El jefe enemigo propone entonces una rendición honrosa pero la respuesta española es clara: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». Ante tal respuesta, los holandeses recurren a un método harto utilizado en ese conflicto: abrir los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo.
Pronto no quedó más tierra firme que el monte de Empel, donde a duras penas consiguen refugiarse. En cierto momento, cavando una trinchera, un soldado del Tercio encuentra enterrada una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción. La imagen es colocada en un altar improvisado y, tomándolo como señal del cielo, imploran su auxilio con gran devoción.
Y esa noche ocurre algo del todo inusual en las aguas del río Mosa: un viento frío las hiela. ¡Es la respuesta a sus plegarias!
El comandante español no pierde un instante: en las brumas de la noche, marcha con sus hombres sobre el hielo, aproximándose a los buques holandeses y los ataca por sorpresa hasta el amanecer. La victoria es absoluta. "Hasta parece que Dios es español al obrar tan gran milagro", dice el almirante Hohenlohe-Neuenstein.
Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción es proclamada patrona de los Tercios, actual infantería española, y es fiesta nacional en España el día 8 de diciembre.
Fuente: Felipe Barandiarán del Oratorio de San Antonio. Pintor: Augusto Ferrer-Dalmau Nieto