Escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.






Domingo  4º de Pascua



El Seńor se presenta a nosotros como el buen pastor, como aquel que defiende del peligro a sus ovejas y las lleva a los pastos de la vida, invitándolas a seguirle con confiada seguridad por el camino sobre el que las precede y las acompańa. Es ésta una imagen demasiado obsoleta para hablar a los hombres de nuestro tiempo?

En realidad, las dos características que connotan a Jesús como el verdadero, como el buen pastor, nos ayudan a practicar un discernimiento entre las múltiples propuestas que la sociedad de hoy nos avanza, encontrándonos desprevenidos con frecuencia.

Jesús afirma, en primer lugar, que el buen pastor "da la vida por las ovejas" no sólo de palabra, sino con los hechos. Cuántas doctrinas, cuántos maestros de sabiduría o de ciencia se asoman al escenario y prometen llevarnos lejos, hacia una realización plena... Ahora bien, quién puede liberar al hombre de la más pesada y desconocida esclavitud, de la que derivan todas las demás, y que es la esclavitud del pecado? Jesús ofrece su vida para despertarnos a una vida de horizontes infinitos, llena de esperanza y de belleza. Más aún, "conoce a sus ovejas", establece con ellas una relación que es como la que le une a él con el Padre, una relación de amor tan oblativo y total que personaliza al otro, que lo hace existir en su verdad y en su alteridad, que lo hace capaz de expresarse en plenitud a través de la entrega de sí mismo. Si recibimos la vida que el buen pastor ofrece por nosotros, si queremos dejarnos conducir por él a una relación de conocimiento-comunión de amor, podremos descubrir, ya desde ahora, la maravilla de ser realmente hijos del Padre, y nos encontraremos semejantes a él en la eternidad. No endurezcamos nuestro corazón, descartando la piedra angular que ha puesto Dios como fundamento de la nueva humanidad: Cristo es la única salvación verdadera del hombre; pongamos nuestros pasos en sus huellas seguras.