El príncipe de la mentira. Artículo.

Contemplando nuestro mundo hoy, lo que me espanta y altera más que la amenaza del virus Covid, más que la creciente desigualdad entre ricos y pobres, más que los peligros del cambio climático e incluso más que el amargo odio que ahora nos separa a unos de otros es nuestra falta del sentido de la verdad, nuestra fácil negación de cualquier verdad que juzgamos ser inconveniente y nuestros eslóganes de bulos, “hechos alternados” y conspiraciones fantasmas. Los medios sociales, a pesar de todo el bien que han traído, han creado también una plataforma para que cualquiera contribuya a su propia verdad, y entonces trabaje para erosionar las verdades que nos unen y sujetan nuestra sensatez. Ahora vivimos en un mundo donde con frecuencia  dos más dos no son cuatro. Esto juega con nuestra misma sensatez y ha creado como cierta locura social. Las verdades que sujetan nuestra vida común están soltándose.

Esto es malo, claramente, y Jesús nos alerta de eso al decirnos que Satanás es preeminentemente el Príncipe de la mentira. Mentir es el mayor peligro espiritual, moral y psicológico. Se halla en la raíz de lo que Jesús llama el “imperdonable pecado contra el Espíritu Santo”. ¿Qué es este pecado y por qué es imperdonable?

Aquí está el contexto en el que Jesús nos avisa sobre este pecado: Acababa de expulsar a un demonio. Los líderes religiosos de entonces creían como un dogma de su fe que sólo alguien que viniera de Dios podría expulsar a un demonio. Jesús acababa de expulsar a un demonio, pero el odio de esos líderes hacia él hizo de esto una verdad muy inconveniente para que ellos la creyeran. Así que eligieron negar lo que ellos sabían que era verdad, negar la realidad. Eligieron mentir, afirmando (aun cuando ellos lo sabían mejor) que Jesús lo había hecho por el poder de Belcebú. Inicialmente, Jesús  trató de señalar lo ilógico de su posición, pero ellos persistieron. Fue entonces cuando él procedió a avisarles sobre el imperdonable pecado contra el Espíritu Santo. En ese momento, no les acusa de cometer ese pecado, pero les avisa de que el camino en el que están, si no es rectificado, puede llevarles a ese pecado. En esencia, dice esto: si decimos una mentira durante bastante tiempo, al fin la creeremos; y esto pervierte tanto nuestra conciencia que empezamos a ver la verdad como falsedad y la falsedad como verdad. El pecado entonces se vuelve imperdonable porque ya no queremos ser perdonados ni aceptaremos de verdad el perdón. Dios quiere perdonar el pecado, pero nosotros rechazamos aceptar el perdón porque vemos el pecado como bueno y la bondad como pecado. ¿Por qué querríamos el perdón?

Es posible acabar en este estado, un estado en el que juzgamos los frutos del Espíritu Santo (caridad, gozo, paz, paciencia, bondad, longanimidad, fidelidad, mansedumbre y castidad) como falsos, como estando contra la vida, como una maligna ingenuidad. Y el primer paso al movernos hacia esta condición es mentir, resistirse a conocer la verdad. Los subsiguientes pasos son también mentir, esto es, el prolongado rechazo a aceptar la verdad, de modo que al fin nos creamos nuestras propias mentiras y las veamos como la verdad, y la verdad como mentira. Claramente dicho, eso es lo que constituye el infierno.

El infierno no es un lugar donde uno está afligido, arrepentido y pidiendo a Dios sólo una oportunidad más para hacer las cosas bien. Ni tampoco es el infierno una odiosa sorpresa esperando a una persona esencialmente honrada. Si hay alguien en el infierno, esa persona está allí con arrogancia, teniendo lástima de la gente que está en el cielo, viendo el cielo como si fuera el infierno, la oscuridad como la luz, la falsedad como la verdad, el mal como la bondad, el odio como el amor, la empatía como la debilidad, la arrogancia como la fuerza, la cordura como la insensatez y a Dios como el diablo.

Una de las lecciones centrales de los evangelios es esta: mentir es peligroso, el más peligroso de todos los pecados. Y esto no sólo agota la energía en términos de nuestra relación con Dios y el Espíritu Santo. Cuando mentimos, no sólo estamos jugando con dos barajas con Dios, estamos también jugando con dos barajas con nuestra propia sensatez. Nuestra sensatez es dependiente de lo que la clásica teología llama la “Unidad” de Dios. Lo que esto significa en términos sencillos es que Dios es consistente. No hay contradicciones dentro de Dios y, a causa de eso, se puede confiar en que la realidad sea también consistente. Nuestra sensatez depende de esa confianza. Por ejemplo, si alguna vez llega un día en que la suma de dos más dos ya no es igual a cuatro, entonces los puntales mismos de nuestra sensatez desaparecerán; estaremos literalmente desamarrados. Nuestra sensatez personal y nuestra sensatez social dependen de la verdad, de que nosotros reconozcamos la verdad, de que digamos la verdad y de que la suma de dos más dos sea siempre cuatro.

Martín Lutero dijo una vez: ¡Peca fuertemente! Quiso decir muchas cosas con eso, pero una que ciertamente quiso decir es que el sumo peligro espiritual y moral es cubrir nuestras debilidades con mentiras, porque ¡Satanás es el príncipe de la mentira!. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

El horizonte universal. Fratelli Tutti, Papa Francisco.

Hay narcisismos localistas que no son un sano amor al propio pueblo y a su cultura. Esconden un espíritu cerrado que, por cierta inseguridad y temor al otro, prefiere crear murallas defensivas para preservarse a sí mismo. Pero no es posible ser sanamente local sin una sincera y amable apertura a lo universal, sin dejarse interpelar por lo que sucede en otras partes, sin dejarse enriquecer por otras culturas o sin solidarizarse con los dramas de los demás pueblos. Ese localismo se clausura obsesivamente en unas pocas ideas, costumbres y seguridades, incapaz de admiración frente a la multitud de posibilidades y de belleza que ofrece el mundo entero, y carente de una solidaridad auténtica y generosa. Así, la vida local ya no es auténticamente receptiva, ya no se deja completar por el otro; por lo tanto, se limita en sus posibilidades de desarrollo, se vuelve estática y se enferma. Porque en realidad toda cultura sana es abierta y acogedora por naturaleza, de tal modo que «una cultura sin valores universales no es una verdadera cultura». 146
 
(Fratelli Tutti, Papa Francisco)

Hermano mío: yo te amo. Yo te quiero por mil razones: (San Antonio M Claret)

Yo te amo porque Dios quiere que te ame y me ha hecho tu hermano.

Te amo porque Dios me lo manda. Te amo porque Dios te ama.

Te amo porque Dios te ha creado a su imagen y para el cielo.

Te amo porque Dios derramó su sangre para darte la vida.

Te amo por lo mucho que Jesucristo ha hecho y sufrido por ti.

Y como prueba del amor que te tengo haré y sufriré por ti

todas las penas y trabajos, incluso la muerte si fuera necesario.

Te amo porque eres amado de María, mi queridísima Madre.

Te amo, y por amor te enseñaré de qué males te debieras apartar, 

qué virtudes debes desarrollar, 

y te acompañaré por los caminos de las obras buenas y del cielo.

San Antonio M Claret. 24 de octubre. 150 aniversario

La nueva encíclica del papa Francisco. Artículo

El 4 de octubre, fiesta de san Francisco de Asís, el papa Francisco publicó una nueva encíclica titulada Fratelli tutti-Hermanos todos. Sobre la fraternidad y amistad social. Puede aparentar que es un texto más bien desalentador a causa de su duro realismo, aunque pone en marcha el amplio juego de la esperanza cristiana.

Fratelli tutti muestra razones por las que hay tanta injusticia, desigualdad y ruptura de la comunidad en nuestro mundo y cómo, en la fe y el amor, estas podrían afrontarse. No se trata aquí de dar una sinopsis de la encíclica, sino decir que es valiente y dice la verdad al poder. Más bien, su intento es destacar en la encíclica un conjunto de especiales desafíos.  

Primero, nos desafía a ver a los pobres y observar lo que les están haciendo nuestros presentes sistemas políticos, económicos y sociales. Mirando a nuestro mundo, la encíclica expone que en muchos aspectos es un mundo roto y señala algunas razones en relación a esto: la globalización del autointerés, la globalización de la superficialidad y el abuso de los medios sociales, entre otras cosas. Esto ha contribuido a la supervivencia de los más preparados. Y mientras la situación se rompe para todos, los pobres acaban siendo los que más sufren. Los ricos se están haciendo más ricos, los poderosos se están haciendo más poderosos y los pobres se están haciendo más pobres y perdiendo el poco poder que tenían. Hay una desigualdad siempre creciente de riqueza y poder entre los ricos y los pobres, y nuestro mundo se está volviendo cada vez más insensible frente a la situación de los pobres. La desigualdad es aceptada ahora como normal y como moral, y ciertamente es justificada con frecuencia en nombre de Dios y la religión. Los pobres se están volviendo desechables: “Algunas partes de nuestra familia humana, según parece, pueden ser fácilmente sacrificadas por causa de otros. La riqueza ha crecido, pero junto con la desigualdad”. Al hablar de desigualdad, la encíclica destaca dos veces que esta desigualdad es una realidad en las mujeres de todo el mundo: Es inaceptable que algunas tengan menos derechos por el hecho de ser mujeres”.

La encíclica emplea la parábola del Buen Samaritano como su metáfora básica. Nos compara hoy, individual y colectivamente, con el sacerdote y el escriba de esa parábola que, por razones religiosas, sociales y políticas, pasan de largo del que es pobre y está malherido, sangrando y necesitado de auxilio. Nuestra indiferencia y nuestra negligencia religiosa, como las del sacerdote y el escriba de la parábola, están enraizadas en una personal ceguera moral como también en las características sociales y religiosas de nuestra sociedad que ayudan a engendrar esa ceguera.

La encíclica continúa amonestando que, ante la globalización, debemos resistirnos a volvernos nacionalistas y tribales cuidando lo propio nuestro y demonizando lo que es extranjero. Sigue diciendo que, en un momento de amargura, odio y animosidad, tenemos que ser delicados y afables, hablando siempre sin miedo del amor y no del odio: “La benevolencia debería cultivarse; no  es ninguna virtud burguesa superficial”.

La encíclica reconoce qué difícil y contracultural es hoy sacrificar nuestra propia agenda, confort y libertad en beneficio de la comunidad, pero nos invita a hacer ese sacrificio: “Me gustaría mencionar especialmente la solidaridad, que es una virtud moral y una actitud social nacida de la conversión personal”.

En un punto de la encíclica, esta ofrece un desafío muy explícito (y de considerable alcance). Expresa inequívocamente (con rotundo peso eclesial) que los cristianos deben oponerse y rechazar la pena capital y tomar una posición contra la guerra: “San Juan Pablo II expresó clara y firmemente que la pena de muerte es inadecuada desde un punto de vista moral y ya no necesaria desde el de la justicia penal. No puede haber el menor paso atrás desde esta posición. Hoy expresamos claramente que ‘la pena de muerte es inadmisible’ y la Iglesia está firmemente comprometida a reclamar su abolición en todo el ancho mundo. Todos los cristianos y personas de buena voluntad están hoy llamados a trabajar no sólo por la abolición de la pena de muerte, legal o ilegal, en todas sus formas, sino igualmente a trabajar por la mejora de las condiciones en que están las prisiones”.

Por lo que respecta a la guerra: “Ya no podemos pensar en la guerra como una solución, porque sus riesgos probablemente serán siempre mayores que sus supuestos beneficios. En vista de esto, hoy día es muy difícil invocar los criterios racionales elaborados en siglos anteriores para tratar de la posibilidad de una ´guerra justa´”.

La encíclica ha motivado fuertes críticas de parte de algunos grupos de mujeres que la califican de “sexista”, aunque estas críticas se basan casi exclusivamente en el título de la encíclica y en el hecho de que nunca hace referencia a autoras. Hay algo de imparcialidad -pienso yo- en las críticas acerca de la elección del título. El título, aunque bello en un antiguo lenguaje clásico, es al fin masculino. Eso debería ser perdonable; aunque viví en Roma suficiente tiempo para saber que su frecuente insensibilidad hacia el lenguaje inclusivo no es una omisión inculpable. Pero la recaída aquí es una simple picadura de mosquito, una cosa pequeña, que no debería disminuir crédito a una gran cosa, a saber, una encíclica muy profética que lleva a la justicia y a los pobres en su corazón. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

Semana de celebraciones parroquiales: 150 aniversario del Padre Claret y 50 aniversario de la Parroquia

El próximo sábado 24 de octubre, festividad del Padre Antonio María Claret, celebraremos a las 18h, el 150 aniversario de su muerte.

Los días 21, 22 y 23, a las 19:30 h., celebraremos su Triduo
Rosario, Triduo y Eucaristía.

El día 24 daremos comienzo a las celebraciones de las Bodas de Oro de la parroquia, que culminarán en la fiesta del Corazón de María de 2021.


Espiritualidad y la segunda mitad de la vida. Artículo

Una misma talla de ropa no sienta bien a todos. Esto no sólo vale para la ropa, vale también para la espiritualidad. Nuestros desafíos de la vida cambian conforme crecemos. La espiritualidad no siempre ha sido del todo sensible a esto. Ciertamente, siempre hemos tenido instrucción y actividades personalizadas para niños, jóvenes y personas que están criando a niños, llevando un empleo y pagando una hipoteca, pero nunca hemos desarrollado una espiritualidad para lo que suceda cuando esos años se acaban.

¿Por qué la necesitamos? Jesús aparentemente no la tuvo. No tuvo una serie de enseñanzas para los jóvenes, otra para los de mediana edad e incluso otra para los ancianos. Él simplemente enseñó. El Sermón de la Montaña, las parábolas y su invitación a cargar con su cruz están proyectados de igual modo para todos, al margen de la edad. Pero oímos esas enseñanzas en muy diferentes momentos de nuestra vida; y una cosa es oír el Sermón de la Montaña cundo tienes siete años, otra cuando tienes veintisiete, y otra no poco diferente cuando tienes ochenta y siete. Las enseñanzas de Jesús no cambian, pero nosotros sí, y ofrecen desafíos muy específicos en diferentes momentos de nuestras vidas.

La espiritualidad cristiana generalmente ha tenido presente esto, con una excepción. Excepto Jesús y algún ocasional místico, ha dejado de desarrollar una espiritualidad explícita para nuestros postreros años, en cuanto a cómo debemos ser generativos en nuestra ancianidad y cómo vayamos a morir de un modo vivificante. Pero hay una buena razón para esta laguna. Dicho simplemente, no se necesitaba, porque, hasta este último siglo, la mayoría de la gente nunca llegaba a tan avanzada edad. Por ejemplo, en Palestina, en tiempos de Jesús, el promedio de esperanza de vida era de treinta a treinta y cinco años. Hace un siglo, en los Estados Unidos, aún era menos de cincuenta años. Cuando la mayoría de la gente en el mundo moría antes de llegar a los cincuenta, no había verdadera necesidad de una espiritualidad del envejecimiento.

En los Evangelios sí hay tal espiritualidad. Aun cuando murió a los treinta y tres años, Jesús nos dejó un paradigma de cómo envejecer y morir. Pero ese paradigma, mientras comunica y refuerza saludablemente la espiritualidad cristiana en general, nunca fue desarrollado más específicamente en una espiritualidad del envejecimiento (a excepción de algunos de los grandes místicos cristianos).

Después de Jesús, los padres y las madres del desierto recogieron la cuestión de cómo envejecer y morir en el entramado general de su espiritualidad. Para ellos, la espiritualidad era la búsqueda para “ver el rostro de Dios”; y eso, como aclara Jesús, requiere una cosa: la pureza de corazón. Así pues, para ellos, sin importar su edad, el desafío era el mismo: intentar lograr la pureza de corazón. Después, en la edad de las persecuciones y de los primeros mártires cristianos, se fomentó la idea de que la manera ideal de envejecer y morir era a través del martirio. Más tarde, cuando los cristianos ya no eran martirizados físicamente, se mantuvo la idea de que se podía asumir un tipo voluntario de martirio al vivir los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Creían que viviéndolos, como la búsqueda de la pureza de corazón, te enseñaba todo lo que necesitabas saber, sin importar tu edad. Finalmente, esto pasó a significar que cualquiera que respondía fielmente a los deberes de su vida, independientemente de su edad, aprendería todo lo necesario para acceder a la santidad por el camino de la fidelidad. Como lo dijo un antiguo aforismo: Permanece dentro de tu celda y eso te enseñará todo lo que necesitas saber.  Entendido con propiedad, hay una espiritualidad del envejecimiento y de la muerte en estos pensamientos, pero hasta recientemente había poca necesidad de sonsacarla más explícitamente.

Felizmente, hoy la situación está cambiando y estamos desarrollando, más y más, algunas espiritualidades explícitas del envejecimiento y la muerte. Quizá esto refleje una población que está envejeciendo, pero hay ahora un naciente cuerpo de literatura, religioso y secular, que está haciendo suya la cuestión del envejecimiento y la muerte. Estos autores, demasiado numerosos para mencionarlos, incluyen muchos nombres ya familiares para nosotros: Henri Nouwen, Richard Rohr, Kathleen Dowling Singh, David Brooks, Cardinal Bernardin, Michael Paul Gallagher, Joan Chittister, Parker Palmer, Marilyn Chandler McEntyre, Paul Kalanithi, Erica Jong, Kathie Roiphe, y Wilkie y Noreen Au, entre otros. Procediendo de una variedad de perspectivas, cada una de estas ofrece ideas en lo que Dios y la naturaleza proyectan para nosotros en nuestros postreros años.

En esencia, aquí está el problema: hoy, estamos viviendo más y de forma más saludable en la edad avanzada. Hoy es común jubilarnos al comienzo de los sesenta después de haber criado a nuestros hijos, liberados de nuestros trabajos, y haber pagado nuestras hipotecas. Así pues, ¿qué es lo siguiente, dado que probablemente tenemos por delante veinte o treinta años más de salud y energía? ¿Para qué son estos años? ¿A qué somos llamados ahora, además de amar a nuestros nietos?  A Abrahán y Sara, en su avanzada edad, se les invitó a marchar a una nueva tierra y concebir un hijo mucho después de que esto ya era biológicamente imposible para ellos. Esa es nuestra llamada también. ¿A qué “Isaac” somos llamados a dar a luz en nuestros postreros años? Necesitamos guía. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

Belleza absoluta. Artículo


Enrique Irazoqui, el español que puso rostro a Jesús en "El Evangelio según San Mateo" de Pier Paolo Pasolini

El pasado 5 de octubre se celebraron, en la iglesia parisina de Saint-Germain-des-Prés, y presididas por el vicario general de la diócesis, monseñor Benoist de Sinety, las honras fúnebres de Juliette Gréco, la musa de los existencialistas, que, cuando residía, de pequeña, en una institución religiosa de Dordogne, deseaba hacer cuanto fuese posible para llegar a "ser santa", según ha referido ella misma en su autobiografía.

La cantante falleció en su domicilio de Ramatuelle, en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul. Había vivido, sin embargo, durante mucho tiempo, en Verderonne, cerca de Liancourt, en el departamento de Oise. Su casa, del siglo XVIII, fue la rectoral de la parroquia. "Esta vieja casa respira, en algunos rincones, la pobreza y la devoción de los curas de pueblo de antes y conserva aún una bella atmósfera", dijo en cierta ocasión.

Como residía muy cerca de la iglesia, conocía bien al párroco, "un verdadero soldado de Cristo", al que ayudaba en todo cuanto precisaba, pues andaba mal de dinero. Ella pagó los bancos del templo y contribuyó económicamente en la reparación de las campanas. "Yo amo a la Madre y al Hijo, María y Jesús", reconoció en una entrevista para el diario "La Croix".

En la homilía del funeral en Saint-Germain-des-Prés, el vicario general de París, recordó que a Juliette Gréco le gustaba entrar en las iglesias, encender una vela y rezar una oración, y alguien ha recordado, en estos días, que, entre sus grabaciones, hay una de la canción que compuso el jesuita Didier Rimaud. Se titula "Faudrait aller plus loin": Si vamos a un lugar más hondo que la madre de los ríos y más lejos que a donde llegan las corrientes, encontraremos un tesoro maravilloso que el tiempo no puede roer.

Esto lo sabía muy bien el actor Michael Lonsdale, malvado Hugo Drax en las películas de James Bond y bondadoso Frère Luc en "De dioses y hombres", que falleció en París hace unas semanas. La misa exequial se celebró en la iglesia parisina de Saint-Roch, la de los artistas, y fue presidida por monseñor Dominique Rey, arzobispo de Fréjus-Toulon y amigo del actor.

Lonsdale se convirtió al catolicismo a la edad de 22 años, y, tras recibir el bautismo, fue siempre un ferviente hijo de la Iglesia. Antes de morir, confesó: "Mi ideal es encontrar a Cristo. Lo más querido que poseo en mi vida es el amor de Cristo. Deseo irme en paz. Quiero morir en Dios. En lo que se apoya mi esperanza, de cara a la muerte, es Jesús".

En su conversión tuvo un papel importante un dominico, el padre Pie Raymond Régamey, que solía impartir conferencias sobre la relación entre el arte y la fe; pero quien realmente lo condujo a la Iglesia fue Denise Robert, una señora ciega. Ella lo ayudó, de una manera muy sencilla, a conocer a Jesús y le explicó, risueña y dulcemente, el Evangelio.

La vida de Lonsdale fue, a partir de entonces, totalmente distinta. Se consagró a la oración, la lectura de la Biblia y el servicio del prójimo. Y como el arte y la belleza eran componentes esenciales de su ser cristiano y de su quehacer apostólico, realizó una meritoria labor en la nada fácil tarea de promover el encuentro entre la fe cristiana y la cultura contemporánea.

Ese salto a la fe no se dio, sin embargo, en el español Enrique Irazoqui, agnóstico y marxista, al que Pier Paolo Pasolini designó, en cuanto lo vio por primera vez, para que interpretase el papel de Jesús en la película "El Evangelio según San Mateo". Pasolini reconocía en él al Cristo de los artistas: el de Giotto, Piero della Francesca o el Greco.

Irazoqui había ido a Roma, en representación del sindicato universitario de Barcelona, a entrevistarse con Pasolini y a rogarle que viniese a España y pronunciase una conferencia contra el régimen de Franco. Fue entonces cuando Pier Paolo le pidió que hiciese de Jesús en la película y Enrique dijo que no. Sin embargo, alguien logró convencerlo cuando le adujo que no sería un Jesús convencional, sino "gramsciano".

Enrique Irazoqui falleció en septiembre. Se decía de él que era "no-actor", porque, cuando Pasolini lo contrató, no había actuado en un plató de cine jamás. "La habilidad interpretativa no me interesa. Elijo a mis intérpretes de entre gente cualquiera", decía el director italiano, cuya madre, Susana, hizo de Virgen, ya anciana, por esa misma razón, en la película.

Cuando Irazoqui se veía en la pantalla, en el papel de Jesús, se conmovía. "Para Pasolini, el Evangelio era la belleza absoluta. Y solo de pensar que he dado mi rostro a aquella belleza sin adjetivos me llena de estupor", admitía. Y la escena de la vida de Jesús que habría de permanecer, concluido el rodaje, en la memoria y en el corazón de Enrique Irazoqui para siempre fue la del Sermón de la Montaña: "Es la parte del film de Piero Pasolini que amo más que ninguna otra". 11.10.2020 | 00:24. Fuente: La Nueva España / www.lne.es

Mujeres en las instancias de responsabilidad de la Iglesia – El Video de...


Por el bautismo, todos estamos llamados a ser discípulos misioneros del Señor. Muchas mujeres, respondiendo a esta llamada, mantienen la Iglesia en pie en todo el mundo, con admirable entrega y ardiente fe. Así lo reconoce el Santo Padre al proponer “que las mujeres tengan una incidencia real y efectiva en la organización, en las decisiones más importantes y en la guía de las comunidades, pero sin dejar de hacerlo con el estilo propio de su impronta femenina”. No es la primera vez que insiste en que las mujeres ocupen cargos de responsabilidad en la Iglesia y participen en sus instancias de decisión.

“A ninguno lo bautizaron cura u obispo. A todos nosotros nos bautizaron como laicos.

Laicos y laicas son protagonistas de la Iglesia.

Hoy es especialmente necesario ampliar los espacios con presencia relevante femenina en la Iglesia.

Y con presencia laical se entiende, pero subrayando lo femenino, porque las mujeres suelen ser dejadas de lado.
 
Hemos de promover la integración de las mujeres en los lugares donde se toman las decisiones importantes.
 
Recemos para que en virtud del bautismo los fieles laicos, y las mujeres en una manera especial, participen más en instancias de responsabilidad en la Iglesia, sin caer en los clericalismos que anulan el carisma laical”.

El rostro oculto del mal. Artículo

Tendemos a ser ingenuos en lo referente al mal, al menos en lo que aprendemos al ver en la vida diaria. Nuestra estampa del mal ha sido formada falsamente por imágenes tomadas de la mitología, cultos religiosos, y libros y películas que retratan el mal como personificado en siniestras fuerzas espirituales. Los demonios vagan por las casas, aparecen en las sesiones de espiritismo, son requeridos por tableros Ouija, contorsionan los cuerpos y son exorcizados por la aspersión de agua bendita. Cualquier mal que habite en este concepto de fuerzas demoníacas (creas en ellas o no) está infinitamente eclipsado por el ordinario rostro del mal, que nos mira a través de los noticiarios, está manifiesto diariamente en la vida ordinaria y está patente también en nuestro propio rostro en un determinado día.

Generalmente, estamos ciegos al oculto mal que instiga dentro de nosotros, rompe comunidades y devora a Dios y la bondad. Los Evangelios pueden ayudarnos a entender esto.

En los Evangelios, el maligno tiene dos nombres porque el mal obra de dos maneras. A veces, los Evangelios llaman a la fuerza del mal “el Diablo” y otras veces lo llaman “Satanás”. ¿Cuál es la diferencia? Al fin, ambos se refieren a la misma fuerza (o persona), pero los diferentes nombres se refieren a los diferentes modos en que obra el mal. Diablo, en griego, significa difamar, despedazar cosas. Irónicamente, Satanás significa casi exactamente lo contrario. Significa unir cosas, pero de un modo enfermizo y malévolo.

Por tanto, el mal obra de dos maneras: lo diabólico obra dividiéndonos a unos de otros, despedazándonos y difamándonos habitualmente unos a otros, de modo que la comunidad está siempre rota a causa de los celos y las acusaciones. Lo satánico, por otra parte, hace lo contrario, con el mismo resultado. Lo satánico nos une de un modo enfermizo; esto es, por las garras de la histeria mafiosa, la hipertensión social, las ideologías egoístas, el racismo, el sexismo, la envidia, el odio y, en una miríada de otras maneras malévolas, como para inducirnos a la mafia del odio, las violaciones en pandilla, linchamientos y crucifixiones. Fueron las fuerzas satánicas las que gestionaron la crucifixión de Jesús.

Cuando miramos a nuestro mundo hoy, desde la política hasta los medios sociales y lo que está aconteciendo en muchos de nuestros círculos religiosos, tendríamos que ser ciegos para no ver los poderes del “diablo” y de “satanás” en acción (como los defináis e imaginéis personalmente).

¿Dónde vemos lo diabólico en acción? Básicamente en todos sitios. Hoy, casi por todas partes, veis a personas sembrando división, atribuyendo falsos motivos a otros, exigiéndoles ser desconfiados y excluidos. Verdaderamente, esto es casi el elemento  dominante que vemos en nuestra política y en nuestros medios sociales. El resultado es la ruptura de la comunidad, el estancamiento en nuestra política, la ruptura de la sociabilidad, la pérdida de confianza en el significado de la verdad, el presuntuoso convencimiento de que nuestra propia narrativa idiosincrásica funciona como verdad y la casi universal negligencia de la elemental caridad. Hoy somos testigos de una peligrosa ruptura de la confianza y la sociabilidad, conectada con una masiva erosión de simple honradez. El diablo debe de estar sonriendo.

¿Dónde vemos lo satánico en acción? En todos sitios también. Más y más nos estamos retrayendo en tribus, pandillas, con aquellos otros que piensan como nosotros y tienen los mismos autointereses que proteger. Mientras esto puede ser una cosa buena, no es buena cuando nos unimos de maneras que están enraizadas en ideologías egoístas, privilegio económico, racismo, sexismo, falso nacionalismo, envidia y odio. Cuando sucede esto, nuestro grupo deja de ser una comunidad y se convierte en una masa enferma que al final, cualquiera que sea su particular eslogan idiosincrásico, acaba gritando, como hizo la multitud el Viernes Santo: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!” Es significativo que, en los Evangelios, casi siempre la palabra “multitud” es usada peyorativamente. Los comentaristas nos dicen que, casi sin excepción, cada vez que aparece la palabra “multitud” en los Evangelios, podría estar precedida por el adjetivo “insensata”. Las multitudes son insensatas; todavía peor, generalmente, tienen una inclinación enfermiza hacia la crucifixión. El renombrado novelista checo Milan Kundera destaca esto cuando nos expresa su gran temor a “la gran marcha”, la enfermiza fiebre que tan generalmente infecta a la multitud y en seguida la tiene gritando: “¡Suéltanos a Barrabás!” Y, en relación a Jesús: “¡Crucifícalo!” Este es el rostro de satanás en la vida ordinaria, el verdadero rostro del mal.

Hoy necesitamos decir esto, cuando vemos la polarización siempre intensificadora y amarga en nuestras familias, comunidades, vecindarios, ciudades y países. El faccionalismo, la ira, la amargura, la desconfianza, la acusación y el odio se están intensificando por casi todos sitios, incluso en nuestras propias familias, donde estamos encontrando cada vez más duro sentarnos juntos, ser afables unos con otros y conversar a pesar de nuestras diferencias políticas, sociales y morales. Tristemente, incluso la mortífera presencia de alguien afectado de la pandemia que amenaza a todos nosotros, ha conseguido dividirnos más bien que unirnos.

El mal no tiene ordinariamente el rostro y la sensación que tiene el diablo en Rosemary’s Baby (El bebé de Rosemary La semilla del diablo); tiene el rostro y la sensación del noticiario de esta noche. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

Carta abierta del equipo Sacerdotal de Misioneros Claretianos.


Un cordial saludo al inicio de las actividades.

Al comienzo del curso pastoral tan incierto que nos toca vivir, nos preguntamos: ¿por dónde debe caminar nuestra parroquia; cuáles son los itinerarios que hemos de transitar?

No podemos olvidar que “la parroquia está llamada a acoger los desafíos del tiempo presente, para adecuar su propio servicio a las exigencias de los fieles y de los cambios históricos. Es preciso un renovado dinamismo, que permita redescubrir la vocación de cada bautizado a ser discípulo de Jesús y misionero del Evangelio, a la luz de los documentos del Concilio Vaticano II y del Magisterio posterior”. Por esta razón, necesitamos poner en juego nuestra creatividad, viendo la actual situación como una oportunidad pastoral para que nuestros hermanos vivan la luz y el consuelo de Jesucristo en comunidad. (Delegación de Pastoral diocesana)

El equipo sacerdotal de la Parroquia del Corazón de María de Oviedo, una vez recogidas las propuestas de la Delegación Diocesana de Pastoral, os propone una síntesis de las referencias que tendremos en cuenta para la elaboración de los objetivos pastorales de la Parroquia y de los Grupos para el curso 2020/2021.

Objetivos propuestos por la Delegación de Pastoral diocesana para el curso 2020/2021.

1.      Elaborar un Plan pastoral del arciprestazgo para el curso 2020/2021.

2.      Trabajar el valor evangelizador de los respectivos santuarios en cada arciprestazgo y, especialmente el de Covadonga en toda la Diócesis, así como la oportunidad de elaborar un plan de acción pastoral en torno al Camino de Santiago y el valor religioso de la Cámara Santa.

3.      La entrega de la Missio Canonica en los arciprestazgos.

4.      Elaborar el calendario de retiros de sacerdotes y laicos de Adviento y Cuaresma.

5.      Poner en marcha las Unidades Pastorales y la revisión de las mismas.

6.      La evaluación y replanteamiento de la cuestión económica.

7.      La formación de sacerdotes y laicos corresponsables de la acción pastoral parroquial y diocesana en las nuevas tecnologías.

8.      El seguimiento y formación no presencial del Catecumenado de Adultos.

9.      Revisar la Iglesia Diocesana en sus diferentes organismos, a la luz de los cuatro itinerarios compartidos en el Congreso de Laicos.

Con fecha de 20 de julio de 2020, la Congregación del Clero publicó en Roma la Instrucción “La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia”. Nos propone:

1.      La búsqueda de caminos nuevos para que el Evangelio sea anunciado.

2.      La constatación de que junto a nosotros hay una multitud hambrienta de Dios.

3.      La apertura al Espíritu Santo: anunciando al Verbo que «se hizo carne y habitó entre nosotros», siendo signo vivo de la cercanía de Cristo; conscientes de la centralidad de la Palabra de Dios y celebrando el misterio eucarístico, «fuente y cumbre de toda la vida cristiana», en su doble mesa de la Palabra y la Eucaristía, como momento sustancial de la constitución de la comunidad parroquial.

Ponemos en las manos del Señor y del Corazón de María a las familias y a las personas que viven y celebran su fe en esta parroquia. Que el P. Claret, fundador de los Misioneros Claretianos, interceda para que todo nos vaya bien en este curso en el que celebramos las Bodas de Oro de nuestra parroquia. ¡Muchas gracias por vuestra presencia misionera entre nosotros! 

El Equipo Sacerdotal de Misioneros Claretianos.

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