Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra

 



Domingo 4º de Adviento

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Tú eres mi padre, mi Dios, mi roca, mi salvación

Comentario



*•*• Dos son los centros de interés fundamentales en el texto lucano de la anunciación a María: el anuncio del nacimiento de Jesús y la vocación de María a ser sierva del Seńor.

Jesucristo se presenta como el Ťsignoť de la fidelidad de Dios, que mantiene las promesas hechas a David: ŤSe llamará Hijo del Altísimo, el Seńor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá finť (w. 32-33). Todos los elementos de la promesa a David se funden y realizan en

Jesucristo porque es el Mesías perteneciente a la familia davídica y es el Hijo hecho hombre, el nuevo templo, la casa que Dios ha preparado para que Dios y el hombre se encuentren. Además el pueblo de Dios, la casa de Jacob, encuentra finalmente en Jesús al rey que lleva a cabo el verdadero ideal del Reino, un ideal de justicia, de paz y fraternidad.

Por consiguiente, la obra de Dios, su fidelidad y su don es lo que constituye el centro. Pero el evangelio narra las cosas observando la actitud de María, como la que hace posible este don con su Ťsíť. Es el polo opuesto a David: sin sueńos de grandeza, no ocupa en la sociedad una posición que le permita influir en los grandes proyectos humanos, sino que su casa está abierta de par en par cuando el ángel Ťentra a su presenciať como mensajero divino. María cree firmemente en la fidelidad de Dios y se pone a disposición de su designio:

Aquí está la esclava del Seńor, hágase en mí según tu palabrať (v. 38).