Miércoles santo. El día de los interrogantes.

Miércoles santo
Textos
Audio 

         Judas aparece como el protagonista de la liturgia de los tres primeros días de la Semana Santa: el Evangelio siempre habla de él. Y Judas está presente también en el cenáculo. La presencia de Judas en medio de los doce, en torno a la mesa de Jesús, es, indudablemente, el hecho más inquietante entre los hechos, todos inquietantes, que se condensan en vísperas de la pasión del Señor. Es la presencia del enemigo entre los amigos, del que golpea en el momento y lugar en que se precisa la confianza, porque nadie puede ya defenderse con ninguno.
        Jesús no ignora esta presencia, no la pasa por alto; pero, a la vez, no descubre a Judas, no le acusa, no discute con él, no trata de defenderse. No calla a propósito de dicha presencia, para hacerse también presente a él hasta el final. Los doce, sin embargo, tratan de descubrir quién es el que de ellos miente: y en esta tentativa sucumben y caen en la antigua ley de la sospecha recíproca generalizada, de la acusación, de la división. De aquí nace siempre la crisis de la relación fraterna y de comunión: del temor de ser traicionados, del temor de que otro se aproveche, de la pretensión imposible de poner a prueba y verificar las intenciones del otro. No existe otra manera de vencer al traidor que entregarse en sus manos y poner en manos de Dios la propia causa. Pensemos en cuántos desavenencias, cuántas ofensas, cuántas prepotencias, se esconden en nuestra vida por la sospecha. Para sentarse en torno a la mesa de Jesús es preciso fiarse uno de otro sin pensar en el precio que puede costar esta confianza (G. Angelini, L¡ amó sino alia fine, Milano 1981, 40s). Fuente: santaclaradeestella.es / Gracias a: Rezando Voy, y Ciudad Redonda.org.  @samlo.es

El día de los interrogantes

En la 1ª lectura de hoy, miércoles santo, del profeta Isaías (3º Cántico del Siervo de Yahvé) se hacen tres preguntas que bien podrían estar en boca de Jesús y no dejar de interpelarnos: “¿Quién pleiteará contra mí?” “¿Quién es mi rival?” “¿Quién probará que soy culpable?”

También nosotros, amaestrados por la Pascua de Jesús, debemos, como el Siervo, confiar plenamente en Dios. Estamos empeñados en una tarea cristiana que supone lucha y que es signo de contradicción. Pero, de la mano de Dios, no debemos darnos nunca por vencidos: ¿quién pleiteará contra mí? Si alguna vez nos toca «aguantar afrentas» o «recibir insultos», basta que miremos a Cristo en la cruz para aprender generosidad y fidelidad. Incluso cuando alguien nos traicione, como a él.

Curiosamente hay otros tres interrogantes en el Evangelio que hoy se proclama. Y que de igual modo no dejan de interpelarnos “¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?” “Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?” “¿Soy yo acaso Maestro-Señor?” Éstos están pronunciados por los discípulos.

Con respecto al primero, tal vez nosotros, haciendo mal uso de nuestra libertad, podríamos proponer un interrogante como éste a nuestro mundo, ese mundo de tinieblas que en ocasiones nos tienta para que de un modo u otro le entreguemos al Señor. Meditemos en ello y pidamos fuerza para mantenernos fieles en el momento de la prueba.

El segundo interrogante se lo podemos hacer nosotros a Jesús, y también como los discípulos escuchar: “en tu casa quiero celebrar la Pascua con mis discípulos”. Sí, en tu casa, en tu corazón, en tu interior.

Ya lo dijo san Andrés de Creta:

“Dichoso el que por la fe puede recibir al Señor, preparando su corazón a modo de cenáculo y disponiendo con devoción la cena...”

Pero sin intimismos, porque Jesús desea celebrar esta Pascua con sus discípulos, con todo hombre.

Así pues, preparemos nuestro corazón para celebrar con dignidad estos días santos que se avecinan.

Y por último abordamos ese tercer interrogante: “¿Soy yo acaso Maestro-Señor?”  Y reconozcamos con toda la humildad de que seamos capaces y conscientes de que todos podemos, en nuestra fragilidad, ser el traidor.  

Con este interrogante podríamos responder a cada uno de los que nos planteaba Isaías.

“¿Quién pleiteará contra mí?”  “¿Soy yo acaso Maestro-Señor?”  

“¿Quién es mi rival?”  “¿Soy yo acaso Maestro-Señor?”  

“¿Quién probará que soy culpable?” “¿Soy yo acaso Maestro-Señor?”  

Sigamos a Jesús muy cerca en este Triduo santo para que participemos de la alegría de saberlo Resucitado. Sor Flora Mª Collado O. P.Monasterio Sancti Spiritus Dominicos.org