La gracia en la pasividad

Una amiga mía cuenta esta historia. Creció con cinco hermanos y un padre alcohólico. El efecto del alcoholismo de su padre fue devastando a su familia. He aquí cómo cuenta la historia:
“Para cuando mi padre murió, su alcoholismo había destruido a nuestra familia. Nosotros, niños, nunca más pudimos hablar unos con otros. Habíamos sido llevados por separado a diferentes partes del país y no teníamos nada que hacer entre nosotros. Mi madre era una santa y continuó intentando a través de los años tenernos reconciliados unos con otros, invitándonos a juntarnos para el Día de Acción de Gracias y Navidad, y fiestas semejantes; pero eso nunca resultó. Todos sus esfuerzos fueron inútiles. Nos odiábamos mutuamente. Entonces, cuando mi madre yacía en cama muriendo de cáncer, en un hospital para enfermos terminales, postrada en el lecho y finalmente en coma, nosotros, sus hijos, nos reunimos alrededor de su lecho, viéndola morir; y ella, imposibilitada e incapaz de hablar, pudo realizar lo que no había podido llevar a cabo a través de todos aquellos años en que podía hablar. Viéndola morir, nos reconciliamos”.
Todos hemos conocido historias parecidas de personas en su agonía, cuando además estaban imposibilitadas de hablar o actuar, impactando poderosamente, más poderosamente de lo que nunca hicieron de palabra u obra a los que estaban alrededor, derramando una gracia que bendecía a sus seres queridos. A veces, por supuesto, esto no trata de reconciliar a una familia sino de fortalecer poderosamente su unidad existente. Tal fue el caso de la historia de una familia contada por Carla Marie Carlson, en su libro La gracia de cada día. Su familia estaba ya fuertemente unida, pero Carlson cuenta cómo la agonía de su madre fortaleció esos lazos familiares y favoreció a todos los demás que fueron testigos de su muerte: “Aquellos que aprovecharon la ocasión de estar con mi madre durante ese viaje me han dicho que sus vidas fueron cambiadas para siempre. Fue un momento singular que siempre  guardaremos como un tesoro. Las lecciones de aceptación y coraje fueron abundantes mientras ella luchaba con la realidad de un cuerpo moribundo. Aquello fue dramático e intenso; pero, aun así, lleno de paz y gratitud”. La mayoría de los que alguna vez han estado velando alrededor de un ser querido que estaba muriendo, pueden compartir una historia parecida.
Hay aquí una lección y un misterio. La lección es que nosotros no sólo hacemos unos por otros cosas importantes e impactamos las vidas de los otros por eso que hacemos activamente; también hacemos unos por otros cosas que cambian nuestras vidas en lo que absorbemos pasivamente en debilidad. Este es el misterio de la pasividad que vemos, paradigmáticamente, agotado en lo que Jesús hizo por nosotros.
Como cristianos, decimos que Jesús dio su vida por nosotros y que dio su muerte por nosotros, pero tendemos a pensar en esto como una y misma cosa. No es así. Jesús dio su vida por nosotros a través de su actividad; y dio su muerte por nosotros a través de su pasividad. Estos fueron dos momentos separados. Como la mujer descrita anteriormente que intentó durante años tener a sus hijos reconciliados entre sí por su actividad -por medio de sus palabras y acciones- y después cumplió al fin eso por la debilidad y pasividad en su lecho de muerte, así también Jesús. Durante tres años intentó de todas maneras hacernos comprender el amor, la reconciliación y la fe, sin conseguir el total efecto. Después, en menos de 24 horas, en su debilidad, cuando no podía hablar, en su agonía, aprendimos la lección. Jesús y su madre fueron capaces, en su debilidad y pasividad, de dar al mundo algo que fueron incapaces de darnos de hecho en su fortaleza y actividad.
Por desgracia, esto no es cosa que nuestra cultura actual -con su énfasis en la salud, productividad, éxito y poder- entienda mucho. Ya no entendemos ni valoramos mucho la poderosa gracia que nos transmite alguien que está muriendo de una enfermedad terminal; ni la poderosa gracia presente en una persona con una discapacidad, ni tampoco la gracia presente en nuestras propias discapacidades físicas y personales. Ni hacemos mucho por entender lo que estamos dando a nuestras familias, amigos y compañeros cuando, en impotencia, tenemos que absorber el desdén, las desatenciones y la incomprensión. Cuando una cultura empieza a hablar de la eutanasia es un infalible indicio de que ya no entendemos más la gracia en la pasividad.
En sus escritos, Henri Nouwen hace una distinción entre lo que él llama nuestros “logros” y nuestra “productividad”. Los logros provienen más directamente de nuestras actividades. ¿Qué hemos realizado positivamente? ¿Qué hemos hecho activamente por otros? Y nuestros logros cesan cuando ya no somos activos. La productividad, por otra parte, va mucho más allá de lo que hemos realizado activamente y es causado tanto por lo que hemos absorbido pasivamente como por lo que hemos producido activamente. La familia descrita anteriormente se reconcilió no por los logros de su madre, sino por su productividad. Tal es el misterio de la pasividad.
Pierre Teilhard de Chardin, en su clásico espiritual El medio divino, nos dice que deberíamos ayudar al mundo a través de las actividades y las pasividades, a través de lo que damos activamente  y a través de lo que absorbemos pasivamente. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - Lunes, 28 de octubre de 2019 Fuente: Ciudad Redonda.org

Fiesta de Claret. Fotos de la Misa solemne. 24 de octubre

El pasado jueves 24 de octubre a las 20 horas hemos celebrado una Misa solemne presidida por nuestro arzobispo Monseñor Jesús Sanz. Aquí os traemos las fotos que gentilmente nos ha remitido  Álvaro Otonín.




San Antonio María Claret


Nuestro santo es un místico «de» la acción. No simplemente un místico «en» la acción. La acción no es para él un viento peligroso que apaga la llama débil de su vitalidad interior, sino un viento benéfico que aviva el fuego de su hoguera. La acción es para él lugar sagrado de encuentro con el Señor, lugar donde experimenta su presencia. Se propone «ser al mismo tiempo (y lo consigue) Marta y María. El mismo Pío XII, en su canonización, destaca este rasgo identificador: «Siempre en la presencia del Señor, aun en medio de su prodigiosa actividad exterior».

Leer el artículo completo Fuente: Dominicos.org

San Antonio María Claret. 24 de octubre

El jueves, 24, a las ocho de la tarde, presidirá la Eucaristía nuestro arzobispo Monseñor Jesús Sanz. Estará acompañado por los sacerdotes de la comunidad claretiana de Oviedo y algunos sacerdotes párrocos de nuestra ciudad. 
Asistirán, los diversos grupos y movimientos parroquiales, con el Pueblo de Dios. 
Animará la celebración el coro parroquial.
Terminada la celebración religiosa se tendrá un ágape en el salón parroquial.
Las puertas de la parroquia estarán abiertas para cuantos quieran unirse a nuestra celebración. Todos serán bienvenidos.
El P. Claret muere el 24 de octubre de 1870 en el destierro, monasterio de Fronfroide, Francia
Fundador de Los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María y Misioneras de la Inmaculada. Ambas congregaciones religiosas presentes en nuestra en ciudad   Oviedo y en tierras asturianas.
Claret visita en 1858, como consta en la entrada de la gruta de Covadonga, a nuestra Santina, acompañando a Isabel II y al Infante Alfonso XII.
En Oviedo las claretianas tienen el colegio de la Inmaculada y los Claretianos la Parroquia Corazón de María, situada en la Plaza de América.
En la parroquia del Corazón de María han celebrado un triduo preparatorio predicado por los sacerdotes de la comunidad.



San Juan Pablo II

Karol Józef Wojtyla, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920.
Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojtyla y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.
Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.
Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.
A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del ”Teatro Rapsódico”, también clandestino.
Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.
Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.
En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada ”Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler”. Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.
El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.
El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.
Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojty?a tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su pontificado.
Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años
Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la ”sollicitudo omnium Ecclesiarum” y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.
Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.
Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.
Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.
Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.
Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.
Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno ”in pectore”, cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.
Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).
Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas,11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas.
Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizó la Curia Romana.
Publicó también cinco libros como doctor privado: ”Cruzando el umbral de la esperanza” (octubre de 1994);”Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal” (noviembre de 1996); ”Tríptico romano – Meditaciones”, libro de poesías (marzo de 2003); ?¡Levantaos! ¡Vamos!? (mayo de 2004) y ?Memoria e identidad? (febrero de 2005).
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina.
Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.
El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.
Fue beatificado por Benedicto XVI el 1 de mayo de 2011, que en su homilía lo recordó así:
”Hoy resplandece ante nuestros ojos, bajo la plena luz espiritual de Cristo resucitado, la figura amada y venerada de Juan Pablo II. Hoy, su nombre se añade a la multitud de santos y beatos que él proclamó durante sus casi 27 años de pontificado, recordando con fuerza la vocación universal a la medida alta de la vida cristiana, a la santidad, como afirma la Constitución conciliar sobre la Iglesia Lumen gentium”.
”El nuevo Beato escribió en su testamento: ”Cuando, en el día 16 de octubre de 1978, el cónclave de los cardenales escogió a Juan Pablo II, el primado de Polonia, cardenal Stefan Wyszy½ski, me dijo: ”La tarea del nuevo Papa consistirá en introducir a la Iglesia en el tercer milenio”. Y añadía: ”Deseo expresar una vez más gratitud al Espíritu Santo por el gran don del Concilio Vaticano II, con respecto al cual, junto con la Iglesia entera, y en especial con todo el Episcopado, me siento en deuda. Estoy convencido de que durante mucho tiempo aún las nuevas generaciones podrán recurrir a las riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha regalado. Como obispo que participó en el acontecimiento conciliar desde el primer día hasta el último, deseo confiar este gran patrimonio a todos los que están y estarán llamados a aplicarlo. Por mi parte, doy las gracias al eterno Pastor, que me ha permitido estar al servicio de esta grandísima causa a lo largo de todos los años de mi pontificado”. ¿Y cuál es esta ”causa”? Es la misma que Juan Pablo II anunció en su primera Misa solemne en la Plaza de San Pedro, con las memorables palabras: ”(No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!”. Aquello que el Papa recién elegido pedía a todos, él mismo lo llevó a cabo en primera persona: abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible. Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio. En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redemptor hominis, Redentor del hombre: el tema de su primera Encíclica e hilo conductor de todas las demás”.
”Karol Wojtyla subió al solio de Pedro llevando consigo la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre. Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la Iglesia, y Cristo es el camino del hombre. Con este mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su ”timonel”, el Siervo de Dios el Papa Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios a atravesar el umbral del Tercer Milenio, que gracias precisamente a Cristo él pudo llamar ”umbral de la esperanza”. Sí, él, a través del largo camino de preparación para el Gran Jubileo, dio al cristianismo una renovada orientación hacia el futuro, el futuro de Dios, trascendente respecto a la historia, pero que incide también en la historia. Aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso, él la reivindicó legítimamente para el cristianismo, restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza, de vivir en la historia con un espíritu de ”adviento”, con una existencia personal y comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo de justicia y de paz”.
Juan Pablo II fue canonizado, junto con Juan XXIII, por el Papa Francisco en una ceremonia histórica a la que asistió el Papa emérito, Benedicto XVI, el 27 de abril de 2014.
Vatican Information Service


--------------------------------------------


Karol Józef WoJtyła nació en Wadowice (Polonia), el 18 de mayo de 1920.
Fue el segundo de los dos hijos de Karol Wojtyła y de Emilia Kaczorowska, que murió en 1929. Su hermano mayor Edmund, de profesión médico, murió en 1932 y su padre, suboficial del ejército, en 1941.
A los nueve años recibió la Primera Comunión y a los dieciocho el sacramento de la Confirmación. Terminados los estudios en la escuela media de Wadowice, en 1938 se matriculó en la Universi­dad Jagellónica de Cracovia.
Cuando las fuerzas de la ocupación nazi cerraron la Universidad en 1939, el joven Karol trabajó (1940-1944) en una cantera y en una fábrica química de Solvay para poder mantenerse y evitar la deportación a Alemania.
Sintiendo la llamada al sacerdocio, a partir de 1942 siguió los cursos de formación en el seminario mayor clandestino de Cracovia, dirigido por el Card. Arzobispo Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del "Teatro Rapsódico", también éste clandestino.
Después de la guerra, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal, que tuvo lugar en Cracovia el 1 de noviembre de 1946. Seguidamente, fue enviado por el Card. Sapieha a Roma, donde obtuvo el doctorado en teología (1948) con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de san Juan de la Cruz. En este período -durante las vacaciones- ejerció el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos en Francia, Bélgica y Holanda.
En 1948, regresó a Polonia y fue coadjutor, primero, en la parroquia de Niegowić, en los alrededores de Cracovia, y después en la de San Florián, en la ciudad, donde fue también capellán de los universitarios hasta 1951, cuando retomó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953, presentó en la Universidad Católica de Lublín una tesis sobre la posibilidad de fundamentar una ética cristiana a partir del sistema ético de Max Scheler. Más tarde, fue profesor de Teología Moral y Ética en el seminario mayor de Cracovia y en la Facultad de Teología de Lublín.
El 4 de julio de 1958, el Papa Pío XII lo nombró Obispo Auxiliar de Cracovia y titular de Ombi. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958, en la catedral de Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.
El 13 de enero de 1964, fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, que lo crearía Cardenal el 26 de junio 1967.
Participó en el Concilio Vaticano II (1962-65) dando una importante contribución a la elaboración de la constitución Gaudium et spes. El Cardenal Wojtyła participó también en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos, anteriores a su Pontificado.
Fue elegido sucesor de San Pedro, con el nombre de Juan Pablo II, el 16 de octubre de 1978, y el 22 de octubre inició su ministerio de Pastor universal de la Iglesia.
El Papa Juan Pablo II realizó 146 visitas pastorales en Italia y, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 332 actuales parroquias romanas. Los viajes apostólicos por el mundo -expresión de la constante solicitud pastoral del Sucesor de Pedro por todas las Iglesias- han sido 104.
Entre sus documentos principales, se encuentran 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas. Al Papa Juan Pablo II se le atribuyen también 5 libros: "Cruzando el umbral de la esperanza" (octubre 1994); "Don y
misterio: en el cincuenta aniversario de mi sacerdocio" (noviembre 1996); "Tríptico romano", meditaciones en forma di poesía (marzo 2003); "¡Levantaos, vamos!" (mayo 2004) y "Memoria e Identidad" (febrero 2005).
El Papa Juan Pablo celebró 147 ritos de beatificación -en los cuales proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Tuvo 9 consistorios, en los que creó 231 (+ 1 in pectore) Cardenales. Presidió también 6 reuniones plenarias del Colegio Cardenalicio.
Desde 1978, convocó 15 asambleas del Sínodo de los Obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 asamblea general extraordinaria (1985) y 8 asambleas especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 [2] y 1999).
El 13 de mayo de 1981 sufrió un grave atentado en la plaza de San Pedro. Salvado por la mano maternal de la Madre de Dios, después de una larga hospitalización y convalecencia, perdonó a su agresor y, consciente de haber recibido una nueva vida, intensificó sus compromisos pastorales con heroica generosidad.
En efecto, su solicitud de Pastor encontró además expresión en la erección de numerosas diócesis y circunscripciones eclesiásticas, en la promulgación de los Códigos de derecho canónico latino y de las iglesias orientales, en la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. Proponiendo al Pueblo de Dios momentos de particular intensidad espiritual, convocó el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, además del Gran Jubileo de 2000. Se acercó a las nuevas generaciones con las celebraciones de la Jornada Mundial de la Juventud.
Ningún otro Papa ha encontrado a tantas personas como Juan Pablo II: en las Audiencias Generales de los miércoles (más de 1.160) han participado más de 17 millones y medio de peregrinos, sin contar todas las demás audiencias especiales y las ceremonias
religiosas (más de 8 millones de peregrinos sólo durante el Gran Jubileo del año 2000), y los millones de fieles con los que se encontró durante las visitas pastorales en Italia y en el mundo; numerosas también las personalidades políticas recibidas en audiencia: se pueden recordar a título de ejemplo las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con Jefes de Estado, e incluso las 246 audiencias con Primeros Ministros.
Murió en Roma, en el Palacio Apostólico Vaticano, el sábado 2 de abril de 2005 a las 21.37 h., en la vigilia del Domingo in Albis y de la Divina Misericordia, instituida esta última por él. Los solemnes funerales en la Plaza de San Pedro y su sepultura en las Grutas Vaticanas fueron celebrados el 8 de abril. Fuente: evangeliodeldia.org

El dolor como ejercicio espiritual

En un interesante libro, La voz interior del amor, escrito mientras estaba en una profunda depresión emocional, Henri Nouwen comparte estas palabras: “El gran desafío es experimentar y sobrevivir a tus heridas en vez de pensarlas. Es mejor llorar que preocuparse, mejor sentir profundamente  tus heridas que tratar de entenderlas, mejor dejarlas entrar en tu silencio que hablar sobre ellas. La opción que afrontas constantemente es si estás llevando tus daños a tu cabeza o a tu corazón. En tu cabeza, los analizas, encuentras sus causas y consecuencias e inventas palabras para hablar y escribir sobre ellas. Pero ninguna curación final es probable que venga de esa fuente. Necesitas dejar que tus heridas bajen a tu corazón. Entonces puedes experimentarlas y descubrir que no te destruirán. Tu corazón es más grande que tus heridas”.
Tiene razón: tu corazón es más grade que tus heridas, aunque necesita cautela al tratar con ellas. Las heridas pueden ablandar tu corazón, pero pueden también endurecer tu corazón y helarlo en la amargura. Así pues, ¿cuál es el camino aquí? ¿Qué es lo que conduce al calor y qué lo que conduce al frío?
En un interesante ensayo, El drama del niño dotado, la psicóloga suiza Alice Miller nos dice lo que endurece el corazón y lo que lo ablanda. Lo hace así reseñando un particular drama que se despliega comúnmente en muchas vidas. Para ella, la dotación no hace referencia a la destreza intelectual sino a la sensibilidad. El niño dotado es el niño sensible. Pero ese don, la sensibilidad, es una bendición mixta. Positivamente, te deja sentir las cosas más profundamente, de modo que los gozos de vivir te significarán más a ti que a alguien que es más insensible. Esa es su ventaja.
A la inversa, sin embargo, si eres sensible temerás habitualmente desanimar a otros y temerás siempre no estar a la altura. Y tu insuficiencia para valorar siempre disparará habitualmente sentimientos de ansiedad y culpa en ti. También, si eres extraordinariamente sensible, tenderás a ser comprensivo con una falta, dejando a los otros salir con la suya mientras tú aguantas firmemente cuando tus propias necesidades no están logradas y entonces asumes las consecuencias. No lo menos, si sientes las cosas profundamente, también sentirás el daño más profundamente. Esta es la desventaja de la sensibilidad y contribuye al drama que Alice Miller llama “drama del niño dotado”, el drama de la persona sensible.
Además, en su visión, para muchos de nosotros ese drama sólo empezará a funcionar de hecho en nuestra media o más tardía edad, constelando en frustración, desánimo, ira y amargura, mientras las heridas de nuestra infancia y primera adultez empiezan a abrirse camino y oprimir los mecanismos interiores que hemos montado para resistirlos. A mitad de la vida y más allá, nuestras heridas se harán oír tan fuertemente que nuestras maneras habituales de negación y superación ya no funcionan más. A mitad de la vida, te das cuenta de que tu madre amó a tu hermana más que a ti, que tu padre de hecho no se cuidó mucho de ti y que esos daños que absorbiste porque tragaste duro y jugaste al estoico están aún carcomiendo amargamente dentro de ti. Así es cómo el drama culmina por fin, en un corazón airado.
Así pues, ¿dónde nos deja eso? Para Alice Miller, la respuesta se halla en el dolor. Nuestras heridas son reales y no hay nada que podamos hacer en relación a ellas, pura y simplemente. El reloj no puede retroceder. No podemos volver a vivir nuestras vidas de modo que nos proveamos de diferentes  padres, diferentes amigos de infancia, diferentes experiencias en el patio de recreo, diferentes opciones y un diferente temperamento.   Sólo podemos movernos hacia adelante de modo que vivamos más allá de nuestras heridas. Y hacemos eso lamentándonos. Alice Miller expone que la total tarea  psicológica y espiritual de la mitad de la vida y más allá es la de llorar, dolernos de nuestras heridas hasta que los mismos cimientos de nuestras vidas se tambaleen lo suficiente como para que pueda haber transformación.
Una profunda cicatriz psicológica es lo mismo que tener alguna parte de tu cuerpo dañada permanentemente en un accidente. Nunca estarás de nuevo completo y nada puede cambiar eso. Pero puedes ser feliz de nuevo; tal vez más feliz de lo que has sido antes. Pero esa falta de integridad debe ser lamentada o se manifestará en ira, amargura y lamentos celosos.
El compositor de música y escritor espiritual jesuita Roc O’Connor hace la misma observación, con el añadido comentario de que el proceso del dolor también exige una gran paciencia en la que necesitamos esperar bastante tiempo para que la curación pueda ocurrir según sus propios ritmos naturales. Necesitamos -dice- abrazar nuestra  humanidad herida, pero no actuar. Lo provechoso -sugiere- es lamentarnos de nuestras limitaciones humanas. Entonces podemos soportar el hambre, la vaciedad, el desánimo y la humillación sin buscar una solución rápida, o una solución de todas maneras. No deberíamos tratar de llenar nuestra vaciedad demasiado rápidamente sin suficiente espera.
Y nunca haremos la paz con nuestras heridas sin suficiente dolor. 
Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

DOMUND 2019

Las imágenes del 3er mundo ya no nos afectan como deberían. Hemos visto tantas que, de alguna manera, nos hemos vuelto inmunes. Sin embargo, todavía existen personas que cada día luchan contra esta indiferencia. Personas que no se conforman con tanto drama. Personas que actúan. Por eso, en Obras Misionales Pontificias tenemos a 10.900 misioneros repartidos por el mundo. Más de 1.200 proyectos realizados en 2018. Porque mientras unos deciden quedarse ciegos, otros apostamos por hacer del mundo un lugar mejor. Y tú, ¿colaboras? Este Domund, DONA. Únete a la cadena de bondades este Mes Misionero Extraordinario: https://www.omp.es/haz-un-donativo/

La llegada de refugiados, antiguos y nuevos

La congregación religiosa a la que pertenezco, los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, ha tenido una larga relación con los pueblos indígenas de Norteamérica. Por supuesto, esa relación no siempre ha estado libre de sus negligencias por nuestra parte, pero ha sido mantenida, constante a través de más de ciento cincuenta años. Escribo esto desde los archivos de esa historia.
A mediados del siglo XIX, un grupo de jóvenes Oblatos marchó de Francia a trabajar con los pueblos nativos de Oregon y del Estado de Washington. Dados los medios de desplazamiento que había en ese tiempo -particularmente el desafío de cruzar todos los Estados Unidos, mucho de eso a lomos de caballo- les costó casi un año viajar desde Marsella a la costa de Oregon. En ese grupo estaba un joven misionero, Charles Pandosy.
En el verano de 1854, el Gobernador Stevens había convocado un encuentro de jefes nativos que debía celebrarse en Walla Walla para tratar de la tensión entre el gobierno de USA y los nativos. Una de las tribus estaba obstinadamente rebelde, los Yakima, una tribu dirigida por su jefe Kamiakin, con el que los Oblatos y el P. Pandosy habían estado trabajando. En un momento, el jefe Kamiakin se dirigió a Pandosy para pedirle consejo.
En una carta escrita a nuestro Fundador en Francia, san Eugenio de Mazenod, fechada el 5 de junio de 1854, el P. Pandosy resumió su conversación con el jefe de los Yakima. No sabiendo qué trazas tenía Europa e ignorando cuánta gente vivía allí o qué fuerzas estaban guiando a la gente a venir a Norteamérica, el jefe nativo había preguntado al P. Pandosy cuántos hombres blancos había y cuándo dejarían de venir, creyendo ingenuamente que no podría ser que quedaran por venir muchos de ellos.
En su carta, el P. Pandosy cuenta, literalmente, parte de su conversación con Kamiakim: “Es como me temía. Los blancos tomarán vuestro país como han tomado otros países de los indios. Yo vine de la tierra de los blancos hasta el este, donde la gente es más recia que la hierba de las colinas. Donde ahora hay sólo unos pocos aquí, otros vendrán cada año hasta que vuestro país será invadido con ellos… vosotros y vuestras tierras seréis tomados, y  vuestras gentes sacadas de sus hogares. Ha sido así con otras tribus; será así con vosotros. Podéis luchar y aplazar durante un tiempo esta invasión, pero no podéis impedirla. He vivido muchos veranos con vosotros y bautizado en la fe a un gran número de vuestra gente. He aprendido a  amaros. No puedo aconsejaros ni ayudaros. Ojalá pudiera”.
¿Suena familiar? Uno no tiene que forzar ninguna lógica para ver hoy un  paralelo a la situación, cuando millones de refugiados se agolpan en las fronteras de los Estados Unidos, de Canadá y de buen número de Europa, buscando entrar en estos países. Como el jefe Kamiakin, nosotros, que estamos viviendo en esos países y los consideramos apasionadamente “propios” nuestros, estamos muy ignorantes de cuánta gente está buscando venir aquí, qué presiones los está trayendo aquí y cuándo parará la aparente afluencia sin fin de la gente. También, como esas tribus indígenas que entonces tuvieron de nuevo sus vidas irrevocablemente alteradas  por  nosotros al entrar a su país, nosotros tendemos también a sentir esto una  invasión ilícita e injusta, y somos reacios a permitir a estos pueblos compartir nuestra tierra y nuestras ciudades con nosotros.
Cuando la gente vino al principio de Europa a América del Norte y del Sur, vinieron por diferentes razones. Algunos estaban huyendo de persecución religiosa, otros estaban buscando una salida de la pobreza y del hambre, otros venían a trabajar para mandar dinero con el fin de mantener a sus familias, otros eran médicos o clérigos que venían a atender a los demás, y, sí, otros también eran criminales dispuestos al crimen.
Parecería que no ha cambiado mucho, excepto que el zapato está ahora en el otro pie. Nosotros, originariamente invasores, somos ahora las tribus indígenas, solícitas y protectoras de lo que consideramos justamente nuestro, temerosos de los forasteros, la mayoría sin saber por qué vienen.
Este no es solamente el caso de Norteamérica; la mayor parte de Europa está experimentando exactamente las mismas presiones, excepto que en su caso han tenido un tiempo más largo para olvidar cómo sus antepasados vinieron una vez de otro lugar y la mayoría desalojó a los pueblos indígenas que ya estaban allí.
Se admite que esto no es fácil de resolver, ni política ni moralmente: Ningún país puede simplemente abrir sus fronteras indiscriminadamente a todos los que quieren entrar; y, aun así, nuestras escrituras, judías y cristianas, están inequívocamente en afirmar que la tierra pertenece a todos y que todos los pueblos tienen el mismo derecho a la creación, que vio Dios que era buena. Ese imperativo moral puede parecer injusto y utópico; pero ¿cómo justificamos el hecho de que desalojemos a otros para construir nuestras vidas aquí, y en cambio ahora encontremos injusto que otros nos estén haciendo lo mismo a nosotros?
Mirando la crisis de los refugiados en el mundo actualmente, uno ve que lo que te fue a ti al fin me viene a mí.
Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

Kipchoge, atleta que pulverizó el récord de maratón, católico devoto con familiares sacerdotes

El pasado sábado el keniano Eliud Kipchoge hizo historia el pasado sábado al lograr bajar de las 2 horas el maratón, que contempla una distancia de 42,2 kilómetros. Este atleta paró el reloj en 1 hora, 59 minutos y 40 segundos en lo que se convirtió en todo un espectáculo mediático pese a que esta marca histórica no podrá ser oficial ni homologada.
Sin embargo, este acontecimiento ha dado la vuelta al mundo y abierto hasta los telediarios. Kipchoge dio gracias a Dios por este día puesto que este atleta keniano tiene una profunda fe católica, transmitida especialmente por su madre y por el resto de su familia, entre los que hay varios sacerdotes.
"Dios cumple su promesa"
El padre Kennedy Kipchumba, primo del deportista, explicó a ACI África que el logro del corredor fue “un momento de alegría y júbilo, sumado a que Dios cumple su promesa”.

El sacerdote explica que fue “parte de las cerca de 3.000 personas que seguían la carrera desde una pantalla gigante y con todas ellas terminamos inclinándonos ante Dios para agradecerle todo lo que nos ofreció”.
De hecho, tras este acontecimiento deportivo histórico, la familia de Kipchoge, incluidos varios sacerdotes, celebraron una misa de acción de gracias. “Todos vinieron a la iglesia para agradecerle a Dios. Celebramos como comunidad, estaba la familia, el padre Benjamin Oroiyo, quien también es miembro de la familia, el padre Benedict Rono, y también nos acompañó el vicegobernador del condado de Nandi, miembro del parlamento de la zona, entre otros líderes locales”, explica el sacerdote primo del atleta.

Kipchoge, de 34 años se crió en el pequeño pueblo de Kapsisiwa, donde se celebró esta misa de acción de gracias. Y ahora junto a su esposa vive en una localidad cercana.
"Rezo el Rosario"
El padre Kipchumba señaló que “la persona importante de la familia es la madre, a quien trajimos de su casa” para la misa. Esta mujer, Janeth, Rotich, es vista como la principal transmisora de la fe al atleta. En declaraciones a los periodistas dijo: “Me levanto a las 3 de la mañana todos los días para rezar por él. Rezo el Rosario”.
El deportista abandonó Kenia rumbo a Viena, donde se realizó la carrera, el pasado 7 de octubre, festividad de Nuestra Señora del Rosario. Pero antes de irse, la parroquia a la que Kipchoge asiste en Nairobi le ofreció una misa. Ahora esperan su regreso para celebrar con él otra Eucaristía para celebrar este logro para todo un país. Fuente: Religión en Libertad — 14/10/2019

Levántate, vete; tu fe te ha salvado


 Domingo 28º del  tiempo ordinario

Experto en ser feliz(Vídeo)El sentirnos agradecidos en nuestro interior
es lo más importante para ser feliz.


Gracias a: Rezando Voy