Eres hijo de Dios y eres profundamente amado... Artículo.

Ser hijo de Dios no te hace libre de las tentaciones. Podrás tener momentos en que te sientas tan bendecido por Dios, tan en Dios, tan amado, como para olvidar que vives aún en un mundo de potencias y de principados. Pero tu inocencia de hijo de Dios tiene necesidad de ser protegida. De otro modo serás fácilmente catapultado fuera de tu verdadero yo y experimentarás la fuerza devastadora de las tinieblas que te rodean.

Este salir de ti mismo puede sobrevenirte como una gran sorpresa. Antes que seas plenamente consciente podrás encontrarte derrotado por la concupiscencia, por la ira, por el resentimiento o por la avidez. Un cuadro, una persona, un gesto, pueden desencadenar estas emociones fuertes y destructivas y seducir tu yo ¡nocente.

Como hijo de Dios, debes ser prudente. No puedes andar sencillamente por el mundo como si nada o nadie pudiese hacerte daño. Continúas siendo extremadamente vulnerable: La mismas pasiones que te hacen amar a Dios pueden ser utilizadas por las potencias del mal.

Los hijos de Dios necesitan apoyo, protección, ayudarse unos a otros cercanos al corazón de Dios. Tú perteneces a una minoría en un mundo grande y hostil. Haciéndote más consciente de tu verdadera identidad de hijo de Dios, distinguirás también más claramente las muchas fuerzas que tratan de convencerte de que todas las realidades espirituales son un falso sustituto de las cosas reales de la vida (...).

No te fíes de tus pensamientos ni de tus sentimientos cuando te encuentras fuera de ti mismo. Vuelve rápidamente a tu centro verdadero y no prestes atención a lo que te ha llevado a engaño. Gradualmente llegarás a estar mejor preparado para estas tentaciones y ellas tendrán cada vez menos poder sobre ti. Protege tu inocencia ateniéndote a la verdad: eres hijo de Dios y eres profundamente amado (H. J. M. Nouwen, La voz interior del amor, Madrid 1998). Fuente: santaclaradeestella.es (LECTIO DIVINA correspondiente al Jueves dentro de la Octava de Navidad)

No hubo lugar en la posada. Artículo.

Jesús nació fuera de la ciudad, fuera de un hospital, fuera de una casa normal. Los Evangelios nos dicen que nació en un establo, fuera de la ciudad, porque no había lugar para ellos en la posada.

Nosotros siempre hemos vilipendiado al infame posadero que despidió a María y José; y la lección que asumimos de esto fue la necesidad de menos autopreocupación en nuestras vidas, que no deberíamos estar tan ocupados y preocupados que no hubiera lugar para que lo divino naciera en nuestras vidas.

Verdaderamente, hay una lección aquí, una que necesito para mi propia vida. Dadas las presiones de las pasadas semanas, hasta este momento del año no he tenido ocasión de dar a la Navidad más que una reflexión pasajera. ¡No hay ningún lugar en mi posada exactamente ahora! Y así, fomento mucha simpatía por ese curioso posadero sabiendo qué fácilmente podemos sobrecargar nuestras vidas de modo que no haya ningún lugar reservado para acoger a un visitante divino.

Ahora, aun cuando ese es un desafío importante, los eruditos bíblicos sugieren que hay una lección más profunda en el hecho de que Jesús nació en un establo fuera de la ciudad porque no había lugar para él en la posada. La verdadera indicación que los Evangelios está haciendo no es tanto la aparente dureza de un posadero, sino más bien el hecho de que Jesús nació fuera de una ciudad, fuera de lo que es cómodo, fuera del glamour y la fama, fuera del reconocimiento por parte del rico y del poderoso, fuera de ser noticia del mundo cotidiano. Jesús nació en el anonimato, pobre, fuera de toda noticia, a no ser por la fe y Dios.

Su nacimiento fuera de la ciudad también prefiguró su muerte y sepultura. La vida terrena de Jesús acabará como empezó, como un extraño, un forastero, crucificado fuera de la ciudad, enterrado fuera de la ciudad, así como nació fuera de la ciudad.

Thomas Merton hizo una vez un comentario particularmente emocionante sobre esto: En este mundo, esta posada loca, en la que no hay absolutamente ni el menor espacio para Él, Cristo ha venido sin invitación. Pero como no puede estar en casa en este mundo, como está fuera de lugar y aun así debe estar en él, su lugar está con aquellos otros para los que tampoco hay sitio. Su lugar está con los que no pertenecen, los que son rechazados por el poder porque son considerados como débiles, aquellos que están desacreditados, aquellos a los que les niegan el status como personas, los que son torturados, bombardeados y exterminados. Con esos para los que no hay lugar, Cristo está presente en el mundo. Está misteriosamente presente en aquellos para los que parece no haber nada a no ser el mundo en su peor situación.

Cristo nació en este mundo de forma inadvertida, fuera de la ciudad, al margen de todas personas y eventos que parecían importantes entonces. Dos mil años después, ahora reconocemos la importancia de ese nacimiento. Por cierto, el mundo mide el tiempo por él. Estamos en el año 2021 desde ese nacimiento inadvertido. Pero entonces apenas nadie se dio cuenta.

¿Cuál es la lección? ¿Qué sacamos de esto? Entre otras cosas, esto pretende darnos una perspectiva diferente frente a lo que en definitiva es importante en este mundo y lo que no es. ¿Quién modela en definitiva la historia? ¿Los grandes motores y agitadores o los que están en el exterior?

Bíblicamente hablando, casi todos nosotros nacimos fuera de la ciudad, lo cual significa que en nuestras vidas seremos para siempre los forasteros, desconocidos, anónimos, insignificantes, de pueblo pequeño, personas que son incidentales al panorama general y la gran acción. Nuestra foto y nuestra historia nunca adornarán los titulares. Nuestros nombres nunca estarán iluminados, y viviremos y moriremos en el anonimato básico, no conocidos por muchos de fuera de nuestros propios círculos minúsculos.

Casi todos nosotros viviremos nuestras vidas en callada oscuridad, en áreas rurales, en pequeñas ciudades y en los parajes desconocidas de nuestras ciudades, mirando los grandes eventos de nuestro mundo desde fuera y viendo siempre a algún otro, además de nosotros, tan importante. Aparentemente, nosotros permaneceremos desconocidos para siempre y nuestros talentos y aportaciones no serán conocidas particularmente por nadie, quizás ni siquiera por nuestros propios familiares. Hablando en sentido figurado, siempre estaremos “fuera de la ciudad”. Viviremos, trabajaremos y daremos a luz al amor y a la vida en lugares humildes.

Tal vez lo más doloroso de todo: conoceremos la frustración de ser incapaces de dar verdaderamente nuestros talentos y dones al mundo; pero, en vez de eso, encontraremos que las más profundas sinfonías y melodías que viven en nosotros nunca encontrarán mucha expresión en el mundo de fuera. Nuestros sueños y nuestras más profundas riquezas nunca encontrarán mucho de un escenario terrenal. Nunca habrá un lugar en la posada para que nazca lo que hay mejor en nosotros. Nuestras profundas riquezas, como el nacimiento de Jesús en nuestro mundo, permanecerán “fuera de la ciudad”, muriendo al fin por el martirio del anonimato y la inadecuada autoexpresión (también “fuera de la ciudad”).

María dio a luz al Cristo en un establo fuera de la ciudad porque no había lugar en la posada. Este comentario se refiere a algo más que la simple negación de la hospitalidad de un posadero sobrecargado. Es una importante enseñanza sobre la necesidad de apreciar lo que en definitiva determina la vida. En esencia, eso nos dice que no son necesariamente aquellos que en apariencia ocupan la presidencia en el centro de las cosas (los poderosos, los ricos, los famosos, los líderes de gobierno, las celebridades de entretenimiento, las cabezas corporativas, los eruditos, los académicos) quienes tendrán el tiempo medido por sus vidas. Lo que es más profundo, más significativo y más importante de la vida nace con frecuencia en el anonimato, inadvertido por los poderosos, tiernamente envuelto en la fe, fuera de la ciudad. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

Que todos seamos una sola familia en ti


La Sagrada Familia

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Se celebra el Domingo que cae dentro de la octava de Navidad o, en su defecto, el 30 de diciembre. Fiesta en que celebramos el núcleo familiar en el que «Jesús crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y antes los hombres». Su finalidad es promover y afianzar el desarrollo de la familia desde sus raíces humanas y cristianas con el ejemplo e intercesión de la Familia de Nazaret. «Nazaret -decía Pablo VI- es la escuela donde se comienza a entender la vida de Jesús: la escuela del Evangelio. Una lección de silencio ante todo. Una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe lo que es la familia, su comunión de amor, su austera y sencilla belleza, su carácter sagrado e inviolable. Una lección de trabajo. ¡Nazaret, oh casa del "Hijo del Carpintero"!». El Catecismo comenta: En nuestros días las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Vaticano II llama a la familia "Iglesia doméstica". En el seno de la familia, los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y su ejemplo. El hogar es la primera escuela de vida cristiana y "escuela del más rico humanismo". Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida.- Oración: Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso ejemplo a los ojos de tu pueblo, concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor, lleguemos a gozar de los premios eternos en el hogar del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Gracias a: Gracias a: Rezando VoySanta Clara de Estella y Ciudad Redonda

Feliz Navidad y Año Nuevo.

 La Parroquia Corazón de María

y la Comunidad de Misioneros Claretianos

les desea a todos ustedes

Feliz Navidad y Año Nuevo.

Prestar oído a nuestras almas. Artículo.

Durante la ocupación nazi de Francia en la Segunda Guerra Mundial, un grupo de teólogos jesuitas que oponía resistencia a la ocupación publicó un periódico clandestino, Cahiers du Temoignage Chretien, que tuvo una famosa línea de apertura en su primer número: “Francia, ten cuidado de no perder tu alma”. Eso trajo a mi memoria un comentario que oí una vez a Peter Hans Kolvenbach, entonces Superior General de los jesuitas. Hablando sobre globalización, comentó que una de las cosas que él temía de ella era la globalización de la trivialidad. ¡Clara advertencia!

Hoy estamos siendo testigos de una trivialización del alma en nuestra cultura. Ya pocas cosas son sublimes, lo cual significa que ya pocas cosas nos conmueven profundamente. Las cosas que solían tener significado profundo están relacionadas ahora más casualmente. El sexo, por ejemplo. Más y más, (con unas pocas iglesias que resisten con firmeza), la cultura cree que el sexo no necesita ser conmovedor, a no ser que quieras que lo sea y lo rodees con tal significado. Por ejemplo, oí recientemente un argumento en el que alguien quitó importancia a la gravedad moral de un maestro que se acostó con uno de sus estudiantes, con esta lógica: ¿cuál es la diferencia entre esto y un profesor que juegue un partido de tenis con su estudiante? ¿Su punto? El sexo no necesita ser especial, a no ser que quieras que sea especial. ¿Qué hace al sexo ser diferente de un partido de tenis?

Sólo alguien peligrosamente ingenuo no ve aquí una enorme diferencia conmovedora. Un partido de tenis no toca el alma en profundidad. El sexo, sí; y no precisamente porque algunas iglesias lo digan. Vemos esto cuando se da violación. Freud dijo una vez que entendemos las cosas de la manera más clara cuando las vemos rotas. Tiene razón, y en nada es más claro que en la manera como la violencia sexual y el sexo explotador afectan a una persona. Cuando el sexo es reprochable, hay violación del alma que empequeñece cualquier cosa que resulta de un partido de tenis. El sexo no es conmovedor porque lo dicen algunas iglesias. Es conmovedor porque está conectado al alma de un modo que el tenis no lo está. Irónicamente, sólo cuando la cultura está trivializando la visión tradicional de la sociedad sobre el sexo como innatamente conmovedor, las personas que trabajan con los que sufren trauma sexual están viendo mucho más claramente cómo el sexo explotador está en un plano radicalmente diferente, en términos de alma, que jugando al tenis con alguien.

Sin embargo, no es sólo que estemos trivializando lo conmovedor; estamos también luchando por prestar oído a nuestras almas. Es digno de observa que hoy este aviso procede no tanto de las iglesias como de una serie de voces, desde filósofos agnósticos hasta de analistas junguianos. Por ejemplo, el tema dominante en los escritos del filósofo agnóstico del alma James Hollis, es que la tarea de la vida es vivir conmovedoramente, y sólo podemos hacer eso prestando oído de verdad a nuestras almas. Y, señala que hay mucho en juego aquí. En un libro titulado El suicidio y el alma, sugiere que lo que a veces sucede en un suicidio es que el alma, incapaz de hacer oír sus gritos, al fin mata al cuerpo.

La psicología profunda ofrece puntos de vista semejantes y sugiere que la presencia en nuestras vidas de ciertos síntomas como la depresión, la ansiedad excesiva, los trastornos de culpa y la necesidad de automedicación son con frecuencia los gritos del alma para que sean tenidos en cuenta. James Hollis sugiere que a veces, cuando tenemos malos sueños es porque nuestra alma está airada con nosotros, y sugiere que ante estos síntomas (depresión, ansiedad, culpa, malos sueños) necesitamos preguntarnos: “¿Qué quiere mi alma de parte mía?”

Verdaderamente, ¿qué quieren de nosotros nuestras almas? Quieren muchas cosas, aunque en esencia, quieren tres: ser protegidas, ser honradas y ser escuchadas.

Primero, nuestras almas necesitan estar protegidas de la violación y la trivialización. Lo que subyace más profundo dentro de nosotros, en el centro de nuestras almas, es algo que Thomas Merton describió una vez como le point vierge (el “punto virgen”). Todo lo más sagrado, tierno, verdadero y vulnerable que hay en nosotros es alojado ahí, y mientras nuestras almas nos envían constantes gritos requiriendo protección, no pueden protegerse a sí mismas. Nos necesitan para proteger su point vierge.

Segundo, nuestras almas necesitan ser tratadas con honradez, su inviolabilidad totalmente respetada, su profundidad debidamente reconocida. Nuestra alma es la “zarza ardiente” ante la cual necesitamos detenernos descalzos, reverentes. Perder esa reverencia es trivializar nuestra propia profundidad.

Finalmente, nuestras almas necesitan ser tenidas en cuenta. Sus gritos, sus llamadas de atención, sus resistencias y los sueños que nos dan mientras dormimos necesitan ser escuchados. Además, necesitan ser tenidas en cuenta no sólo cuando están animadas, sino también cuando están pesadas, tristes y airadas. Igualmente, necesitamos escuchar no sólo su ruego por motivo de protección, sino también su desafío para que asumamos riesgos.

El alma es una cosa preciosa digna de protección. Es la voz más profunda que hay en nuestro interior, hablando por lo que es más importante y más conmovedor de nuestras vidas, y así necesitamos siempre hacer caso de la advertencia: tened cuidado de no perder vuestra alma. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

La especie humana. Artículo.

Yo nunca podría ser crítico literario; no porque no sepa distinguir la buena literatura de la mala, sino porque carezco del corte duro. Si no me gusta un libro, me resisto a decirlo. Por el contrario, si un libro me gusta, tiendo a ser más su animador que su tasador crítico. Sea como sea, quiero ponderar vivamente el nuevo libro de Ashlee Eiland, Human(kind): Cómo reivindicar la dignidad humana y abrazar la benevolencia radical nos volverá a juntar.

Esto no es algo sentimental, examinar un buen libro que trata sobre el grado en que necesitamos ser amables unos con otros. Es más como un Sermón de la Montaña para nuestro tiempo, o al menos, el modo como podríamos disponernos a vivir el Sermón de la Montaña. ¿Cómo permanecemos sensibles, afectuosos y humanos en todas las cosas que tienden a envanecer o amargar malsanamente nuestros corazones? He aquí cómo describe su libro.

“Esta es mi historia: la historia de una mujer negra que creció en el sur y que descubrió algo de integridad y algunos hoyos a lo largo del camino. Cuando reflexioné sobre mi vida, hubo momentos que recordé muy vivamente. Al reflexionar, fueron vivos porque hacían al caso. Me marcaron no sólo bella sino también dolorosamente. Pero cuando me senté con estos momentos y recuerdos, me di cuenta de que hacían al caso porque me enseñaban a ser amable conmigo misma. Recordarlos me ayudó a reconocer los buenos dones que me han dado, los dones que ahora confío dar a otros, y me capacitó para ver los momentos dolorosos y duros como oportunidades de ser más plenamente humana, para recordarme el hecho de recibir la gracia donde ha habido agravio.”

El libro consiste en una serie de historias de su vida, toda ellas relatadas por una ingeniosa narradora, y todas ellas escritas con una estética que nunca se sume en el sentimentalismo ni la autocompasión. Y son historias a la vez de ser agraciada y ser herida. La de Eiland ha sido una vida de contrastes.

Por una parte, su vida ha sido privilegiada: padres afectuosos, la oportunidad de una educación de primera clase, nunca desesperada económicamente y siempre con una protectora familia y una comunidad a su alrededor. Por otra parte, ha vivido como mujer negra en un mundo de injusticia y desigualdad. Ha tenido que vivir como quien tiene que ser siempre consciente del color de su piel, que cada vez que entra en una habitación necesita mirar alrededor para ver cuántos otros como ella hay en esa habitación. También tenía que soportar la mayor afrenta racial de que le gritaran en su cara. Y así, como ella dice, ha sido profundamente marcada por una cicatriz a la vez bella y dolorosamente.

Por ejemplo, una de sus historias relata un incidente en el que salió a un restaurante con unos amigos asiáticos para una especialidad coreana: pudin de pasta relleno de carne de cerdo. La velada se desarrolló bien, y volviendo del restaurante entre risas con uno y otro en el coche, ella sintió que se le quitaba un peso para siempre. “Por primera vez, no sentí como si tuviera que habilitar la conversación con un recordatorio a mis amigos -o a mí misma- de mi verdadera raza. …Antes de ese día, sentía que tenía que pasar de puntillas de un mundo a otro. Pero esa clase de actitud -me di cuenta- está sujeta a la vergüenza. Eso permite que la narrativa ‘no del todo suficiente’ corra incontroladamente aterrorizando lo que es con frecuencia lo mejor de compartir nuestras vidas unos con otros”.

Necesitamos su narrativa. Vivimos en un tiempo de amargura y división en que el discurso civil y el respeto se han desplomado, en que nos demonizamos unos a otros, en que la injusticia, la desigualdad y el racismo aún nos definen más que sus opuestos, y en que la amabilidad es frecuentemente vista como debilidad. Además, hay una hipersensibilidad siempre creciente, en la que incluso una palabra bienintencionada es una potencial mina en la tierra. La paranoia ha reemplazado a la metanoia, sacando a luz lo peor que hay en nosotros.

Ashlee Eiland nos da una fórmula para sacar lo mejor que hay en nosotros. ¿Cómo reaccionamos ante la injusticia, la ofensa y la demonización? Por ejemplo, he aquí cómo reaccionó ella después de intentar ser buena para con alguien y ser recompensada por su esfuerzo al ser lanzado a su rostro el último insulto racial: “Humillada, continué con mi día, haciendo tanto bien como pude durante una tarde… pero sabiendo que, a veces, ni aun hacer el bien es suficiente. En ocasiones sólo tenemos que sentarnos con lo que es duro y humillante respecto al difícil trabajo de la unidad y empeñarnos lo mejor que podamos en no permitir que eso nos mate. Por el contrario, necesitamos permitir que nos modele de otra manera que nos vuelva sobrios y nos fuerce a quitarnos nuestras lentes de color rosa; admitir a veces movernos más cerca y tratar de hacer el bien y cerrar los resquicios que hay entre nosotros y los demás, no resuelve el rumbo que queremos. Pero, aun así, tal vez resulte digno de ser probado”.

Careciendo del corte crítico, no siempre estoy seguro de lo que constituye la “música soul”, pero todavía puedo reconocer la “literatura soul”. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

BELÉN DE CUMBRES. 2021

 

BELÉN DE CUMBRES

Montegrande y el Xiblu

·      Día: sábado 18 de diciembre. Parece que tendremos un día bastante bueno.

·      Lugar: Montegrande y el Xiblu. Dirección desde S. Martín de Teverga al puerto de Ventana por la AS-228. 

      Hayedo de Montegrande y cascada del Xiblu. Una sencilla ruta, apta para niños.

·        Salida: 10,00 h., desde la Pl. de América.

Debemos ser puntuales y llegar con tiempo al pequeño parking.

·        Comida: cada familia lleva su propia comida (es bueno llevar algo para compartir).

Comeremos en el parque Prehistórico (tenemos cafetería), o bien, en el parque de S. Adriano (también con cafetería).

·        Regreso: sin determinar, pero espero que a las 6 estemos ya en casa.

·        Información: P. Sotillo, tfno. 661173472, antes del jueves, día 16.



Abandonar la iglesia. Artículo de Ron Rolheiser OMI.

¿Por qué hay tanta gente que abandona sus iglesias? No hay una única respuesta a esta pregunta. La gente es compleja. La fe es compleja. Los problemas son complejos.

Al considerar la pregunta, puede ser útil distinguir entre varios grupos. Los ningunos, los acabados, los espirituales-pero-no-religiosos, los indiferentes, los airados y los marginados. Aunque hay alguno imbricado entre estos grupos, cada uno tiene su propia serie de problemas con la iglesia.

Los ningunos son aquellos que rehúsan identificarse con alguna religión o fe. Preguntados en un formulario de censo ¿cuál es tu fe o religión?, responden: “ninguna”. La suya es una postura agnóstica. No son necesariamente ateos ni hostiles a la fe, la religión y las iglesias. Más bien es que, en este momento de sus vidas, rehúsan identificarse con alguna fe o iglesia explícitas. Algunos son humildes en relación a esto, otros arrogantes; al fin, la postura es la misma: un agnosticismo sobre la religión y la fe.

Los acabados son aquellos que, en sus propias palabras, están cansados de la religión y frecuentemente de la fe explícita también. Acabados con ella. Pueden considerarse acabados por diversas razones, desde haber tenido una mala experiencia con la religión mientras crecían, hasta enfado contra la iglesia, hasta el intoxicante poder de una cultura que puede ofrecerse aparentemente como un sustituto suficiente de la religión. Han estado ahí, han considerado la religión y han continuado adelante.

Los espirituales-pero-no-religiosos son aquellos que creen en el valor de la espiritualidad pero no de alguna iglesia. Han optado por seguir un camino espiritual fuera de cualquier comunidad eclesial, creyendo que (al menos para ellos) el camino espiritual lo mejor es hacerlo fuera de la religión organizada. Puede haber muchas razones para esta clase de actitud, sobre todo la irresistible característica de la individualidad y la libertad personal que impregna nuestra cultura. Hoy, en el camino de la fe de uno, la gente prefiere confiar sólo en su propia búsqueda y experiencia.

Los indiferentes son sólo eso, indiferentes a la religión (mientras quizás aún estén alimentando alguna fe). Puede haber miles de razones por las que estas personas se sienten indiferentes a la religión y quizás también a la fe. Nuestra cultura, a pesar de toda su bondad, es también un poderoso narcótico que, durante el mayor número de años de nuestra vida, puede engullirnos enteros en términos de anestesiar nuestros instintos religiosos y hacernos creer en lo que Charles Taylor llama un humanismo autosuficiente. Durante largos periodos de nuestras vidas, nuestro mundo puede parecer suficiente para nosotros y, mientras este es el caso, la indiferencia a la religión puede ser una opción real.

Los airados son aquellos que, por razones que pueden señalar, ya no van a la iglesia. Cualquier número de causas puede estar en juego aquí: abuso sexual del clero, el trato a las mujeres por parte de la iglesia, el racismo, el fracaso de la iglesia a vivir la credibilidad de los evangelios, el envolvimiento o no-envolvimiento de su propia iglesia en la política, una historia negativa con su iglesia, un mal pastor, o el maltrato personal en una situación pastoral. Las personas que están en este grupo a veces acaban buscando un nuevo hogar eclesial en otra denominación, pero muchas sencillamente se quedan en casa la mañana del domingo.

Los marginados son aquellos que se sienten fuera de la comprensión, la empatía y la finalidad espiritual de las iglesias. Esto incluye a cada uno de los muchos que están dentro de la comunidad LGBTQ, a los sin techo de nuestras calles, a incontables miles que sienten (consciente o inconscientemente) que la desorganización de sus vidas les excluye de alguna manera de la comunidad eclesial. Se sienten proscritos de la religión y de nuestras iglesias.

La gente está abandonando sus iglesias por muchas razones, y esto pide algunas preguntas más. Cuando la gente abandona sus iglesias, ¿qué está abandonando de hecho? Y ¿a dónde van, si es que van a alguna parte?

En un libro reciente, Después del evangelismo: el camino hacia un nuevo cristianismo, David Gushee hace esta pregunta sobre aquellos que abandonan sus iglesias. ¿Tienen claro lo que de hecho están abandonando? ¿Saben si abandonan la Iglesia, si abandonan sus denominaciones, si abandonan la fe, si abandonan a Jesús, o si abandonan, sin más?

Más importantemente, pregunta: ¿cómo finalizará eso? ¿Acabarán en otra denominación, o como espirituales-pero-no-religiosos, o como agnósticos, o solo como desilusionados?

Quizás esa cuestión no sea tan importante para los ningunos, los acabados, los espirituales-pero-no-religiosos, los indiferentes y para muchos de los marginados; pero sí es para los airados, para aquellos que se sienten alienados de parte de sus iglesias. ¿Adónde vais cuando la ira os mantiene lejos de vuestra mesa familiar? ¿Buscáis una familia de mentalidad más afín? ¿Renunciáis a encontrar una mesa familiar? ¿Permanecéis en casa la mañana del domingo? ¿Estáis de acuerdo en ir al lecho de muerte estando aún airados? ¿Estáis contentos de permanecer desilusionados?

Abandonar la Iglesia: dos preguntas nos saltan a la vista. ¿Por qué hay más y más gente que abandona sus iglesias o, simplemente, no van a ellas? Y ¿cuál es el futuro religioso de aquellos que ya no van a la iglesia? La primera es una pregunta para las iglesias mismas, la segunda es una pregunta para examinar a aquellos que ya no van a la iglesia. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - 

Rastrillo Misionero parroquial. 12 a 14 y 18 a 21 hasta el 8 de diciembre. Últimos días.

Entrevista de la TPA
(lunes 6 de diciembre)



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El Grupo Misionero comunica a todos los AMIGOS DE LAS MISIONES CLARETIANAS que su tradicional campaña de RASTRILLO, ubicado en los salones de la Parroquia, desde el día 26 de noviembre al día 8 de diciembre, tendrá como horario: Mañanas: de 12:00 a 14:00 horas y Tardes: de 18:00 a 21:00 horas. 

Artículo del periódico "la Nueva España" domingo 28/11/2021



Un año más, al comenzar el Adviento, en los bajos de la Parroquia del Corazón de María se encuentra el Rastrillo Misionero Claretiano, cuya finalidad es ayudar económicamente  a las Misiones Claretianas que se encuentran en diferentes países del mundo.


Lo regentan un grupo de colaboradoras de la parroquia, que año tras año trabajan para mantener este fin. Esto se puede llevar a cabo gracias a las ayudas que reciben de diferentes entidades y comercios locales que con sus  aportaciones , tanto donativos como regalos hacen que estas ventas se puedan realizar.

Tratando de la parálisis emocional. Artículo de Ron Rolheiser OMI.

Nuestra mayor fortaleza es con frecuencia nuestra mayor debilidad. La sensibilidad es un don; pero, como cualquier persona sensible te dirá, ese don puede ser una bendición híbrida. A veces, una piel tosca e insensible puede librarte de mucho sufrimiento, particularmente del dolor de corazón.

El popular escritor espiritual Henri Nouwen fue una persona altamente sensible. Eso fue a la vez su regalo y su castigo. Sufrió mucho a causa de su sensibilidad. Por ejemplo, varias veces se enamoró desesperadamente de alguien; pero, al ser él un célibe con votos y al no ser correspondidos esos profundos sentimientos, se quedó solo en esa obsesión, frustrado, emocionalmente paralizado. Estos obsesivos sentimientos le desbordaron tanto que (para honradez y crédito suyos) recurrió a ayuda clínica. Como él mismo reconoció, esos fueron los periodos más oscuros y dolorosos de su vida.

Hay muchos como él en este mundo y hay alguien como él en todo el que es altamente sensible. En efecto, uno de los héroes de Nouwen fue el afamado pintor holandés Vincent Van Gogh, quien sufrió de hipersensibilidad aguda durante buena parte de su vida; y, en cierto momento, sufriendo una obsesión emocional amorosa, se cortó una de sus orejas y se la mandó a la persona con la que estaba obsesionado. Otra persona a la que Nouwen idolatró fue el filósofo danés Soren Kierkegaard, cuya soledad personal condicionó sus escritos religiosos y filosóficos. No es extraño que tantas personas altamente creativas (artistas, escritores, intérpretes) caigan en manos de la obsesión emocional. Sospecho que, en cierto grado, esto es verdad para todos nosotros.

¿Qué hay que hacer cuando alguna obsesión emocional literalmente nos paraliza?

He planteado dos veces esta cuestión a los psicólogos. En la primera ocasión, fue al renombrado psicólogo holandés Antoine Vergote. Dos veces tuve el privilegio de asistir a su clase; y, en una de ellas, le formulé esta pregunta. ¿Cómo ayuda a una persona que está muy paralizada por alguna angustia u otro dolor que la deja suicida? Su respuesta fue humilde. Empezó diciendo que esta es singularmente la situación más difícil de la que siempre trataremos en nuestro interior, en nuestras familias y amistades, y en las situaciones pastorales y consultivas. Admitió que la psicología estaba aún peleando a brazo partido con lo que podría ser una respuesta provechosa, y sugirió que podríamos encontrar algunas perspectivas iluminadoras al leer a los grandes novelistas.

Entonces ofreció esto: La obsesión emocional es una forma de superconcentración, una fijación que nos atrapa hasta que de alguna manera rompemos su hechizo. Lo que puede ser provechoso (si algo puede serlo) es la distracción, cualquier cosa que puede quitar de la mente de esa persona su fijación. Esto puede sonar impropio, especialmente cuando nuestro consejo religioso perenne ha sido “confiar tus problemas a la capilla”. ¿No debería la oración ser la respuesta? Sí, debería serlo, pero eso también tiene sus peligros. Si estás en la paralizante garra de una obsesión, solo en una capilla podría hallarse el último lugar en el que necesitas estar. Solo y emocionalmente paralizado, la oscuridad bien podría oprimirte. En nuestros momentos más oscuros, es el Dios encarnado, el toque humano de Dios por medio del cuidado de alguien, lo que constituye la auténtica capilla a la que necesitamos ir.

El segundo psicólogo al que planteé esta cuestión añadió este consejo: Nunca permanezcas solo en esta clase de oscuridad. De veras, nunca entres solo. Estate con alguien: un amigo, un mentor, un médico, un guía, un compañero de fatigas, cualquiera. Recuerdo una ocasión, hace algunos años, cuando un joven me vino atrapado en este tipo de obsesión y me indicó que lo que deseaba hacer era marcharse por su cuenta a las montañas, alquilar una cabaña y “pensarlo despacio”. Yo le aconsejé insistentemente que eso era lo último que debería hacer, dado que estar solo y aislado con su obsesión resultaría peligroso. Lo que necesitaba -le indiqué- eran cosas que podían distraerlo: su trabajo, sus amigos, sus rutinas, sus escapadas normales.

No todos son Jesús, el cual se introdujo solo en la oscuridad de su crucifixión. Con la importante salvedad de que no estaba solo: estaba con su Padre. Si confiamos en nuestra fe lo bastante fuertemente como para entender que, respecto a cualquier cosa, sabremos que Dios está ahí por nosotros, entonces podemos arriesgarnos a entrar solos en la oscuridad. Después podemos llevar nuestra parálisis emocional a la capilla y a las remotas cabañas de las montañas. Con todo, si tememos que nosotros mismos heridos podemos volvernos desvalidos y suicidas, desearemos aferrarnos rápidamente a la mano de un amigo de confianza y buscar cualquier clase de distracción que pueda disipar la obsesión que nos está paralizando.

En una de esas ocasiones en que Henri Nouwen había ingresado en una clínica por depresión, escribió un libro, La voz interior del amor, para explicar cómo al fin logró el éxito. Lo que finalmente aprendió es que nuestros corazones son más grandes que nuestras heridas; pero no siempre conocemos eso en la oscuridad. Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, CMF) - 

Los catequistas – El Video del Papa 12 – Diciembre 2021


“Los catequistas tienen una misión insustituible en la transmisión y profundización de la fe.  

El ministerio laical del catequista es una vocación, es una misión. Ser catequista significa que uno ‘es catequista’, no que ‘trabaja de catequista’. Es todo un modo de ser, y hacen falta buenos catequistas que sean a la vez acompañantes y pedagogos. 

Hacen falta personas creativas que anuncien el Evangelio, pero que lo anuncien, no digo con sordina pero no con bocina, sino con su vida, con mansedumbre, con un lenguaje nuevo y abriendo caminos nuevos.

Y en tantas diócesis, en tantos continentes, la evangelización fundamentalmente está en manos de un catequista. 

Demos las gracias a los catequistas, a las catequistas, por el entusiasmo interior con que viven esta misión al servicio de la Iglesia. 

Recemos juntos por los catequistas, llamados a proclamar la Palabra de Dios: para que sean testigos de ella con valentía, con creatividad, con la fuerza del Espíritu Santo, con alegría y con mucha paz”.