Oraciones para nochevieja y año nuevo

Señor, en estos días de Navidad y Nochevieja,

antes de que suenen las doce campanadas, 

queremos presentarte las esperanzas y los sueños

que tenemos para el año nuevo.

Te damos gracias, Señor, por todos los beneficios que de ti hemos recibido en este año que termina. 

Perdona lo que te hayamos fallado en estos meses.

Bendícenos cada día y haz que caminemos

 siempre por caminos de paz y fraternidad.

De corazón te pedimos, Señor, que acojas en tu Reino

a los has llamado a ti durante este año.

Ayuda, Señor, a los que, en medio del ruido y de las luces de

estas fiestas, se sienten solos y vacíos, sin alegría, 

o viven en la tribulación y el sufrimiento.

Concédenos que tu luz nos ilumine a todos, que tu vida nos dé fuerzas para que, en la marcha veloz del tiempo,

podamos sentir verdaderamente

el peso profundo, misterioso y lleno de esperanza de tu eternidad.

 

Ø  Todos rezan el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria al Padre… 
Ø Se toman las doce uvas.
Ø  La copa de champán, con el oportuno brindis.
Ø  El abrazo y el beso con todos los presentes. 


1.     Apasiónate con tu vida y con los demás. Trátate con ternura y trata bien a los demás. No pidas a la vida lo que no pueda darte.

2.     Evita todo sentimiento negativo. No gastes fuerzas en cosas que no merecen la pena. Sé una persona disciplinada.

3.     Controla tus sentimientos agresivos. No ataques a nadie. El buen humor, con una mezcla de sana ironía, te hará más tolerante.

4.     Sé tú mismo. Y no vivas pendiente de “lo que dicen” o “no dicen” de ti. Eres lo que eres con tu estatura, fisonomía e inteligencia. No envidies a nadie. Lo que los demás digan no añadirá nada a tu valer.

5.     No trabajes a tontas y a locas. Toda persona ha de tener un ideal de vida, una meta que anime su trabajo.

6.     Si alguien se interpone con sentimientos negativos en tu vida,  ignóralo. Y no te sientas culpable.

7.     Pon amor donde hay amor. Y donde no lo hay, también. El amor siempre proporciona la alegría de vivir.

8.     La realidad de la vida es más bella que la fantasía. Acéptala. Esto, aquello, podría haber sido “de otra manera”, pero es así: acepta la realidad “como es” y mejórala en lo que puedas.

9.     Canta con frecuencia. Sobre todo, sobreponte en los momentos de dolor, fracaso, contradicción, dulcificando tu carácter.

10.  Fomenta la amistad. Un buen amigo es imprescindible. Con un amigo gustará más la alegría de vivir la “vida de cada día”.

11.  Haz en tu corazón un nido cálido para la paz. Desde él volará y visitará otros lugares, pero a ti nunca te abandonará.

12.  Tienes un gran tesoro formado por pensamientos, palabras, deseos… No  seas avaro. ¡Compártelo! Mírate al espejo y siéntete feliz. 

    Y ahora pedimos la bendición de Dios para este año:

    Que Dios nos bendiga en Jesucristo todos los días del año. Amén.

    Que Dios nos lleve en sus brazos todos los días del año. Amén.

    Que Dios nos regale sus besos todos los días del año. Amén.

    Que comamos el pan de su amor todos los días del año. Amén.

    Que encontremos amigos y hermanos todos los días del año. Amén.

    Que seamos misericordiosos todos los días del año. Amén.

    Que a nadie hagamos sufrir ningún día del año. Amén.

    Y que María también nos proteja todos los días del año. Amén.




La Navidad como haciendo trizas los recipientes de nuestras expectativas. Artículo.

Resulta curioso cómo Dios deshace invariablemente los recipientes de nuestras expectativas. Nosotros tenemos cierta idea de cómo Dios debería actuar, y Dios acaba actuando de un modo que frustra todas esas expectativas; y, aun así, cumple nuestras expectativas más profundamente. Eso es ciertamente la verdad de lo que sucedió en Belén en la primera Navidad.

Durante siglos, hombres y mujeres de fe, conscientes de su imposibilidad de rectificar todo lo que estaba mal en la vida, habían estado rogando para que Dios viniera a la tierra como Mesías, Salvador, a limpiar la tierra y enderezar todo lo que en ella estaba torcido. Exactamente cómo iba a suceder esto fue quizás más un primer anhelo de justicia, una deseosa esperanza, que cualquier género de visión clara, al menos hasta que aparecieron los grandes profetas judíos. Al fin, profetas como Isaías empezaron a articular una visión de lo que sucedería cuando llegara el Mesías. En estas visiones, el Mesías anunciaría una “Era Mesiánica”, un tiempo nuevo, cuando todo se haría bien. Habría prosperidad para los pobres, sanación para los enfermos, libertad de todo género de esclavitud, y justicia para todos (incluso castigo para los malvados). Los pobres y los mansos heredarían la tierra porque el Mesías, por largo tiempo esperado, simplemente dominaría todo mal, ahuyentaría a los malvados de la faz de la tierra y haría todas las cosas bien.

Y después de todos esos siglos de espera, de anhelo, ¿qué logramos? ¿Qué logramos? Un niño desvalido y desnudo, incapaz de alimentarse por sí solo. Nadie esperaba que esa fuera la manera de que esto sucediera. Habían esperado a un Superhumano, una Superestrella, alguien cuyo músculo, talento, estatura física, invulnerabilidad e invencibilidad simplemente achicaría todos los poderes que hubiera en el planeta de una manera que no pudiera haber ningún argumento, ni resistencia, ni oposición a su presencia.

Esa es aún, en su mayor parte, la manera en que fantaseamos cómo el poder de Dios debería funcionar en nuestro mundo. Pero, como sabemos desde la primera Navidad, esa no es normalmente la manera de actuar por parte  de Dios. Lo que fue revelado en Belén es que normalmente nos encontramos con la presencia y el poder de Dios en nuestro mundo a modo de un niño desvalido tendido en la paja, vulnerable, aparentemente impotente, que nos conmueve subliminalmente.

¿Por qué? ¿Por qué el todopoderoso Creador del universo no muestra más músculo? ¿Por qué Dios normalmente se revela más en el cuerpo de un niño que en el de una Superestrella? ¿Por qué? Porque el poder de Dios actúa para ablandar los corazones más bien que para quebrarlos, y eso es lo que la  vulnerabilidad y la debilidad pueden hacer. Eso es lo que pueden hacer los niños. El poder de Dios, al menos el poder de Dios de introducirnos en la intimidad de uno con otro, no funciona normalmente por medio del poder, los músculos y la frialdad (invulnerabilidad). Funciona por medio de muchas cosas, pero funciona con especial poder por medio de la vulnerabilidad y debilidad. La intimidad se afirma sobre la vulnerabilidad. Tú no puedes forzar a otra persona a hacer que te ame, a no ser que fuerces su corazón de la manera como lo hace un niño. Nosotros podemos seducirnos unos a otros por medio del atractivo, despertar admiración por nuestros talentos e intimidarnos unos a otros por superior fuerza, pero ninguno de estos valores proporcionará al fin la base para una comunidad de vida compartida por  mucho tiempo… pero la impotencia e inocencia de un niño pueden proporcionar eso.

El poder de Dios, como un niño durmiendo en su cuna, se ubica en nuestro mundo como una callada invitación, no como una amenaza u opresión. Cuando Jesús se encarnó en nuestro mundo en Belén, hace dos mil años, y más tarde murió aparentemente desamparado en una cruz en Jerusalén unos treinta años después, esto es lo que fue revelado: el Dios que se encarna en Jesucristo entra en el sufrimiento humano en vez de mantenerse ajeno a él, está en solidaridad con nosotros en vez de quedarse separado de nosotros, manifiesta que la ruta hacia la gloria es descendente en vez de ascendente, se sitúa con los pobres e impotentes en vez de estar con los ricos y poderosos, invita en vez de coaccionar, y se revela más en un niño que en una superestrella.

Pero eso no siempre es fácil de comprender ni aceptar. Con frecuencia estamos frustrados e impacientes con Dios, quien -como dice la escritura- puede parecer lento en actuar. Jesús prometió que los pobres y mansos heredarían la tierra, y esto  parece desmentido para siempre por lo que de hecho está pasando en el mundo. Los ricos se están haciendo más ricos, y los pobres no parecen estar heredando mucho. ¿De qué sirve un niño desvalido a propósito de esto? ¿Dónde vemos actuando el poder mesiánico?

Bueno, de nuevo los recipientes de nuestras expectativas necesitan ser hechos trizas. ¿Qué significa “heredar la tierra”? ¿Ser un superestrella? ¿Ser rico y famoso? ¿Tener poder sobre los demás? ¿Entrar en una estancia y ser reconocido y admirado instantáneamente como influyente e importante? ¿Es esa la manera como “heredamos la tierra”? O bien, ¿“heredamos la tierra” cuando una frialdad es disipada en nuestros corazones y somos devueltos a nuestra original bondad por la sonrisa de un niño? Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

Fiesta de la Sagrada Familia. Oración para rezar padres e hijos.


PP. Señor y Dios Padre nuestro,
te damos gracias por nuestro matrimonio 
y por habernos dado estos hijos.

HH. Jesús, te damos gracias, 
por nuestros padres 
y por esta preciosa familia.

PP. Es una alegría para nosotros,
y las preocupaciones, temores y fatigas que nos cuestan,
las aceptamos con serenidad.
Ayúdanos, Padre, a amarnos 
y  amar a nuestros hijos sinceramente.
A través nuestro has hecho surgir vida;
desde toda la eternidad
tú los conocías y amabas.
Danos sabiduría para guiarlos,
paciencia para instruirlos,
vigilancia para acostumbrarlos al bien,
mediante nuestro ejemplo.
Fortalece nuestro amor
para corregirlos y hacerlos más buenos.

HH. Ayúdanos, Jesús, 
a querer y a obedecer a nuestros padres,
ellos siempre quieren y buscan lo mejor para nosotros.
Que seamos una verdadera familia,
donde Tú nos concedas tu paz y el calor del hogar.

T. Enséñanos tú, Padre bueno 
por los méritos de Jesús,
tu Hijo y Señor nuestro,
y con la ayuda de la María,
madre de Jesús y madre nuestra,
y de su esposo San José.
Amén



Belén de cumbres 2020

"Como todos los años la catequesis infantil de la parroquia ha organizado el Belén de Cumbres.
Con las limitaciones dadas por el Covid-19, las familias eligieron el área recreativa de La Pesanca. 
Padres e hijos hicimos una ruta sencilla en este precioso paisaje. El centro del día fue la instalación del Misterio de Navidad entre unas rocas, acompañado de una oración familiar con la bendición
del Misterio y de todas las familias presentes y de la catequesis parroquial. Por las circunstancias sanitarias actuales no pudimos compartir ni comida ni café, sino que cada familia comió en una de las mesas del área recreativa. Ha sido un día precioso y cargado de profundo sentido cristiano y de convivencia familiar". Ver álbum completo.











LECTIO DIVINA correspondiente al Jueves de la 4ª Semana de Adviento. DÍA DE LA NOCHEBUENA.

«Hoy sabréis que viene el Señor, y mañana contemplaréis su gloria». Escuchemos, hermanos, la calenda o pregón de Navidad, que nos trae la buena noticia, la gran alegría para todo el mundo: «Transcurridos innumerables siglos desde la creación del mundo, cuando en el principio creó Dios el cielo y la tierra y formó al hombre a su imagen. Transcurridos veintiún siglos desde la emigración de Abrahán, nuestro padre en la fe, de la ciudad de Ur en la Caldea. Trece siglos después de la partida de Israel de la tierra de Egipto, bajo la guía de Moisés. Transcurridos alrededor de mil años desde que David fuera ungido como rey. En la semana sesenta y cinco de la profecía de Daniel. En la Olimpíada ciento noventa y cuatro. En el año 752 de la fundación de Roma. En el año 42 del imperio del César Octavio Augusto, estando todo el orbe en paz, Jesucristo, Dios eterno e Hijo del eterno Padre, queriendo consagrar al mundo con su venida, concebido del Espíritu Santo y transcurridos nueve meses desde su concepción, nace en Belén de Judá, hecho hombre, de la Virgen María. Es la Natividad de nuestro Señor Jesucristo según la carne».- Oración Apresúrate, Señor Jesús, y no tardes, para que tu venida consuele y fortalezca a los que esperan todo de tu amor. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

LECTIO Primera lectura: 2 Samuel 7,1-5.8b-12.14a.l6

1 Cuando David se estableció en su palacio y el Señor le dio paz con todos sus enemigos de alrededor,

2 dijo al profeta Natán: -Yo vivo en una casa de cedro, mientras que el arca del Señor está en una tienda.

3 Natán le dijo: -Haz lo que te propones, porque el Señor está contigo.

4 Pero aquella misma noche el Señor dirigió esta palabra a Natán:

5 -Ve a decir a mi siervo David: Esto dice el Señor: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que viva en ella?

8b Yo te tomé de la majada, de detrás de las ovejas, para que fueras caudillo de mi pueblo, Israel.

9 He estado contigo en todas tus empresas, he exterminado delante de ti a todos tus enemigos; y yo haré que tu nombre sea como el de los grandes de la tierra.

10 Asignaré un lugar a mi pueblo Israel y en él lo plantaré, para que lo habite y no vuelva a ser perturbado, ni los malvados lo opriman como antes,

11 como en el tiempo en que yo establecí jueces sobre mi pueblo Israel; te daré paz con todos tus enemigos. Además, el Señor te anuncia que te dará una dinastía.

12 Cuando hayas llegado al final de tu vida y descanses con tus antepasados, mantendré después de ti el linaje salido de tus entrañas, y consolidaré su reino.

14a Seré para él un padre y él será para mí un hijo.

16 Tu casa y tu reino subsistirán para siempre ante mí, y tu trono se afirmará para siempre.

 *• La profecía de Natán a David es esclarecedora y abre un nuevo horizonte en la historia de salvación. El reino de Judá goza de un período de tranquilidad y el mismo rey mora en un magnífico palacio. Pero sus planes son construir también una «casa» al Señor donde poder acoger el arca de Dios. El profeta le impide realizarlo porque Dios tiene otro proyecto mayor para David y su descendencia. El Señor tomará la iniciativa para dar una casa no de piedra, sino estable y duradera: la estirpe real de David: «El Señor te anuncia que te dará una dinastía. Tu casa y tu reino subsistirán para siempre ante mí» (w. 11.16).

El Señor, de hecho, recuerda a David su historia, lo que ha hecho por él, y promete a su dinastía una duración perenne: lo eligió como pastor del pueblo sacándolo de los campos (cf. 1 Sm 16,11-13); le concedió la victoria sobre todos sus enemigos y en el futuro continuará estando con él; su gloria y la de su descendencia será grande porque gozará de una filiación divina; el rey y su pueblo serán benditos del Señor y poseerán una «casa» estable y tranquila, es decir, una dinastía que durará por los siglos.

El mensaje de la Palabra de Dios está claro: la salvación no viene de un templo de piedra obra de manos humanas, sino de la alianza con Dios, al que pertenece todo, el hombre y la historia.

 Evangelio: Lucas 1,67-79

67 Zacarías, su padre, se llenó del Espíritu Santo y profetizó:

68 Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo.

69 Nos ha suscitado una fuerza salvadora en la familia de David su siervo,

70 como lo había prometido desde antiguo por medio de sus santos profetas,

71 para salvarnos de nuestros enemigos y del poder de todos los que nos odian.

72 De este modo mostró el Señor su misericordia a nuestros antepasados y se acordó de su santa alianza,

73 del juramento que hizo a nuestro antepasado Abrahán, para concedernos

74 que, libres de nuestros enemigos, podamos servirle sin temor,

75 con santidad y justicia en su presencia toda nuestra vida.

76 Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos,

77 para anunciar a su pueblo la salvación, por medio del perdón de sus pecados.

78 Por la misericordia entrañable de nuestro Dios, nos visitará un sol que nace de lo alto,

79 para iluminar a los que están en tinieblas y en sombras de muerte, y para dirigir nuestros pasos hacia el camino de la paz.

 *•• El cántico de Zacarías es un tejido de reminiscencias bíblicas que exalta el cumplimiento de las promesas de salvación hechas por Dios en las antiguas profecías.

Zacarías, sacerdote de la antigua ley, pero lleno del Espíritu Santo, en el presente cántico de bendición por la visita del Señor a su pueblo, inaugura la nueva alianza, cuyo precursor será su hijo Juan, en el que la larga espera de siglos llega a su cumplimiento.

El texto bíblico se divide en dos partes: la primera resume la historia de salvación, resaltando la misericordia de Dios con los padres y su inquebrantable fidelidad a la alianza, que se realizará en la figura del Mesías (w. 68-75); la segunda mira al Bautista, «profeta del Altísimo» (v. 76), destinado a preparar los caminos del Señor con la predicación de la redención y salvación universal, efectiva en la persona de Jesús, por el perdón de los pecados, fruto de su inmensa bondad.

El cántico ensalza a Cristo, el sol de la resurrección, engendrado antes de la aurora, que con sus rayos ilumina a los que viven en tinieblas y en espera, vivifica a los que carecen de vida y la imploran. Él es la paz, plenitud de los dones mesiánicos, destinada a los que alaban y dan gloria a Dios. Él, el Verbo del Padre, es luz y vida de los hombres, en el cual ven a Dios y al cual obedecen.

MEDITATIO: Estamos en la vigilia de la Navidad del Señor, y la Palabra de Dios que resuena en la Iglesia es una actualización de las profecías mesiánicas, invitación a dar gracias y a la alabanza por la inminente venida del Salvador, que ha derramado sus bendiciones sobre el pueblo, manteniendo la fe en sus promesas con el don de la reconciliación y de la salvación universal.

¿Cómo vivimos personalmente esta vigilia y qué compromiso de vida nos exige? La venida histórica del Mesías nos confirma que Dios ha elegido su «casa» entre nosotros, en el cuerpo de Jesús, su Hijo (cf. Jn 1,14). Él mora con su pueblo, no de modo pasajero, sino de modo estable (cf. Ap 7,15; 12,2; 13,6; 21,3). Si en el Antiguo Testamento el lugar ideal de la presencia de Dios era el templo o la tienda (cf. Ex 25,8; 40,35; Ez 37,27; Jn 4,17), ahora su presencia está en la misma vida del hombre y en la carne visible de Jesús, que tocó y contempló en la fe la primera comunidad de los discípulos (cf. 1 Jn 1,1-4).

Cristo es la revelación y la luz del Padre, pero de modo oculto y humilde; algo interior que sólo los hombres de fe, como los profetas, los santos y María pueden comprender. Su gloria se manifestará en toda su potencia después, cuando desde la cruz a atraiga todos a sí (cf. Jn 12,32). Puede parecer una paradoja que la cruz sea glorificación, pero todo se hace luminoso si pensamos que «Dios es amor» (1 Jn 4,10) y se manifiesta donde aparece el amor.

¿Es también para nosotros Jesús el centro de la historia, nuestra morada y la plenitud de todas nuestras aspiraciones humanas?

ORATIO: Señor Jesús, Verbo del Padre y luz de los hombres, te adoramos en esta vigilia de Navidad y esperamos gozosos tu venida, que una vez más lleva a cumplimiento las promesas de Dios. Iluminados por tu luz, creemos que eres Aquel que ama al hombre y que la única finalidad de tu vida es la salvación de todo hombre. La fe nos introduce en este misterio de vida, la experiencia nos lo enseña y tu Palabra de verdad nos guía en este camino de luz.

Verbo eterno del Padre, queremos ser tus primeros adoradores, adictos a la bondad y al bien, testigos de tu misericordia. Tú que no te ocultas a nadie, sino que a todos concedes tu divina luz, seas por siempre nuestra verdadera luz que alumbre a toda la humanidad. Apresuramos nuestro camino hacia la salvación, hacia el nuevo nacimiento, porque deseamos, a pesar de ser multiplicidad, reunimos en un solo amor siguiendo el modelo de unidad del misterio trinitario en el que nos sumerges y renovar de este modo la alianza contigo.

Como la virgen María, lugar de la encarnación, concédenos saber interiorizar tu Palabra para descubrir cada vez más la hondura de este misterio dentro de nosotros mismos, misterio en el que «vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17,28), y llegar a ser contemplativos como María para no confundir esta Palabra con nuestro mismo ser, sino identificarnos con la que lleva al Verbo en sus entrañas y lo engendra como hijo suyo.

CONTEMPLATIO: Feliz día, feliz hora, feliz tiempo: es el que con inefable anhelo todos los santos desde el origen del mundo esperaron (...). Dios está con nosotros. Hasta ahora Dios estaba sobre nosotros, pero hoy es el Emmanuel, hoy Dios está con nosotros en nuestra naturaleza, con nosotros con su gracia. Con nosotros en nuestra pobreza, con nosotros en su benignidad. Con nosotros en nuestra miseria, con nosotros en su misericordia. Con nosotros en la caridad, con nosotros en la piedad, con nosotros en la compasión. ¡Oh Emmanuel! ¡Oh Dios con nosotros!

¿Qué hacéis, hijos de Adán? Dios está con nosotros. Con nosotros. No pudisteis, hijos de Adán, subir al cielo para estar con Dios, y ahora Dios ha bajado del cielo para ser el Emmanuel, el "Dios con nosotros" (...). Dichoso el que te abre la puerta del corazón, oh buen Jesús: pues entrarás. Tu adviento, Señor, lleva al corazón puro el mediodía de la luz celeste (Elredo de Rieval, Sermones inéditos, cit. en Cristo desiderio del moñaco, Milán 1988, 157-158).

ACTIO: Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Bendito sea el Señor que ha visitado y redimido a su pueblo» (Lc 1,68).

 PARA LA LECTURA ESPIRITUAL: Cerremos la puerta detrás de nosotros. Escuchemos con oído atento la inefable melodía que resuena en el silencio de esta noche. El alma silenciosa y solitaria canta al Dios del corazón su canto más suave y afectuoso. Y puede confiar que él le escucha. De hecho, este canto no debe ya buscar al Dios amado más allá de las estrellas, en una luz inaccesible, donde habita y ninguno puede verle.

Como es Navidad, como la Palabra se ha hecho carne, Dios está cerca, y la dulcísima palabra, la palabra del amor, encuentra su oído y su corazón en la sala más silenciosa del corazón. Y quien se ha detenido cerca de sí, aunque es de noche, en esta paz nocturna, en las honduras del corazón de Dios, percibe la dulce palabra del amor. Es preciso estar tranquilos, no temer la noche, hay que callar. De otro modo no se escucha nada.

De hecho, la última cosa se dice solamente en el silencio de la noche, cuando, por la llegada llena de gracia de la Palabra en la noche de nuestra vida, se ha hecho Navidad, noche santa, noche de silencio (K. Rahner, Dio se é fatto uomo, Brescia 31990, 72-73). Fuente: http://santaclaradeestella.es/

Ama con gestos sencillos y alegría a los que te rodean, el Señor brilla cerca

 

Calendario de Adviento

El por qué de la Navidad...

Érase una vez un hombre que no creía en Dios. No tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y de las festividades religiosas, como la Navidad.
Su mujer, en cambio, era creyente y criaba a sus hijos en la fe en Dios y en Jesucristo, a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido.
Una Nochebuena en que estaba nevando, la esposa se disponía a llevar a los hijos al oficio navideño de la parroquia de la localidad agrícola donde vivían. Le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó.
-¡Qué tonterías! -arguyó-. ¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender a la Tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez!
Los niños y la esposa se marcharon y él se quedó en casa.
Un rato después, los vientos empezaron a soplar con mayor intensidad y se desató una ventisca. Observando por la ventana, todo lo que aquel hombre veía era una cegadora tormenta de nieve. Y decidió relajarse sentado ante la chimenea.
Al cabo de un rato, oyó un gran golpe; algo había golpeado la ventana. Luego, oyó un segundo golpe fuerte. Miró hacia afuera, pero no logró ver a más de unos pocos metros de distancia. Cuando empezó a amainar la nevada, se aventuró a salir para averiguar qué había golpeado la ventana. En un campo cercano descubrió una bandada de gansos salvajes. Por lo visto iban camino al sur para pasar allí el invierno, y se vieron sorprendidos por la tormenta de nieve y no pudieron seguir. Perdidos, terminaron en aquella finca sin alimento ni abrigo. Daban aletazos y volaban bajo en círculos por el campo, cegados por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricultor dedujo que un par de aquellas aves habían chocado con su ventana.
Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos.
-Sería ideal que se quedaran en el granero -pensó-. Ahí estarán al abrigo y a salvo durante la noche mientras pasa la tormenta.
Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par. Luego, observó y aguardó, con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran. Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas. No parecía que se hubieran dado cuenta siquiera de la existencia del granero y de lo que podría significar en sus circunstancias. El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero solo consiguió asustarlas y que se alejaran más.
Entró a la casa y salió con algo de pan. Lo fue partiendo en pedazos y dejando un rastro hasta el establo. Sin embargo, los gansos no entendieron.
El hombre empezó a sentir frustración. Corrió tras ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero. Lo único que consiguió fue asustarlos más y que se dispersaran en todas direcciones menos hacia el granero. Por mucho que lo intentara, no conseguía que entraran al granero, donde estarían abrigados y seguros.
-¿Por qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevada?
Reflexionando por unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano.
-Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos -dijo pensando en voz alta.
Seguidamente, se le ocurrió una idea. Entró al establo, agarró un ganso doméstico de su propiedad y lo llevó en brazos, paseándolo entre sus congéneres salvajes. A continuación, lo soltó. Su ganso voló entre los demás y se fue directamente al interior del establo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.
El campesino se quedó en silencio por un momento, mientras las palabras que había pronunciado hacía unos instantes aún le resonaban en la cabeza:
-Si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos!
Reflexionó luego en lo que le había dicho a su mujer aquel día:
-¿Por qué iba Dios a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!
De pronto, todo empezó a cobrar sentido. Entendió que eso era precisamente lo que había hecho Dios. Diríase que nosotros éramos como aquellos gansos: estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios hizo que Su Hijo se volviera como nosotros a fin de indicarnos el camino y, por consiguiente, salvarnos. El agricultor llegó a la conclusión de que ese había sido ni más ni menos el objeto de la Natividad.
Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora nevada, su alma quedó en quietud y meditó en tan maravillosa idea. De pronto comprendió el sentido de la Navidad y por qué había venido Cristo a la Tierra. Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad. Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera plegaria: "¡Gracias, Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!" Fuente