presbiteriana del Redentor en la ciudad de Nueva York, escribió un perspicaz artículo titulado "El declive del perdón", en el que destaca cómo, cada vez más, el perdón está siendo visto como una debilidad y una ingenuidad.

Comienza señalando un par de casos de perdón muy publicitados. En 2015, Dylann Roof disparó a nueve miembros dentro de una iglesia afroamericana en Carolina del Sur y fue perdonado públicamente por los familiares de sus víctimas. Y en 2006, cuando un pistolero disparó a diez niños amish en el aula de una escuela en Pensilvania y luego se suicidó, la comunidad amish de ese país no sólo lo perdonó, sino que fue a visitar a su familia y les expresó sus condolencias por su pérdida. ¿Cuál fue la respuesta general? ¿Admiración por la extraordinaria generosidad y bondad? No, eso no. En general, estos casos de perdón se juzgaron como un radicalismo ingenuo y como algo inútil.  ¿Por qué? ¿Por qué no se reconocen estos como ejemplos de manifestación nobleza humana, sino también como manifestación sublime de la religión?

Keller sugiere que hay varias razones para ello, pero señala dos en particular. Somos una "cultura terapéutica" (donde sólo importan nuestra propia verdad y nuestros sentimientos) y una cultura que tiene una "religión sin gracia" (su visión y su virtud no van más allá de lo que resuena en nuestras emociones y en nuestra fuerza de voluntad).  De ahí que nuestra cultura vea el perdón de forma más negativa que positiva.  Para ella, el perdón permite que la opresión mantenga su poder y, por lo tanto, permite que el ciclo de violencia y abuso continúe. Al igual que una familia que se niega a enfrentarse a un miembro alcohólico, permite el abuso en lugar de detenerlo y posibilita la continuación de una situación enfermiza. El perdón es entonces una injusticia más para quien ha sido violentado y puede conducir a una forma de autodesprecio, a la aceptación de una humillación que destruye la propia imagen, a una mayor pérdida de dignidad. Además, la presión moral para perdonar puede ser una carga más para la víctima y una salida fácil para el agresor. ¿Es correcta esta lógica?

Desde un punto de vista puramente emocional, sí, parece correcta; pero es errónea cuando se analiza más profundamente. En primer lugar, es evidente que la venganza sólo produce más venganza. La venganza nunca ablandará un corazón ni ayudará a cambiarlo. Sólo el perdón (análogo a la diálisis) puede eliminar la violencia y el odio de una relación. Además, en palabras de Martin Luther King, cualquiera que carezca del poder del perdón también carece del poder del amor. ¿Por qué? Porque cada uno de nosotros será herido por otros y herirá a otros en cada una de nuestras relaciones. Ese es el precio de la comunidad dentro de la inadecuación humana. Por eso, las relaciones a todos los niveles, personales y sociales, sólo pueden sostenerse a largo plazo si existe el perdón. 

Además, con Jesús, el perdón se convierte especialmente en la más importante de todas las virtudes. Es lo que decide si vamos al cielo o no. Como nos dice Jesús en el Padrenuestro, si no podemos perdonar a los demás, Dios no podrá perdonarnos a nosotros. ¿Por qué? Porque la mesa del banquete, la comunidad de vida eterna sólo está abierta a todos los que están dispuestos a sentarse con todos. Esto no lo puede cambiar Dios. Sólo nosotros podemos abrir nuestro corazón lo suficiente como para sentarnos con todos.

Recientemente, debido a algunas de nuestras luchas eclesiásticas internas, varios grupos han intentado señalar una cuestión moral concreta como prueba de fuego del discipulado cristiano. Para muchos, esta prueba de fuego es el aborto; otros eligen la asistencia a la iglesia o alguna otra cuestión. ¿Qué podría servir como prueba de fuego para el discipulado cristiano? Justamente esto: la voluntad de perdonar. ¿Puedo perdonar a alguien que me ha hecho daño? ¿Puedo perdonar a alguien a quien odio y que me odia? Ese reto es el más importante de las enseñanzas de Jesús.

Dicho esto, también hay que decir que el perdón no es sencillo ni fácil. Por eso, en la espiritualidad judeocristiana del Sábado, existe una espiritualidad ( poco conocida) del perdón. Como sabemos, el mandato de celebrar el sábado nos pide que honremos este ciclo en nuestras vidas: Trabajar durante seis días - descansar un día. Trabajo de siete años - descanso de un año.  Trabajar siete veces siete (cuarenta y nueve) años - tener un descanso mayor (sabático). Trabajar durante toda la vida - y luego tener un descanso sabático para la eternidad.

Pues ese es también el ciclo del perdón.  En la espiritualidad del Sabbath: Puedes guardar un rencor leve durante seis días - luego debes dejarlo ir. Puedes guardar un rencor mayor durante siete años - entonces necesitas dejarlo ir. Puedes guardar un rencor que te destroce el alma durante cuarenta y nueve años - entonces debes dejarlo ir. Puedes guardar un rencor que arruinó tu vida hasta tu lecho de muerte - entonces necesitas dejarlo ir. Ese es el último imperativo moral cristiano. Desmond Tutu dijo una vez: "sin perdón no hay futuro". Es cierto, en ambos lados de la eternidad.
Ron Rolheiser -