No celebramos medio siglo de la llegada a Asturias de los Misioneros Hijos del Corazón de María, hace ya casi cien años, en 1922. Tampoco medio siglo de la presencia en Oviedo de los Claretianos, como se nos conoce más ahora, pues llegamos en 1941. No. Celebramos cincuenta años de vida de la comunidad parroquial, desplegada en torno a un templo que ya congregaba cristianos en 1955, hace sesenta y cinco años.
La vida ha dado muchas vueltas desde que D. Gabino Díaz Merchán, a quien tanto debemos los asturianos, firmó el decreto de erección de la Parroquia y presidió, en pleno agosto, la eucaristía con que se iniciaba su caminar. Muchas palabras que usamos para hablar de realidades importantes de la vida tenían entonces significados algo distintos a los de viva capaz de congregar, como es y ha sido el caso, a ovetenses de muchas partes de la ciudad atraídos por este templo y sus celebraciones, la fraternidad vivida en su comunidad, sus propuestas de crecimiento y profundización en la fe, la seriedad de sus procesos catecumenales o su sensibilidad por salir al paso de las necesidades de cada tiempo.
Muchas voces agradecerán estos meses a los Misioneros su presencia y servicio. Como solía repetir el P. Severino María Alonso, tan vincula-do a esta comunidad, “gracias por las gracias”. También nosotros, Hijos del Corazón de María, proclamamos la grandeza del Señor y agradecemos de corazón la acogida de las gentes, el afecto fraterno del presbiterio de la Diócesis y de sus sucesivos pastores (¡gracias por sus palabras, Fray Jesús!), la entrega generosa de tantos laicos y laicas en tan diversos compromisos, grupos parroquiales, comunidades y ministerios. Nosotros también hemos crecido mucho gracias a ustedes en ese misterio que es la comunión de los santos.
Una efeméride así ha de incluir una petición de perdón. Gracias por comprender lo que no hemos hecho bien, por olvidar lo que hemos podido hacer mal. Perdón por nuestros pecados de acción y omisión; por no cultivar lo suficiente -como en su día nos pidió D. Gabino- el espíritu de dedicación y fidelidad a la Iglesia de San Antonio María Claret.
En la familia claretiana decir Oviedo es decir iglesia, parroquia, residencia universitaria, predicación en cientos de villas y aldeas. Es evocar cuarenta años de servicio pastoral en los concejos de Somiedo y Belmonte de Miranda que se inició y terminó desde aquí. Decir Oviedo es decir Juanjuí, muestra brillante de la apertura a la Iglesia universal de una generosa comunidad parroquial. Es evocar a muchos santos de la puerta de al lado que preferirían y prefieren no ser citados.
Hace poco, en su carta La alegría del Evangelio, el Papa Francisco insistía en la relevancia y vitalidad que tiene la parroquia en las sociedades del siglo XXI. Una comunidad de comunidades viva, hogar, casa hecha propia, presencia eclesial en el territorio, ámbito privilegiado de escucha de la Palabra, de crecimiento en la fe, diálogo, anuncio, caridad generosa, adoración y celebración, santuario al que venimos a beber los sedientos y centro de constante envío misionero.
Celebramos cincuenta años. Demos mil gracias a Dios. Pero sólo cincuenta. Acojamos su invitación a dejarnos levantar y alimentar por Él; el camino aún puede ser largo. Hagamos nuestro el querer del Papa, que señala a las parroquias tres campos de crecimiento: estar todavía más cerca de la gente, ser de verdad ámbitos vivos de comunión y participación, orientarse del todo a la misión.
Sin contar misioneros hermanos ni estudiantes, la comunidad claretiana de Oviedo llegó a contar con diecisiete sacerdotes a la vez. Nombres insignes dejaron aquí su vida, tras muchos años de entrega, siendo mucho más jóvenes que los misioneros que sirven desde hace años a la comunidad parroquial. Son otros tiempos. Cada cual con su riqueza. Y seguro que con su sentido en los planes misteriosos de Dios. Gracias, Iglesia de Asturias. Gracias, querida comunidad parroquial. Gracias, hermanos. Que por intercesión del Beato Juan Díaz Nosti, miembro sobresaliente de vuestra comunidad, la bendición del Señor siga acompañan- do muchos años vuestros pasos. Al Corazón de su Madre, siempre generosa y especial-mente cercana de quien sufre, os encomendamos. ¡Muchas felicidades! Pedro Belderrain, cmf. Superior Provincial.