La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.

 



Domingo 27º del Tiempo Ordinario

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Que mi entrega la mueva tu amor, Señor

Comentario



Releamos dos frases que resumen la lectura profética y el pasaje evangélico: <<La vińa del Seńor todopoderoso es el pueblo de Israel, y los hombres de Judá, su plantel escogido. Esperaba de ellos derecho y no hay mas que asesinatos, esperaba justicia y solo hay lamentosť (Is 1,7). <<Jesús les dijo: żNo habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que rechazaron los constructores se ha convertido en piedra angular; esto es obra del Seńor y es realmente admirable? Por eso os digo que se os quitará el Reino de Dios y se entregará a un pueblo que dé a su tiempo los frutos que al Reino correspondenť (Mt 21, 42-43).

Dios se ha manifestado y ha hablado con los patriarcas, les ha propuesto establecer una alianza con ellos y, para proveer al pueblo, le ha elegido un terreno, la tierra prometida, y una descendencia futura, numerosa, <<como las estrellas del cielo y la arena del marť.

Abrahán, Isaac y Jacob, a pesar de sus <<crisisť, pero confiando en Dios y guardando la alianza, han encaminado los pasos de su vida hacia la constitución del <<pueblo de Israelť. con el Éxodo, guiado por Moisés, y la instalación en la tierra prometida, realizada por Josué, aparece visiblemente el <<pueblo de Israelť. Superado el periodo de los jueces, surge David y, con él, el reino unido de Judá e Israel, tipo del <<Reino mesiánicoť. Rápidamente sobreviene la división y con ella, la débil fidelidad a la alianza del pueblo elegido. El <<pueblo de Israel ť y el <<Reino de Diosť siempre han mantenido una relación difícil y conflictiva. Los profetas en vano han vociferado apasionadamente la fidelidad de Dios y la infidelidad del pueblo. Después de la caída del Reino del Norte y posteriormente, la del Reino del Sur la situación ha sido de un sufrimiento difícil de aliviar.

        La responsabilidad colectiva de los labradores y, según la conclusión de la parábola, de Israel, emerge con fuerza. Dios, el <<amigoť y el <<dueńoť, ha dicho y ha hecho cuanto podía para que fructificase la vińa y los labradores asumieran la responsabilidad. Los resultados son amargos e Israel es responsable. Sin embargo, Dios no se da por vencido: como en otras ocasiones, no se rinde ante el pasado.

Jesús denuncia el pecado del pueblo elegido con la parábola de los labradores homicidas. El auténtico final, expresión de la misericordia del Padre celeste, es la urgencia y apremio de la invitación de Oseas: <<Vuelve, Israel, al Seńor; tu Dios, pues tu iniquidad te ha hecho caer. Buscad las palabras apropiadas y volved al Seńor decidle: “Perdona todos nuestros pecados; como ofrenda te presentamos las palabras de nuestros labios"ť (Os 14,2-3).