Migraciones tardías

Jesús dice que, si le seguimos, la cruz, el dolor nos llegará.
Ese mensaje es crónicamente malentendido. Tal vez lo entenderíamos mejor si Jesús lo hubiera expresado de esta manera: Cuanto más sensible llegues a ser, tanto más dolor se filtrará en tu vida. Entonces, entendemos la relación. Las personas sensibles sufren más profundamente, como también absorben más profundamente los gozos y bellezas de la vida. El dolor entra en ellas más profundamente por la misma razón que lo hace la intención. Están abiertas a ello. Las insensibles (por definición) se abstienen de ambos: del dolor y gozo profundos.
Con esto como telón de fondo, me gustaría presentar a los lectores un nuevo libro de Margaret Renkl Migraciones tardías: Una historia natural de amor y pérdida.
Este libro manifiesta una rara sensibilidad. Algunas personas son agraciadas intelectualmente, otras artísticamente, otras románticamente e incluso otras emocionalmente. Renkl es agraciada con todas estas; particularmente con una inteligencia emocional que ella combina con la refinada estética de un artista y luego combina esas dos con la destreza de un escritor ingenioso y natural. Constituye un buen conjunto. El contenido es sólo parte del regalo de este libro. Más allá de su mensaje, es una gran pieza escrita y una delicada pieza artística también.
Es igualmente un libro sobre la fe, aunque Renkl no expresa esto muy explícitamente. Ella escribe primariamente, como un naturalista, un urbano Peregrino en Tinker Creek, alguien que admira la naturaleza, emplea mucho tiempo en ella, entiende bien su carácter pródigo y sus innatas crueldades, y entiende también cómo esas crueldades (donde, dentro de la naturaleza, la vida puede parecer barata y fácilmente tomada) están conectadas con las fuerzas más profundas apuntalando toda vida, incluso la nuestra propia. Comparte una cierta complejidad de carácter con el gran paleontólogo y místico Pierre Teilhard de Chardin, al que le gustaba decir que nació con dos incurables amores, un amor natural del mundo pagano y todas sus bellezas, y un amor igualmente fuerte por lo místico, el otro mundo, esto es, el Dios que está detrás de este mundo. Sin embargo, a diferencia de Teilhard, que es muy explícito sobre su sentido de Dios y la centralidad de la fe, la fe de Renkl es más incipiente, aunque claramente patente en su comprensión de la naturaleza y en cómo intuye el dedo de Dios que actúa en las historias que ella cuenta.
El libro es una compilación de breves ensayos, que alternan entre descripciones maravillosamente estéticas de la vida de los pájaros que ella alimenta y los jardines que cuida, con descripciones igualmente sensibles de su propia vida y la de su familia, particularmente en términos de pérdida y pena como entretejidos intrincadamente con el amor. Algunos ejemplos:
Sobre nuestras deficiencias en la vida: “Los seres humanos son criaturas hechas para el gozo. Contra toda evidencia, nos decimos que la pena, la soledad y la desesperación son tragedias, desagradables variaciones del placer, la calma y la seguridad que, en la forma correcta del mundo, constituirían el firme fundamento de nuestro ser”.
Sobre las lecciones que deben ser aprendidas de observar la naturaleza: “Cada día el mundo me está enseñando lo que necesito saber para estar en el mundo”.
Sobre cómo el sentimentalismo contribuye a una compasión unilateral: “La historia de un niño sirio ahogado que fue arrastrado por el oleaje nos mantiene despiertos por la noche con pena. La historia de cuatro millones de refugiados que no cesan de salir de Siria parece más un problema matemático”.
Sobre la belleza de la naturaleza y su crueldad: “Dentro del cuenco del nido, las crías de los pájaros están a salvo de los halcones, resguardados del viento, protegidos del agudo ojo del cuervo y de la terrible lengua del pájaro carpintero de vientre rojo. (Pero…). Dentro del cuenco del nido las crías de los pájaros son impotentes, vulnerables a la furia del hiriente sol del verano, del pico del gorrión común. Bordeado por todos los lados por su protectora casa, son un buen bocado que la serpiente rata come en sus ratos de ocio”.
Sobre tener cuidado de nuestros seres queridos de edad avanzada, hasta que mueren: “El fin del cuidado es la libertad. El fin del cuidado es (también) la pena”.
Sobre la respuesta a una mujer que insinuó que Renkl era una cobarde porque temía mucho perder a sus seres queridos: “Se me ocurrió preguntarme si ella alguna vez, incluso una sola vez, había amado a alguien  lo suficientemente como para temer la posibilidad de perderlo, pero ese pensamiento era tan feo como el suyo propio, y en cualquier caso ella no estaba equivocada”.
Richard Rohr sugiere que nosotros estamos siempre tratando de las verdades gemelas de gran sufrimiento y gran amor. Durante el curso de este libro, Renkl nos cuenta cómo su madre, una mujer que pudo en ciertas áreas de su vida exhibir una extraordinaria energía y atractivo, sufrió a veces periodos de depresión paralizante y cómo ella misma no es inmune a esa misma experiencia. Hay una lógica en eso, ya que, como dice Jesús, las personas sensibles absorben las cosas muy profundamente, tanto el sufrimiento como el amor, y aquel puede paralizarte en dolor, incluso mientras éste puede darte extraordinaria energía y atractivo. Este libro merece ser leído. 
Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) - Fuente: Ciudad Redonda.org