Diosito me espera esta noche, y por fin tendré familia y casa, y ya no tendré que beber nunca más.

Conocí ... a un viejito ... sin hogar y sin nada, en la pobreza más absoluta... Todas las mañanas Sergio le despertaba con un pancito y un café, quizás su única comida del día, y hablaban un rato de la vida y de Dios. No tenía a nadie que se ocupara de él, y todo el dinero que conseguía lo gastaba en licor barato. Aquella mañana le había dicho a Sergio que ya no iba a beber más: “Diosito me va a llevar con él. Vos me llevaste muchas veces al hospital o a tu casa, y muchas veces me ayudaste. Ya no hará falta: Diosito me espera esta noche, y por fin tendré familia y casa, y ya no tendré que beber nunca más”. El viejito le dio un fuerte abrazo y le agradeció que le hubiera hablado de que el Señor siempre perdona y salva a la oveja perdida… “como al Buen Ladrón”, añadió. Al día siguiente lo encontraron muerto, con una sonrisa llena de paz. “¿Lo ve, Padre?” -me dijo Sergio- “Ahorita él está ya en el cielo: ¿ve cómo sigue habiendo milagros?”. Artículo completo en @Ciudad Redonda.org Javier Goñi