Ascender, descender y exactamente permanecer estable


¿A dónde deberíamos dirigir nuestra mirada? ¿Hacia arriba, hacia abajo, o precisamente hacia el camino que estamos recorriendo?
Bueno, hay diferentes clases de espiritualidades: Espiritualidades del Ascenso, Espiritualidades del Descenso y Espiritualidades de Mantenimiento, y todas son importantes.
Las Espiritualidades del Ascenso son espiritualidades que nos invitan a esforzarnos siempre por lo que es más alto, por lo que es más noble, por lo que nos amplía horizontes y lleva (simbólicamente) hacia arriba más allá de la fatiga moral y las rutinas espirituales en las que habitualmente nos encontramos. Esas espiritualidades nos dicen que podemos ser más, que podemos trascender lo ordinario y abrirnos camino a través de los viejos techos que hasta ahora han constituido nuestro horizonte. Nos dicen que si nos abrimos suficientemente seremos capaces de andar sobre las aguas, ser grandes santos, estar inflamados con el Espíritu y experimentar ya ahora los profundos gozos del Reino de Dios. Estas espiritualidades nos dicen que la santidad se basa en el ascenso y que nosotros deberíamos estar abriéndonos habitualmente hacia metas más altas.
Estas espiritualidades tienen una contrapartida, y esa contrapartida es lo que frecuentemente oímos de los oradores de graduación académica que siempre están desafiando a esos graduados a soñar grandes sueños, a alcanzar las estrellas.
Hay mucho que decir por este tipo de invitación. Buena parte de los Evangelios es exactamente ese tipo de desafío: Mantén tu mirada dirigida hacia arriba: Piensa con tu gran mente; siente con tu gran corazón; imagínate como hijo de Dios y refleja esa grandeza; deja que las enseñanzas de Jesús te abran; deja que el espíritu de Jesús te llene; deja que los altos ideales te engrandezcan.
Pero los Evangelios también nos invitan a una Espiritualidad del Descenso. Nos dicen que hagamos amigos con el desierto, con la cruz, con las cenizas, con la autorrenunciación, con la humillación, con nuestra sombra y con la muerte misma. Nos dicen que crecemos no sólo siendo movidos hacia arriba sino también descendiendo hacia abajo. Crecemos también dejando que el desierto nos ayude, renunciando a nuestros queridos sueños para aceptar la cruz, permitiendo que las humillaciones que ocurren profundicen nuestro carácter, teniendo el coraje de enfrentarnos a nuestro propio y profundo caos, y haciendo las paces con  nuestra propia inmortalidad.  Estas espiritualidades nos dicen que a veces nuestra tarea, espiritual y psicológica, no es elevar nuestros ojos a los cielos, sino bajar la vista a la tierra, sentarnos en las cenizas de la soledad y la humillación, contemplar el agitado desierto que hay dentro de nosotros y hacer la paz con nuestros límites humanos y nuestra mortalidad.
No hay muchas contrapartidas seculares a esta espiritualidad (aunque sí ves esto en lo mejor de la psicología y la antropología). El desafío del descenso no es el que frecuentemente oirás de parte de un orador recién graduado.
Pero aún hay otro género de espiritualidades, una clase muy importante, a  saber, las Espiritualidades de Mantenimiento. Estas espiritualidades nos invitan a un propio autocuidado, tener en cuenta que el viaje del discipulado es un maratón, no un sprint, y así poner atención a nuestros límites. No todos somos atletas espirituales, y el cansancio, la depresión, la soledad y la frágil salud, mental o física,  pueden quebrarnos, si no somos  cuidadosos con nosotros mismos. Estas espiritualidades nos invitan a ser cautos de un ascenso demasiado entusiasta y un descenso ingenuo. Nos  dicen que el  embotamiento, el aburrimiento y el tedio se nos juntarán a lo largo del camino, y así nosotros deberíamos tener un vaso de vino cuando necesitáramos y dejaría a nuestro aburrimiento dictar que, en una determinada noche, podría ser más saludable para nosotros espiritualmente ver una comedia sin sentido o un acontecimiento deportivo que emplear ese tiempo viendo una programa religioso. También nos dicen que respetemos el hecho de que, dada a veces nuestra fragilidad mental,  hay descensos de los que deberíamos estar lejos. No nos niegan que necesitemos impulsarnos a nosotros mismos a nuevas alturas y que necesitemos tener el coraje, a veces, de afrontar el caos y el desierto dentro de nosotros; pero nos advierten de que siempre debemos tener en cuenta también lo que podemos manejar en un determinado tiempo en nuestras vidas y lo que no podemos manejar justamente entonces. Las espiritualidades buenas no te ponen en una universal cinta transmisora, el mismo camino para todos, sino tienen en cuenta lo que necesitas hacer para mantener tu energía y sanidad en un maratón de viaje.
Las Espiritualidades de Mantenimiento tienen una contrapartida secular, y nosotros podemos aprender aquí cosas del estrés de nuestra cultura sobre  mantenimiento de la salud física de uno a través de un ejercicio adecuado, una dieta adecuada y unos hábitos de salud adecuados. A veces en nuestra cultura esto viene a ser unilateral y obsesivo, pero aún es algo de lo que las espiritualidades aprenden, a saber, que la tarea de la vida es solo crecer y enfrentarte valerosamente a tu sombra y mortalidad. A veces -muchas veces- la tarea más urgente es simplemente permanecer fuerte, sano y animado.
Las diferentes espiritualidades dan importancia a uno o al otro de éstos: el ascenso, el descenso o (menos comúnmente) el mantenimiento, pero una buena espiritualidad dará importancia a los tres: Dirige tu mirada hacia arriba, no olvides mirar hacia abajo y mantén tus pies firmemente asegurados en el suelo.
Ron Rolheiser (Trad. Benjamin Elcano, cmf) - Lunes

Fiesta de la Divina Misericordia. 28 de abril. 18h. Catedral de Oviedo

Muchas personas habitualmente frecuentan lugares, santuarios o festividades especiales, movidos por las indulgencias concedidas y no saben que este domingo de la Divina Misericordia, sin dejar su parroquia, sin cambiar sus ritos dominicales habituales, pueden ganar la indulgencia plenaria concedida por la celebración de esta fiesta, desde su institución por S. Juan Pablo II.

Cómo ganar una indulgencia plenaria:
1) Tener la intención de no volver a pecar, incluso venialmente.
2) Confesar sacramentalmente todos nuestros pecados.
3) Recibir la Sagrada Eucaristía.
4) Orar por las intenciones del Papa.

Y toda forma de ser resultará bien

Sospecho que todos nosotros estamos familiarizados con la famosa frase de Juliana de Norwich, ahora un axioma en nuestra lengua. Escribió una vez  esta famosa frase: Al final, todo resultará bien, y todo resultará bien, y toda forma de ser resultará bien. A lo cual se dice que Oscar Wilde añadió: “Y si no resulta bien, entonces es que aún no llega el final”.
Pocas palabras expresan mejor lo que celebramos en la resurrección de Jesús. Creer en la resurrección, creer que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos constituye el  verdadero fundamento de nuestra fe cristiana.  Todo lo demás en que creemos como cristianos está basado en esa verdad y, como dice san Pablo, si eso no es cierto, si Jesús no fue resucitado de entre los muertos, somos los más desgraciados de todos. Pero si Dios resucitó a Jesús y nosotros creemos que lo hizo, entonces no sólo puede ser creído el resto del mensaje de Jesús; podemos también vivir con el mayor consuelo de que el final de nuestra historia ya ha sido escrito y es un final feliz, un desenlace extático. Viviremos al fin, viviremos felizmente para siempre. La vida es verdaderamente un cuento de hadas.
¿Cómo garantiza eso la resurrección de Jesús? Así es como respondió Pierre  Teilhard de Chardin, ese maravilloso científico y místico de la generación anterior. Una vez, recién hecha una presentación en la que dio a conocer una visión de cómo el cosmos y toda vida vendrán a juntarse en una harmonía final en el Cristo Cósmico al final de los tiempos, un escéptico le desafió en este sentido: “Eso es un conjunto de ilusiones y optimismo. Pero suponga que hacemos volar el mundo con una bomba nuclear: ¿Qué pasa entonces con sus ilusiones?” La respuesta de Teilhard distingue admirablemente la genuina esperanza cristiana de las ilusiones y del natural optimismo, aun cuando afirma lo que la resurrección de Jesús garantiza. Respondió con palabras en este sentido: “Si hacemos volar el mundo con una bomba nuclear, bien sería eso un retroceso de dos millones de años. Pero lo que yo estoy proponiendo sucederá, no porque así lo desee yo o tenga evidencia empírica para justificarlo. Sucederá porque Cristo lo prometió; y, en la resurrección, Dios mostró que Dios tiene el poder de cumplir esa promesa”.
Aquello en lo que creemos como cristianos no está basado en ilusiones o natural optimismo; está basado en la palabra y las promesas de Jesús; y la integridad de esa palabra y de esas promesas está garantizada por la resurrección de Jesús. Cuando creemos esto, podemos vivir nuestras vidas sin la indebida ansiedad sobre nada, confiando que el final de nuestra historia ya está escrito, y que es un final feliz.  
Si creemos que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos, si creemos en la resurrección, entonces, en esencia, creemos que el mundo ya está salvado. No tenemos que salvar el mundo; sólo tenemos que vivir ante el hecho de que lo que creemos ha sido ya salvado. Y, si vivimos con esa creencia, podemos arriesgar todo, arriesgar nuestras vidas mismas, sabiendo que el  final de nuestra historia ya ha sido escrito y que es feliz, sin importar qué cosas más horribles se pueden ver en el presente.
Vemos un admirable ejemplo de esta manera de creer en el Arzobispo Desmond Tutu, una de las figuras claves en la oposición y finalmente en la caída del apartheid en Sudáfrica. En el corazón de la lucha por la caída del apartheid, enfrentándose a toda forma de amenaza, permaneció firme e incluso alegre ante las amenazas e increíbles posibilidades. ¿Qué le aferró en su firmeza y gozo? La creencia en la resurrección de Jesús.
A veces, un domingo por la mañana, cuando él estaba predicando, soldados armados entraban en la iglesia y se alineaban a lo largo de las islas con sus armas en la mano, esperando intimidarlo. Tutu, por su parte, les sonreía y decía: “¡Me alegro de que hayáis venido a uniros al lado ganador! ¡Ya hemos ganado!” Al decir esto, él no estaba hablando de la lucha contra el apartheid que, en aquel momento, estaba aún lejos de ser ganada. Hablaba de la resurrección de Jesús, el definitivo triunfo de la bondad sobre el mal, la cual asegura que, al final, la bondad triunfará definitivamente sobre el mal, el amor sobre la división, la justicia sobre la injusticia y la vida sobre la muerte.
Sabiendo eso, podemos vivir en confianza y esperanza. Acabará bien no porque lo deseemos así o porque las cosas nos parezcan de esa manera. Acabará bien porque Jesús prometió que sería así, y en la resurrección Dios respalda esa promesa.
Por esto, no hay nada que temer, nada: ninguna derrota, ninguna amenaza, ninguna pérdida, ninguna enfermedad, ni siquiera la muerte. La resurrección de Jesús nos asegura que al final todo resultará bien, y todo resultará bien, y toda forma de ser resultará bien; y si no resulta bien… bueno, ¡entonces resulta que aún no es el final!
Ron Rolheiser (Trad. Benjamin Elcano, cmf) - Lunes

¡Ven a descubrir el sepulcro de Cristo!


Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

El había de resucitar de entre los muertos



Domingo de Resurrección



Gracias a: Rezando Voy. 

Hoy es el día de todos aquellos que hace tiempo que no saben/no contestan cuando se preguntan por su fe en Jesús

Queridos amigos: Hoy es un "no-día", una noche que dura veinticuatro horas, una jornada no litúrgica. La Iglesia vela junto al cuerpo sepultado de Jesús. Es difícil entender esto porque hoy, precisamente hoy, es cuando muchos aprovechan la jornada para salir al campo, divertirse, descansar un poco después de la intensidad del jueves y del viernes. ¿En qué consiste, pues, ese velar junto al Cristo sepultado? ¿No estaremos viviendo un abismo insalvable entre la liturgia y la vida cotidiana?
Hoy Cristo está "missing", como dicen a veces los jóvenes. Está desaparecido. "No sabemos dónde lo han puesto". Hoy, día no litúrgico, celebramos la liturgia del Cristo desaparecido del mapa. Hoy es el día de todos aquellos que hace tiempo que no saben/no contestan cuando se preguntan por su fe en Jesús. Es el día de las culturas que han tenido a Cristo como centro y que hoy no saben dónde lo han escondido. Es el día de quienes a menudo nos lavamos las manos cuando tenemos que arriesgarnos por él. Es el día de los que ya no se preguntan por la fe sino que simplemente están asentados en la indiferencia.
¡Cuántas evocaciones en este sábado santo! ¡Cuántos deseos de que en esta noche, rotas las tinieblas, emerja esa luz matutina que es Cristo resucitado! Pero no precipitemos las cosas. Frente a los que vivirán el día de hoy en la total indiferencia, aprendamos a vivir en un silencio expectante.
Feliz Pascua de Resurrección. Jesus Losada. Fuente. www.ciudadredonda.org./ Imagen de Rafael Fores

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro

Queridos amigos: Hace varios años que el filósofo judío Levinas me ayudó a caer en la cuenta de lo que significa el rostro humano. Es la parte de nuestro cuerpo que nosotros nunca podemos ver directamente. Y, sin embargo, la parte que los demás ven. Más aún: el rostro es como una concentración de nuestro cuerpo entero para los demás. Son los demás quienes nos dicen: "Te veo hoy con mala cara" o "Tienes buena cara". Nuestro rostro es la ventana por la cual se comunica lo que somos. Comunican nuestros ojos y comunican nuestros labios. Una frente fruncida es señal de preocupación. Unos labios apretados indican rabia. Una sonrisa transmite alegría. 
Si el rostro es un concentrado de humanidad, ¡qué fuerza adquieren las palabras del profeta Isaías ("No oculté el rostro a insultos y salivazos") o las del salmo 68 ("La vergüenza cubrió mi rostro")!
Junto al sentido del oído, hoy ponemos a punto también el sentido de la vista para contemplar el rostro de Jesús durante los próximos días. Se trata de un mapa en el que están registrados los gozos y sufrimientos de todos los hombres.
En vísperas de su muerte, el rostro de Jesús resume la entera trayectoria de su vida terrena: sus largos años de laboratorio nazareno y sus pocos meses o años de itinerancia misionera por tierras de Galilea y de Jerusalén.
¿Cómo veían el rostro de Jesús sus discípulos cuando le preguntaban, uno tras otro, incluido Judas, la pregunta del millón: "¿Soy yo acaso, Señor?". ¿Verían preocupación, rabia, frustración, derrota? ¿O verían un rostro luminoso, sobrecargado de amor en cada una de sus millones de células?
"Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro". Esta es la súplica que brota en un día como hoy en el que millones de personas se ponen en camino hacia los lugares donde van a pasar los días del triduo sacro.
¿Se puede vivir el triduo sacro estando de vacaciones? ¿Se ha convertido la Semana Santa en un simple período vacacional, salpicado con algún rito folclórico religioso a modo de relleno para tranquilizar la conciencia? Quizá podemos responder con sencillez. Se puede vivir el triduo sacro en cualquier lugar ... con tal de que no tengamos miedo a buscar y contemplar el rostro de Cristo. No importa tanto el lugar cuanto el coraje de dirigir nuestros ojos a ese rostro cubierto de insultos y salivazos y, sin embargo, hermoso, radiante, perdonador. Ese rostro se muestra en la liturgia de la iglesia y se muestra en las personas sufrientes que, sin duda, iremos encontrando. Por mucho derecho que tengamos al descanso, no podemos mirar en otra dirección, porque en el familiar con problemas o en el que nos sirve en un hotel podemos descubrir al Cristo que sigue sufriendo hoy. Volver la espalda a esos rostros tan reales es volver la espalda al Cristo que nos mira.
"Oculi nostri ad Dominum Jesum" canta la liturgia. "Nuestros ojos están vueltos al Señor Jesús". Ojalá podamos aguzar la vista para contemplar este rostro en cualquier lugar en el que nos encontremos durante los próximos días. Jesus Losada. Fuente. www.ciudadredonda.org

Nuestro propio Viernes Santo

Cuando los romanos idearon la crucifixión como su instrumento de pena capital, tenían en mente más que sólo dar muerte a alguien. Querían conseguir también algo más, a saber, convertir esta muerte en un espectáculo que sirviera de última disuasión, de modo que cualquiera que lo viera pensara dos veces si valía la pena cometer el delito por el que la persona estaba siendo crucificada.
Así que la crucifixión fue ideada para hacer un par de cosas más, no sólo para dar muerte a alguien. Se ideó para infligir el mayor grado de dolor que un cuerpo humano podía soportar. De ahí que a veces daban morfina a la persona a la que estaban ejecutando, no para reducir su dolor sino para mantenerla consciente con el fin de que sintiera más dolor. Quizás lo más cruel de todo, la crucifixión fue ideada para humillar totalmente el cuerpo de la persona que estaba siendo ejecutada. Así pues, la persona era desnudada, sus partes privadas desprotegidas y, cuando su cuerpo entraba en espasmos, como con toda seguridad al fin sucedería, sus intestinos se descargarían, todo a la vista del público. ¿Hay una humillación mayor que esta?
Bueno, hay -creo yo- sufrimientos humanos que se aproximan o se igualan a eso; y, tristemente, son muy comunes. Hay casos diarios de violencia en nuestro mundo (violencia doméstica, violencia sexual, tortura, acoso despiadado y similares) que reflejan la humillación de la cruz. También, se ve a veces esta clase de humillación del cuerpo en la muerte por cáncer y otras enfermedades semejantes que debilitan. La persona aquí no solo  muere; muere de dolor -su cuerpo humillado, su dignidad comprometida, esa inmodestia expuesta- como fue para Jesús cuando estaba muriendo en la cruz.
Sospecho que por esto Dios permitió (aunque no intentó) que Jesús sufriera el dolor y la humillación que sufrió en su muerte. Mirando a cómo murió Jesús, es injusto para cualquiera decir: “Fácil para él, no tuvo que sufrir de la manera que yo sufrí”. La humillación de la cruz pone a Jesús en verdadera solidaridad con todos los que han conocido alguna vez el dolor y la vergüenza de la humillación.
Pero el fruto de la solidaridad de Jesús con nosotros no es tener sólo el  consuelo de saber que Jesús sintió nuestros sufrimientos de primera mano, es también que logramos tener parte en lo que sigue después de la crucifixión, a saber, como dice la escritura, una participación en su consuelo. Curiosas palabras, verdaderamente. ¿Qué consuelo hay en ser humillado? ¿Qué se gana por esta vergonzosa clase de dolor? En una palabra, lo que se gana es profundidad de alma.
Nada, absolutamente nada, nos empuja a la profundidad de corazón y alma como lo hace la humillación. Hazte sólo esta pregunta: ¿Qué es lo que me ha dado carácter? ¿Qué es lo que me ha dado profundidad como persona? ¿Qué es lo que me ha dado comprensión más profunda? La respuesta en cada caso -sospecho yo- será algo de lo que estarías avergonzado de hablar, alguna punzante humillación cuyo dolor y vergüenza te empujó a un lugar más profundo.
El Evangelio -creo yo- enseña eso. Por ejemplo, cuando los apóstoles Santiago y Juan se acercaron a Jesús y le preguntaron si podía disponer que, cuando entrara en su gloria, les concediera los puestos a su derecha y a su izquierda, Jesús, antes de todo, no aprovechó la ocasión de darles una lección sobre la humildad. En vez de eso, les advirtió sobre su falta de comprensión de lo que constituye la gloria y lo que constituye el camino a la gloria. Ellos, por supuesto, habían confundido la noción de gloria con todo lo que es antitético a humillación, vulnerabilidad y solidaridad. La gloria, para ellos y sospecho que también para nosotros, fue entendida, por lo contrario, como estar colocado aparte de la multitud, por encima de ella: el jugador más valioso, el ganador del Premio Nobel, la estrella de cine con el cuerpo que todos envidian, el que es atractivo y resulta invulnerable a la humillación, el que está por encima del resto. Y así Jesús pregunta a Santiago y Juan si son capaces de beber el cáliz, y ese cáliz, como vemos de la propia lucha de Jesús en el Huerto de Getsemaní, es el cáliz de la humillación.
Beber el cáliz de la humillación, aceptar la cruz es, según Jesús y según lo que es más honrado de nuestra propia experiencia, lo que puede traernos la genuina gloria, a saber, profundidad de corazón, profundidad de alma y profundidad de comprensión y compasión. Sin embargo, como Jesús advierte, beber el cáliz de la humillación, mientras automáticamente nos asegura la profundidad, no nos asegura automáticamente la gloria (“esa gloria no me toca a mí concederla”). La humillación nos hará más profundos, pero podría no hacernos profundos de manera correcta. Puede tener también el efecto contrario.
Esta es la cuestión, pues: Como Jesús, todos nosotros sufriremos  humillación en la vida, todos nosotros beberemos el cáliz, y eso nos hará profundos; pero entonces tendremos una elección crítica: Esta humillación ¿nos hará profundos en compasión y comprensión, o bien nos hará profundos en ira y amargura? Esta es de hecho la mayor elección moral que afrontamos en la vida, no sólo en la hora de la muerte sino en incontables momentos de nuestra vida. El Viernes Santo y lo que pide de nosotros nos carea diariamente.
Ron Rolheiser (Trad. Benjamin Elcano, cmf) - Lunes

¿Cómo huele la fe que hoy vivimos? ¿Huele a recinto cerrado, húmedo, miserable? ¿O huele al nardo de la libertad, de la alegría, de la entrega?

Queridos amigos: Esta semana es muy especial. Por algo la Iglesia la llama la semana "santa". Toda ella aboca al triduo sacro en el que conmemoramos el centro de la fe cristiana. Nosotros confesamos que Jesucristo murió (viernes santo), fue sepultado (sábado santo) y resucitó al tercer día (domingo de resurrección). No es que conmemoremos estos hechos como quien desempolva un álbum de recuerdos familiares, sino que en la liturgia, por la fuerza del Espíritu, experimentamos su realidad y su energía salvadora. ¡Por eso es tan importante prepararnos para esta celebración! Si fuese un simple recuerdo, bastaría con poner en marcha los ritos de todos los años, pero no: ¡Es una experiencia que acontece hoy, que afecta a nuestra vida, al presente de la iglesia y del mundo!
En el tramo final que nos conduce al triduo sacro, comenzamos purificando nuestros sentidos. Hoy, lunes santo, le toca el turno al olfato. La casa en la que habita Jesús, que es la casa de sus amigos de Betania, se llena de la fragancia del perfume. No se trata de una colonia barata comprada en un "todo a cien", sino de "un perfume de nardo, auténtico y costoso". Sólo el amor puede producir este derroche de belleza, porque sólo el amor sabe ir a lo esencial, a ese centro en el que la verdad, la bondad y la belleza se manifiestan unidas. Judas es un periférico, anda por los márgenes. Cree que da el do de pecho porque exhibe una actitud calculadora y un aparente interés por los pobres. Hace el ridículo. Está en otra onda. Sólo María de Betania, la que había escogido la mejor parte, sabe "lo que toca hacer" en este momento, es una experta en ir al centro del misterio. Por eso encuentra el símbolo adecuado en los días previos a la muerte de Jesús. María le dice que lo quiere, antes de que sea tarde y sólo quede tiempo para las lamentaciones. Ella no es una embalsamadora de muertos sino una perfumadora de vivos. Está perfumando al Jesús que, en su corazón, ya ha resucitado antes de morir. Por eso, la casa se llena de la fragancia de la vida.
¿Cómo huele la fe que hoy vivimos? ¿Huele a recinto cerrado, húmedo, miserable? ¿O huele al nardo de la libertad, de la alegría, de la entrega? En el primer caso, nuestro santo patrón es Judas. En el segundo, formamos familia con María de Betania. Perfumar al Jesús que vive hoy es una de las dimensiones más refrescantes de nuestra fe.
El evangelio de este Lunes Santo nos presenta una cena, que es como un anticipo de la última cena. En ella se dan cita los amigos (Marta, María, Lázaro) y los traidores (Judas Iscariote). Es una cena en la que se ponen de relieve las dos actitudes básicas ante Jesús que van a estar presentes en el drama de su proceso y de su muerte: la cercanía del amor y la distancia del resentimiento.
Marta (la camarera), Lázaro (el resucitado) y María (la perfumista) representan el polo del amor. Sirven, escuchan y ungen a Jesús. Y lo hacen todo desde la gratuidad propia de toda amistad.
Judas Iscariote (el discípulo que lo va a entregar) representa el polo del resentimiento. Critica el “derroche”de María mediante una racionalización que podría pasar a cualquier manual de psicología: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?
¿Cómo responde Jesús a cada una de estas dos actitudes? Necesitamos escrutar cada detalle porque, en el fondo, su respuesta tiene que ver con cada uno de nosotros.
En el caso de Marta, María y Lázaro, Jesús se deja hacer. A lo que es gratuito se responde con la gratuidad: Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura. Acepta ser querido, encuentra consuelo en el hogar de Betania. Disfruta con sus amigos.
En el caso de Judas, Jesús desenmascara la racionalización: A los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis. No se deja engatusar por las trampas de los que parecen amigos y no son más que funcionarios.
Estas dos actitudes son un espejo en el que nos miramos nosotros al comienzo de una nueva Semana Santa. ¿Hacia dónde nos inclinamos?: ¿Hacia la entrega incondicional a Jesús o hacia nuevas racionalizaciones que encubren nuestra mediocridad?
En la cena, además de los alimentos, hay perfume de nardo, que es un anticipo simbólico del perfume con el que las mujeres ungirán el cuerpo de Jesús después de su muerte. Es una perfume costoso (porque el amor no es tacaño) y es también un perfume expansivo (porque el amor no es cerrado): La casa se llenó de la fragancia del perfume.
Tenemos esbozado el guión del drama que vamos a revivir durante los próximos días. Jesus Losada. Fuente. www.ciudadredonda.org

Campamentos de verano, organizados por la parroquia.

El Padre Sotillo, desde la parroquia del Corazón de María de Oviedo, organiza diversos turnos de campamentos de verano en Doney de la Requejada, en la Alta Sanabria, cerca de el Lago de Sanabria, Zamora. 
Según se puede leer en los documentos adjuntos, pueden ir niños desde 3º de primaria hasta jóvenes de 2º bachillerato.
El campamento consta de una zona de acampada, donde se levantan las tiendas de lona, con rejillas de madera y colchonetas, que es donde duermen los niños, y de un amplio albergue para zona de comedor-usos múltiples, baños-duchas de chicos y chicas, etc.
También se dispone en el entorno de albergue de amplias zonas cimentadas para juegos y actividades. 
Se encuentra ubicado al lado del río Negro, para darse algunos chapuzones. Todo el entorno es precioso: montañas, bosques, valles, etc.
Para informase e inscribirse desde Asturias: Padre. Sotillo, Plaza. de América, nº 12, parroquia del Corazón de María, tfnos. 985230496 y 661173472


SEMANA SANTA 2019. Horarios

       
LUNES 15; MARTES 16  y  MIÉRCOLES 17 Misas normales                 

JUEVES SANTO:    11,00    LAUDES
                                  17,00    EUCARISTÍA
                                  18,30    CENA DEL SEÑOR
                                  22,00    HORA SANTA

VIERNES SANTO:  11,00    LAUDES
                                  12,30    Vía Crucis
                                  17,30    LA PASIÓN DEL SEÑOR
                                  20,00    Oración junto a la Cruz

SÁBADO SANTO:  11,00    LAUDES
                                 12,30    Oración con María
                                 22,00    VIGILIA PASCUAL

DOMINGO DE RESURRECCIÓN: Misas de Domingo

        ¡¡¡  FELICES PASCUAS  !!!

Cambia un hábito que no te haga bien, corrígelo...



https://odresnuevos.es/2019/03/01/calendario-cuaresma-2019/

Día 38º de cuaresma  #OdresNuevos #Cuaresma2019

Lo que no hemos acertado sobre el sexo

Hace varios años, en el espacio de preguntas y respuestas después de una conferencia pública, un joven más bien descontento me hizo una pregunta que llevaba un poco de intención: “Parece que Vd. escribe mucho sobre sexo”, dijo. “¿Tiene un problema particular con él?” Mi conferencia había versado sobre la misericordia de Dios, y yo no había mencionado para nada el sexo; así que su pregunta tenía obviamente su propia agenda. Mi respuesta fue: “Escribo 52 columnas al año y he estado haciendo eso durante más de 30 años. Por término medio, escribo una columna sobre sexo cada segundo año, así que quiere decir que escribo de sexo, por término medio, cada 104 veces que escribo. Eso resulta ligeramente  menos del 1% del tiempo. ¿Crees que eso es excesivo?”
Destaco este intercambio porque soy bastante consciente de que, siempre que un célibe con votos  escriba sobre sexo, esto será problemático para algunos, a ambos lados del espectro ideológico. Sea como sea, al referirme aquí a dos ingeniosas citas de Gary Gutting, quiero sugerir que nuestra cultura haría bien de examinar valientemente sus opiniones  sobre el sexo para ver dónde nuestro actual comportamiento relativo al sexo podría no estar sirviéndonos bien. Aquí están las citas:
Escribiendo en una revista de Commonweal (23 de Septiembre, 2016), dice Gutting: “Necesitamos, sin embargo, una ética de la sexualidad, y el punto de partida debería ser la comprensión de que el sexo no es `diversión´. O sea, no resulta una actividad agradable que podamos separar sin peligro de las cosas que de hecho importan. El sexo no es como decir un chiste, beber un buen vino o ver un partido de baloncesto. No es sólo que el sexo sea más intenso; también pone en comunicación emocional y moral las profundidades que ordinariamente los placeres no ponen. Los valores humanos fundamentales tales como el amor, el respeto y la auto-identidad  están siempre en juego. El `sexo casual´ es una peligrosa ilusión. El sexo es un problema para nosotros principalmente porque lo confundimos con la diversión”.
Dos años después, en otra revista de Commonweal (19 de marzo, 2018) comentando la indignación moral que encendió al movimiento #Me Too, escribe: “Nuestra indignación puede parecer anómala, particularmente en el contexto de Hollywood, porque la industria del entretenimiento -junto con la publicidad de la industria de la autoayuda y los intelectuales iluminados- es una fuente primaria de la idea ampliamente aceptada de que el sexo debería ser liberado de la seriedad de las estructuras morales y reconocido exactamente como otra manera de poder divertirse la gente  moderna. …Yo no soy cínico, pero sí pienso que vale la pena reflexionar sobre la tensión entre la indignación moral por acoso sexual y la ética de la sexualidad liberada. El problema central es que esta ética apoya la idea de que el sexo debería ser típicamente otra manera de tener diversión. … Esta ética está abierta, por supuesto, a la idea de que el sexo también puede ser una expresión de la intimidad profunda, comprometida y monógama; pero, a pesar de todo, no ve ningún problema con el sexo que empieza y acaba sólo como diversión”.
¿Puede el sexo empezar y acabar sólo como diversión? Muchos de nuestra cultura de hoy dirían que sí. Parece que esto es a lo que hemos evolucionado.
En el corto espacio de medio siglo hemos presenciado algunos cambios de paradigmas en cómo nuestra cultura valora la moral sexual. Hasta la década de 1950, nuestra ética moral dominante asoció el sexo al matrimonio y tener hijos. El sexo se consideraba moral cuando era compartido en un matrimonio y estaba abierto a la concepción. La década de los 60 eliminó la parte sobre el sexo asociado a tener hijos, por lo que el control de nacimientos vino a ser aceptable en la cultura. Pero el sexo aún  necesitaba estar dentro de un matrimonio. El sexo pre-marital y extra-marial, aunque difundidos, no eran vistos aún como aceptables moralmente.
Los años 70 y 80 cambiaron eso. Nuestra cultura vino a aceptar el sexo fuera del matrimonio ofreciéndolo como consensual y amoroso. El sexo, en efecto, vino a ser una extensión de citas. La generación de hoy nació y fue educada en esa ética. Finalmente, los 90 y el nuevo milenio trajeron todavía un cambio más radical, a saber, el sexo “enganche”, el sexo donde el alma, la emoción y el compromiso son deliberadamente excluidos  de la relación. Para mucha gente, hoy, el sexo se puede entender como puramente de recreo -y aún moral- sólo para divertirse.
¿Qué hay que decir sobre esto? ¿Puede ser el sexo simplemente para diversión? Mi respuesta es la misma que la de Gutting. El sexo sólo para diversión no funciona porque, aunque lo intentemos, no podemos separar el sexo del alma.
Al final, el sexo sólo por diversión no es diversión, excepto en la fantasía, en la ideología divorciada de la realidad y en la novelas y películas ingenuas. A los que son sensibles, trae invariablemente pesar; y a los que son insensibles trae invariablemente dureza de corazón. A todos trae explotación sexual. Más seriamente, conduce a cierta pérdida del alma. Cuando a la sensibilidad no se le da su lugar propio en la sexualidad, incluso peor, cuando es excluida deliberadamente, acabamos vendiéndonos cortos, no honrándonos adecuadamente a nosotros ni a otros; y, al final del día, esto no da por resultado ni la felicidad en nosotros ni el propio respeto de otros.
El alma es una mercancía digna de protección, particularmente en el sexo. 
Ron Rolheiser (Trad. Benjamin Elcano, cmf) - Lunes

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