Durante
los años que serví como Superior religioso a una provincia de
sacerdotes y hermanos oblatos en Canadá-Oeste, traté de mantener mi pie
en el mundo académico haciendo alguna enseñanza adjunta en la
Universidad de Saskatchewan. Fue siempre un curso nocturno, una vez a la
semana, anunciado como fundamental sobre teología cristiana, y atrajo a
cierta variedad de estudiantes.
Una de las lecturas asignadas para el curso fue el libro de Christopher de Vinck
Sólo el corazón sabe cómo encontrarlos: Recuerdos preciosos para un tiempo sin fe.
El libro es una serie de ensayos autobiográficos, la mayoría de los
cuales se centran en su vida de hogar y su relación con su esposa e
hijos. Los ensayos que describen su relación con su esposa no exceden lo
romántico, pero son maravillosamente reconfortantes y colocan el sexo
en un contexto de matrimonio, seguridad y fidelidad.
Al final del semestre, una mujer joven, de 30 años, me dijo esto
mientras me entregaba en su trabajo final una reflexión sobre el libro
de Vinck: “Este es el mejor libro que he leído en mi vida. No tuve mucha
guía moral mientras crecía, y así no siempre tuve cuidado con mi
corazón y fui bastante libre y existencial acerca del sexo. Básicamente
he dormido en mi camino a través de dos provincias canadienses; pero
ahora sé que lo que de hecho deseo es lo que este hombre (de Vinck)
tiene. ¡Estoy buscando la cama de matrimonio!” Sus ojos rompieron en
lágrimas mientras me confiaba esto.
¡Estoy buscando la cama de matrimonio! Eso es una gran imagen de lo que el corazón denomina hogar.
Al final del día, ¿qué es el hogar? ¿Es una entidad étnica, un género,
una ciudadanía, una casa en algún sitio, el lugar donde nacimos, o es un
lugar en el corazón?
Es un lugar en el corazón, y la imagen de la cama de matrimonio lo sitúa
bien. El hogar es donde estás cómodo física, psicológica y moralmente.
El hogar es donde te sientes seguro. El hogar es donde tu corazón no se
siente fuera de sitio, obligado, violentado, denigrado, trivializado,
hecho a un lado (aun cuando a veces se toma como favor). El hogar es un
sitio del que no tienes que ausentarte para ser tú mismo. El hogar es
donde puedes ser totalmente tú mismo, sin la necesidad de adoptar la
actitud de que eres otra cosa diferente a ti. El hogar es donde estás a
gusto.
Hay diferentes lecciones encubiertas en ese concepto de hogar, no menos
importantes -como esta joven mujer vino a darse cuenta- algunas valiosas
opiniones sobre qué idea tenemos del amor y el sexo. Algo de lo que
está en juego aquí es captado en este popular concepto de anhelo por un
alma gemela. La lástima, empero, es que generalmente tendemos a opinar
de un alma gemela en términos románticos muy cargados. Pero, como
ilustra el libro de Vinck, encontrar un alma gemela tiene más que ver
con encontrar el consuelo moral y la seguridad psicológica de la cama de
un matrimonio monógamo de lo que tiene que ver con el objeto de las
novelas románticas. En términos de nuestra sexualidad, lo que subyace
más profundo en nuestros anhelos eróticos es el deseo de encontrar a
alguien que nos lleve a casa. Cualquier sexo desde el que tienes que ir a
casa es aún algo que no está dando aquello por lo que más anhelas; y
es, a lo más, un tónico temporal que te deja buscando incluso algo
adicional y más real.
La frase
Estoy buscando la cama de matrimonio contiene también
algunas opiniones enfrentadas que disciernen entre las varias clases de
amor, infatuación y atracciones en las que caemos. La mayoría de la
gente es por naturaleza temperamentalmente promiscua, lo que significa
que experimentamos fuertes sentimientos de atracción, infatuación y
amor por todas maneras de otros, independientemente del hecho de que con
frecuencia aquello por lo que somos atraídos en otro no es algo con lo
que pudiéramos estar alguna vez en casa. Podemos enamorarnos de muchos
tipos diferentes de personas, pero ¿qué clase de amor contribuye a
formar un matrimonio y un hogar? El matrimonio y el hogar se afirman
sobre la clase de amor que te lleva al hogar, sobre la clase de amor que
te da la sensación de que con esta persona puedes estar en casa y
puedes construir un hogar.
Y, obviamente, este concepto no sólo se aplica a un esposo y esposa en
el matrimonio. Es una imagen para lo que constituye el hogar; para
todos, casados y célibes igualmente.
La cama de matrimonio es una metáfora por la que se expresa el centro psicológico y moral a discreción.
T. S. Elliot escribió una vez:
El hogar es el sitio de donde partimos.
Es también el lugar donde deseamos acabar. Al nacer, nuestros padres
nos traen al hogar. Ese es el lugar desde donde empezamos y donde
estamos a gusto hasta que la pubertad nos guía afuera en busca de otro
hogar. Muchas trampas nos esperan potencialmente en esa búsqueda; pero,
si escuchamos ese profundo consejo de nuestro interior, ese indomable
anhelo de lograr el hogar de nuevo, entonces, como los magos que
siguieron una estrella especial hasta el pesebre, nosotros también
encontraremos la cama de matrimonio; o, al menos, no la buscaremos por
todos los lugares inapropiados.