¿Sabías que hay 7 santuarios unidos por una línea recta?: ¿la “espada de San Miguel”?
Santos Arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel. 29 de septiembre.
En la Biblia, desde el AT, aparecen los ángeles y sus jefes, los arcángeles, criaturas espirituales, como ministros o servidores de Dios, bien sea para llevar a los hombres los mensajes y la protección divina, bien sea para alabar al Señor y presentarle las preces de los hombres. La Iglesia celebra a tres arcángeles. El 29 de septiembre se celebraba en Roma, en el siglo V, el aniversario de la Dedicación de una iglesia en honor al arcángel san Miguel. A esa fecha se pensó añadir el recuerdo de los otros arcángeles y de "todas las potencias incorpóreas" recordadas en días diferentes.
Con el Salmo 102 podemos rezar: «Bendecid al Señor, ángeles suyos, poderosos ejecutores de sus órdenes, prontos a la voz de su palabra».- Oración: Oh Dios, que con admirable sabiduría distribuyes los ministerios de los ángeles y los hombres, te pedimos que nuestra vida esté siempre protegida en la tierra por aquellos que te asisten continuamente en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
MEDITATIO: Formamos parte de un designio de contornos ilimitados, cuyo artífice es Dios. Inmersos en un cosmos animado por presencias invisibles que participan con nosotros en el proyecto de Dios, somos constructores de una historia que tiene en Cristo su centro y su término.
El camino prosigue en la lucha, en
un conflicto implacable con las fuerzas del mal, las cuales, sin embargo, no
podrán destruir nunca el Reino que Dios ha confiado al Hijo del hombre. El
combate durará hasta el final de los tiempos, llevado adelante en primera línea
por los santos ángeles de Dios: los arcángeles, guiados por Miguel, y todas las
criaturas espirituales fieles al Señor.
Esta realidad que nuestros ojos no pueden ver nos ha sido revelada a fin de que, con la fe, la esperanza y la caridad abundante en la vida diaria, combatamos el buen combate y apresuremos así la consumación del Reino de Dios. Si ofrecemos humildemente nuestra contribución, se nos concederá una límpida mirada interior: contemplaremos entonces la Misericordia que ha abierto los cielos y ha venido a morar entre nosotros para abrirnos el acceso al Padre, a fin de que con los ángeles podamos subir hasta su intimidad. Él ha desvelado para nosotros el misterio del hombre, para que con los ángeles aprendamos a descender junto a cada hermano. Nos ha introducido en su Reino a fin de que, convertidos en voz de toda criatura, cantemos eternamente con el coro angélico la gloria de Dios.
ORATIO: Con un ánimo repleto de esperanza y de confianza, de gratitud y de alegría, corremos a ti, oh Padre, para darte gracias... El camino del hombre a lo largo de los senderos del tiempo es un viaje arriesgado, pero tú has puesto a nuestro lado compañeros atentos que nos sirven con intelecto de amor. Te damos gracias por el arcángel Miguel, que nos ayuda a combatir el buen combate de la fe. Te damos gracias por el arcángel Gabriel, que viene a nosotros envuelto de misterio y deposita en nuestro corazón tu Palabra, para que ésta se vuelva en nosotros, como en María, obediencia y vida.
Te damos gracias por el arcángel
Rafael, que, en la hora de nuestros miedos y enfermedades, nos coge de la mano
y nos conduce por el recto camino para que no nos desviemos del camino de la
salvación.
Te damos gracias, oh Padre, que de mil modos te haces presente a nosotros, nos guardas como a la niña de tus ojos, nos proteges a la sombra de tus alas, nos haces gustar ya desde ahora la dulzura de la íntima comunión contigo.
CONTEMPLATIO: No debemos creer que se confíe un determinado encargo a un ángel por casualidad: por ejemplo, a Rafael el encargo de curar y medicar; a Gabriel, el de apoyar en el combate contra las pasiones; a Miguel, el de ocuparse de las oraciones y de las súplicas de los mortales. Cada uno de ellos ha recibido estas tareas por los méritos, las inclinaciones, y las capacidades de las que dio pruebas antes de la creación de este mundo. Entonces se asignó a cada uno este o aquel ministerio; otros merecieron ser asignados al orden de los ángeles y actuar bajo este o aquel arcángel, este o aquel guía de su orden. Todo esto fue ordenado por el apropiado y justo juicio de Dios y dispuesto por aquel que ha juzgado y analizado los méritos de cada uno: así, a uno le ha sido confiada la Iglesia de los efesios, y a otro, la de los esmirniotas (cf. Ap 2,1.8); éste es el ángel de Pedro, aquél el de Pablo (cf. Hch 12,7; 27,23). A cada uno de los más pequeños de la Iglesia se le ha asignado este o aquel ángel, que contempla cada día el rostro de Dios (cf. Mt 18,10), y se señala al ángel que se disponga en torno a los que temen a Dios.
No debemos pensar que todo esto
sucede así de manera accidental o por casualidad, ni siquiera porque hayan sido
creados tales por naturaleza, para evitar que también a este respecto se acuse
al Creador de parcialidad.
Creamos, más bien, que todo fue asignado por Dios, absolutamente justo y rector imparcial del universo, según los méritos, las capacidades, la energía y el ingenio de cada uno (Orígenes, I principi, 1, 8, 1, Turín [existe edición catalana en Alpha, Barcelona 1998]).
Según los Padres, los ángeles personifican las potencias celestes y han sido puestos por Dios junto a los pueblos como guías. Los ángeles toman una parte muy activa en la existencia histórica del mundo: llevan a cabo, bajo la guía del arcángel Miguel, una batalla contra los demonios, potencias de la nada y remedos de los ángeles, y salvaguardan el orden cósmico. Según san Basilio, los ángeles del Juicio "pesan" las almas. Ellos, que asisten a toda acción divina, están presentes de un modo particular en el martirio. La escala de Jacob los muestra como mensajeros de Dios. Están como "adheridos" a la Palabra y a la voluntad de Dios y las personifican. Cuando Dios decide curar, su voluntad toma la figura del ángel Rafael.
Cada vez que un ángel aparece es
para transmitir y realizar algo de parte de Dios. Los ángeles muestran el
"cielo", puesto que existen y actúan en un sentido que va de Dios
hacia los hombres. Aunque mantiene su poder de revelación directa, Dios se
revela la mayoría de las veces por medio de los ángeles, que son como los
portadores de sus energías, de su luz y de su revelación.
Hasta el punto de que los tres
ángeles que se aparecieron a Abrahán en el encinar de Mambré son considerados,
sobre todo en la tradición iconográfica, como las figuras de las tres Personas
divinas, el icono de la Trinidad. El ángel es un lugar teofánico, manifestación
viviente de Dios: el nombre de Dios está en él y con el nombre su presencia (P.
Evdokimov, La santitá nella traaizione della Chiesa, Fossano
1977).
No es éste el lugar de entrar en toda esa problemática; se trata de recoger la fe de la Iglesia, tal como actualmente se nos ofrece, concretamente en el ámbito de las celebraciones litúrgicas, en orden a su memoria y veneración.
El Catecismo de la Iglesia católica afirma: La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición» (n.° 328). El nombre de «ángel» no es nombre de naturaleza, sino de oficio, de función. Por su naturaleza es 'espíritu», por su función es "ángel" (cf. San Agustín: Psal. 103, 1, 15).
La Carta a los Hebreos (1, 14) los define como «espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación». Su nombre hebreo mal'ak, o griego anguelos, los define como mensajeros».
La fe de la Iglesia en la existencia de los ángeles toma vida y se traduce en oración, en el culto litúrgico, lo que es de capital importancia, según el principio de lex orandi, lex credendi, ya que la liturgia es la expresión concreta de la fe vivida. La liturgia celebra la fe bíblica y la tradición doctrinal de la Iglesia.
La liturgia ha unificado en este día, con categoría de fiesta, la veneración de los llamados arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael. Sus nombres hacen referencia a sus funciones de intermediarios entre Dios y los hombres, así como ejecutores de sus órdenes y transmisores de sus mensajes.
El Arcángel San Miguel
Lógicamente
la fuente de información básica sobre el Arcángel Miguel ha de buscarse
en la revelación bíblica, Mi-ka-'el, literalmente significa „¿quién
como Dios?», y está en consonancia con su misión e intervenciones.
La liturgia, que le da culto desde el siglo V, asume el papel protector
del arcángel Miguel, tanto en la celebración de la palabra en la misa
(primera lectura), como en la liturgia de las horas, en antífonas y
oficio de Lectura. En la lectura patrística, fragmento de una «homilía
de San Gregorio Magno, papa, sobre los Evangelios», podemos leer: «...
Cuando se trata de alguna misión que requiera un poder especial, es
enviado Miguel, dando a entender por su actuación y por su nombre que
nadie puede hacer lo que sólo Dios puede hacer. De ahí que aquel antiguo
enemigo, que por su soberbia pretendió igualarse a Dios..., nos es
mostrado luchando contra el arcángel Miguel, cuando, al fin del mundo,
será desposeído de su poder y destinado al extremo suplicio, como nos lo
presenta Juan: Se trabó una batalla con el arcángel Miguel.
Miguel es jefe de la milicia celestial; la Contrarreforma lo convierte en defensor de la Iglesia ante la reforma protestante.
El Arcángel San Gabriel
«Dios es fuerte» o «héroe de Dios«, es su significado. Como dice San Gregorio Magno (oficio de lectura del día) «... se les atribuyen nombres personales, que designan cuál es su actuación propia..., ya que a través de estos nombres conocemos cuál es la misión específica para la cual nos son enviados.
Este ángel Gabriel es el «enviado por Dios..., a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María» (1, 26). El mensaje que transmite es sorprendente y trascendental: sin duda el más importante de la historia de la salvación; se trata del cumplimiento, de forma insólita, de todas las anteriores Escrituras: la llegada del Mesías, revelado como «Hijo del Altísimo... y será llamado Hijo de Dios».
Con razón dice San Gregorio Magno (oficio de Lectura): «Los (ángeles) que anuncian cosas de gran trascendencia se llaman arcángeles. Por esto, a la Virgen María no le fue enviado un ángel cualquiera, sino el arcángel Gabriel, ya que un mensaje de tal trascendencia requería que fuese transmitido por un ámgel de la máxima categoría... A María le fue enviado Gabriel, cuyo nombre significa «Fortaleza de Dios», porque venía a anunciar a aquel que, a pesar de su apariencia humilde, había de reducir a los principados y potestades. Era, pues, natural que aquel que es la fortaleza de Dios anunciara la venida del que es Señor de los ejércitos y héroe en las batallase.
En el relato de Lucas, el protagonista parece el ángel Gabriel. Mas éste debe tal prerrogativa al designio que comunica. Por consiguiente, Gabriel viene asociado por Lucas con el mensaje. Y, en tal caso, el diálogo pierde en dimensión histórica lo que gana en profundidad teológica. Queda, en realidad, claro que Gabriel, aun siendo el protagonista, carece de importancia «personal» y recibe toda su relevancia del mensaje que transmite» (Antonio Salas).
El Arcángel San Rafael
Rafael significa «Dios cura». Sólo disponemos de la fuente bíblica, del libro de Tobías para hacernos una idea de su identidad y misión.
Rafael se presenta bíblicamente como: protector y compañero en nuestro caminar (también por el camino de la vida), sanador de nuestras cegueras (también espirituales), vencedor del demonio y del mal, abogado defensor en las dificultades de la vida, intercesor ante Dios en favor nuestro. Es uno de los siete grandes ángeles presentes ante la gloria del Señor...
Pero su misión y su protagonismo aparente tienen como finalidad la expresada por él mismo al revelar su identidad: «No temáis. La paz sea con vosotros. Bendecida Diosporsiempre. Si he estado con vosotros..., ha sido por voluntad de Dios. A él debéis bendecir todos los días, a él debéis cantar... Y ahora bendecid al Señor sobre la tierra y confesad a Dios. Mirad, yo subo al que me ha enviado...« (12, 17-20).
La devoción dedicada a Rafael fue promovida en el siglo XVI, al instituir el culto del ángel custodio, el obispo de Rodez, Francisco de Estaing, en 1526. Patrón de boticarios y médicos, protege también a los viajeros.
En todos los casos, las intervenciones angélicas reseñadas, tienen a Dios como protagonista principal, y a la persona humana (individual o colectiva) como beneficiarias. El ángel-arcángel en tanto tiene protagonismo en cuanto transmisor de ese mensaje, siempre salvífico y benefactor. La conclusión siempre debe ser el consejo de Rafael: «Bendecid a Dios por siempre», porque, en realidad, es él quien está actuando,
Sus atributos son: cayado de mensajero (cetro a veces), lirio que reemplaza al cayado o cetro, rama de olivo, filacteria que lleva la salutación angélica «Ave María gratia plena... Ángel Olivera Miguel. Fuente: Dominicos.org
Recibiste bienes, y Lázaro males: ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado
La parábola es altamente emotiva y, en ciertos momentos, también profundamente dramática. Los personajes principales son dos. Por una parte, aparece un rico que goza opíparamente de su fortuna. No importa que ésta sea material, intelectual o religiosa. Probablemente, se trate de las tres. Por otra, aparece un pobre -hambriento, enfermo, abandonado- que está "tendido en el portal" (v. 20).
Toda la escena se encuentra aquí. Lucas subraya de modo violento la fractura que existe entre la vida despreocupada del rico y la miseria del pobre "cubierto de úlceras" (v. 20), tendido en el portal. Entre ambos existe un fuerte contraste, manifestado de manera clara por el mandamiento del amor fraterno y por las vigorosas palabras de Jesús: "Bienaventurados vosotros, los pobres", "Ay de vosotros, los ricos" (6,20-24). En el fondo, el verdadero pobre es el rico, pues no ha llegado a comprender el misterio profundo del corazón de Jesús. Su vida no puede acabar más que en la profunda oscuridad del sepulcro, o sea, en el infierno del fracaso y de la impotencia total. El mendigo también muere. Pero, a través de la muerte, su persona queda liberada de los sufrimientos y privaciones y es "llevada por los ángeles al seno de Abrahán" (y. 22), cumplimiento y realización de todas las promesas de Dios.
En este contexto se sitúa Abrahán y su coloquio con el hombre rico. La fractura practicada por nuestro egoísmo entre la pobreza y la riqueza subsiste también en el más allá. Se convierte en un abismo insuperable. Ni siquiera Abrahán consigue superarlo. Por otra parte, la oración del hombre rico dirigida a Abrahán, a fin de que Lázaro pueda ir a casa de sus hermanos y advertirles, carece de sentido: "Ya tienen a Moisés y a los profetas, !que los escuchen!" (v. 29). Quien ha elegido un tipo de vida contrario al amor se queda privado para siempre de la gracia del amor y, en consecuencia, imposibilitado para el encuentro de amor con los hermanos.
Gracias a: Rezando Voy,Santa Clara de Estella y Ciudad Redonda
Llorar nuestra sinfonía inacabada. Artículo.
Hay partes de la Biblia que deberían llevar una advertencia, como esas frases al final de algunas películas que dicen: “Ningún animal fue dañado en esta filmación.”
Un texto así aparece en el Libro de los Jueces (11,29-39). Es la historia de un jefe llamado Jefté, que estaba en guerra y le hizo una promesa a Dios: si le daba la victoria, ofrecería en sacrificio al primer ser humano que saliera a recibirlo al volver a casa. Dios le da la victoria y, al regresar, la primera persona que sale a su encuentro es su hija, una joven llena de vida. Al verla, Jefté se arrepiente de su promesa, pero la hija acepta ser ofrecida. Solo pide un favor: que le permitan dos meses para ir a las montañas con sus amigas y “llorar su virginidad”. Su padre se lo concede. Después de ese tiempo, ella vuelve y es sacrificada como ofrenda.
Si se toma al pie de la letra, esta historia es terrible: una promesa imprudente, un Dios que parece aceptarla, sacrificio humano y un fondo de machismo cruel.
Pero no es un relato para entenderlo literalmente. Nadie muere en esta historia. Es un relato simbólico. Su mensaje no es que Dios pida sacrificios humanos, sino que nos invita a fijarnos en la joven, en su deseo de llorar el hecho de que morirá virgen, es decir, con su vida sin haber llegado a plenitud.
¿Qué significa llorar la virginidad? ¿Cómo se hace eso?
El símbolo nos recuerda que todos nosotros, hombres y mujeres, casados o solteros, con vida larga o corta, al final moriremos vírgenes, es decir, sin haber vivido la “sinfonía completa” de la existencia.
En el sentido más literal, esto se ve en personas que nunca se casaron, nunca tuvieron pareja íntima y mueren así. Como la hija de Jefté, mueren vírgenes. A veces, en retiros con sacerdotes o religiosas, les pregunto: ¿Alguna vez han llorado su celibato? ¿Han sentido la pena de pasar la vida sin intimidad sexual, sin hijos, sin nietos?
Pero este símbolo va más allá. La “virginidad” que la hija de Jefté llora es también la parte no realizada que todos tenemos, incluso quienes han tenido pareja, hijos y nietos.
Recuerdo una reunión de profesores donde algunos sacerdotes hablaban del celibato. Entonces una colega, una mujer casada y feliz, nos dijo: “Ustedes los célibes se compadecen demasiado de sí mismos. ¿Saben qué es peor que dormir solos? Dormir solos cuando no estás solo. La intimidad sexual, incluso en lo mejor, no quita la soledad.”
Tenía razón. Nadie tiene la sinfonía completa. Karl Rahner, el teólogo, respondió una vez a un amigo casado que se sentía solo a pesar de tener un buen matrimonio. Le dijo: “No culpes a tu esposa ni a tu matrimonio. Acepta que en esta vida no hay sinfonía terminada.” Todos moriremos con sueños no cumplidos; nadie tendrá aquí un abrazo total y eterno.
Aun así, podemos vivir vidas plenas y felices. Pero hay una condición, la que expresa la hija de Jefté: debemos llorar lo que no alcanzamos, para poder morir en paz con nuestra sinfonía a medias.
Si no lo hacemos, si no aceptamos esa falta, esa negación se nos colará por dentro y llenará nuestra vida de decepción, enojo o tristeza. Y, peor aún, si no hacemos las paces con el hecho de que esta vida no da la sinfonía completa, inconscientemente seremos demasiado duros con los demás (con nuestra pareja, familia, amigos, iglesia o con la vida misma), porque no podrán darnos lo que no existe: la sinfonía total.
¿Y cómo llorar lo que no hemos logrado?
Cada uno lo hace a su modo. Pero todo duelo comienza reconociendo lo que hemos perdido, lo que no se nos dio. Así, empezamos a llorar nuestra “virginidad” al aceptar lo que Rahner decía: que en esta vida no hay sinfonía terminada.
¿Cómo se hace? Algunos lo llevan a la dirección espiritual, a la terapia psicológica o a algún rito. Pero todos debemos llevarlo a la oración y, como la hija de Jefté, pasar un tiempo en las “montañas” dejando salir nuestras lágrimas. Ron Rolheiser OMI / Artículo original en inglés
San Pío de Pietrelcina (Padre Pío). 23 Septiembre.
Anécdotas del Padre Pío
El Padre Pío nació en el seno de una humilde y religiosa familia de agricultores, el 25 de mayo de 1887, en una pequeña aldea del Sur de Italia, llamada Pietrelcina. Recibió su primera instrucción de un maestro privado y a la edad de 15 años hizo su ingreso en el Noviciado de los Padres Capuchinos en la Ciudad de Morcone.
De débil salud, pero de excepcional fuerza de voluntad, pudo completar sus estudios y gracias a una continua asistencia divina tuvo la ansiada ordenación sacerdotal. El 20 de Septiembre de 1918, aparecieron visiblemente las llagas de Nuestro Señor en sus manos, pies y costado izquierdo del pecho, haciendo del P. Pío el primer sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia (recuerden que San Francisco no era sacerdote). Grandes multitudes, de todas las nacionalidades pasaron por su confesionario. Las conversiones fueron innumerables.
Diariamente recibía centenares de cartas de fieles, que pedían su consejo iluminado y su dirección espiritual, la cual ha siempre significado un retorno a la serenidad, a la paz espiritual y al coloquio con Dios. Toda su vida no ha sido otra cosa que una continua oración y penitencia, lo cual no impedía que sembrase a su alrededor felicidad y gran alegría entre aquellos que escuchaban sus palabras, que eran llenas de sabiduría o de un extraordinario sentido del humor. El Papa Juan Pablo II lo conoció personalmente en 1947, poco después de su ordenación sacerdotal. El Padre Pío profetizó que aquel joven sacerdote sería un día Papa. El Señor lo llamó a recibir el premio celestial el 23 de Septiembre de 1968. Tenía 81 años.
Durante 4 días su cuerpo fue expuesto ante millares de personas que formaban una enorme columna que no conoció interrupción hasta el momento del funeral, al cual asistieron más de cien mil personas. Millones visitan su tumba en el pueblo de San Giovanni Rotondo, Italia. Entre ellos el Papa Juan Pablo II. El P. Pío está sepultado en la cripta del Santuario de Nuestra Señora de las Gracias, San Giovanni Rotondo.
Los preliminares de su Causa de Beatificación y Canonización se iniciaron en noviembre de 1969. Declarado Venerable el 18 de diciembre de 1997 y Beato, el 2 de mayo de 1999. Declarado Santo el 16 de junio de 2002, en la Plaza de San Pedro en Roma, por S.S. Juan Pablo II. Fechas importante en la vida de San Pío Pietrelcina 25 de mayo, 1887. Nace en Pietrelcina, Benevento, en el sur de Italia. Sus padres, Grazio "Orazio" Mario Forgione (1860-1946), granjero, y María Giuseppa de Nunzio Forgione (1859-1929). 26 de mayo, 1887. Bautizado en la Iglesia de Santa María de los Ángeles. Recibe el nombre de Francesco Forgione. 27 de mayo, 1899. Recibe el Sacramento de la Confirmación. 6 y 22 de enero, 1903.
A los dieciséis años entra al noviciado de Marcone. El 22 de enero es investido con el hábito de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Toma el nombre de Fra Pío (Fra por Fratello/Hermano). 22 de enero, 1904. Terminado el año de noviciado hace la Primera Profesión (profesión temporal) de los Consejos Evangélicos de Pobreza, Castidad y Obediencia. Entra al convento de la provincia monástica y estudia para ordenarse sacerdote. 1907.
Al cumplirse los tres años de los votos temporales hace su profesión perpetua o votos solemnes.. 10 de agosto, 1910. Con férrea voluntad se sobrepone a graves problemas de salud, es ordenando sacerdote en la capilla del Arzobispo de Beneveto, pero los problemas de salud le obligan a residir con su familia, por largos períodos, hasta el 1916. Septiembre, 1910. Recibe los estigmas visiblemente por primera vez, pero por poco tiempo y de forma intermitente.
Ruega a Dios se los quite. Confía el acontecimiento únicamente a su Director Espiritual. Noviembre, 1911. El suceso sobrenatural llega a la atención de sus superiores cuando es observado un día en éxtasis. 28 de julio, 1916. Llega al Convento de San Giovanni Rotondo y permanece allí hasta su muerte. 5 a 7 de agosto, 1918. Transverberación del corazón, le causan heridas visibles en su costado. (La Transverberación del corazón es una experiencia mística de ser traspasado en el corazón, que indica la unión de amor con Dios.) 20 de septiembre, 1918. Mientras reza, luego de la Misa, en el área del coro de la antigua Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias, aparecen los estigmas de forma visible y permanen- te. El fenómeno perdurará por los próximos 50 años.
Comienzan a circular rumores en el pueblo del posible traslado del ¨santo¨ de San Giovanni Rotondo, lo que agita grandemente a la población. 2 de junio, 1922. El Santo Oficio (hoy Congregación para la Doctrina de la Fe) prohíbe apariciones públicas y el acceso del público a Padre Pió. 1924-1931. En varias ocasiones la Santa Sede rechaza que el fenómeno sea de origen sobrenatural. 9 de junio, 1931. (Solemnidad de Corpus Christi). La Santa Sede ordena al Padre Pío desistir de toda actividad salvo la celebración de la Santa Misa, la cual sólo podrá celebrar en privado.
Principios de 1933. El Santo Padre Pío XI ordena al Santo Oficio que de marcha atrás y deje sin efecto la prohibición que pesaba sobre el Padre Pío de celebrar públicamente. Su Santidad Pío XI comenta al respecto: "Nunca sentí mala disposición hacia el Padre Pío, pero sí fui malamente informado." 1934. Las facultades del Padre Pío son restauradas poco a poco. Se le permite confesar primero a hombres (25 de marzo, 1934) y luego confesar a mujeres (12 de mayo, 1934). 23 de septiembre de 1968. Fallece serenamente en su celda a las 2:30 de la madrugada. Murió saludable y sin los estigmas, así como había profetizado en cierta ocasión. Sus últimas palabras: "Gesú e Maria" (Jesús y María). 26 de septiembre, 1968.
El cuerpo del Padre Pío se entierra en una cripta en la Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias. Asisten al funeral más de 100,000 personas.
Fuentes: http://webcatolicodejavier.org/ y http://evangeliodeldia.org/
No podéis servir a Dios y al dinero
Lucas narra la parábola que llamamos del "administrador infiel", pero que tal vez sería mejor llamar del "administrador astuto". Jesús nos señala precisamente la habilidad con la que ha sido capaz de salir del enredo. "Y el amo alabó a aquel administrador inicuo, porque había obrado sagazmente. Y es que los que pertenecen a este mundo son más sagaces con su propia gente que los que pertenecen a la luz" (v. 8). El cálculo sagaz del administrador consiste en el hecho de que, cuando tenga lugar el despido, será recibido en casa de aquellos a quienes ha disminuido la deuda. Ha usado la riqueza que su señor le había confiado para hacerse amigos. El señor, que a buen seguro es Cristo (cf. Le 16,6 y 11, 39), no alaba en absoluto el engaño, sino la astucia con la que "los que pertenecen a este mundo" se muestran más hábiles que los cristianos.
La enseñanza de Jesús es muy clara: los bienes son un obstáculo insuperable para el Reino; los ricos, que no invierten sus bienes en el gran río del Amor, no entrarán en el Reino. Dios y el dinero se oponen de manera frontal, como dos señores entre los que es preciso elegir: "Ningún criado puede servir a dos amos" (v. 13). O sea, no podemos servir a Dios y a este dinero, que Jesús llama "deshonesto" y que personifica en un poder absoluto opuesto al suyo -un poder que forma parte del reino de las tinieblas-. Jesús invita, en cambio, a sus discípulos a prevenir el posible despido dando su dinero en limosnas para ser recibidos "en las moradas eternas" (7,9). Este dinero tan peligroso puede ser convertido. Puede llegar a ser un tesoro para el Reino si es invertido por pura caridad en los hermanos. De este modo, el dinero puede convertirse también en una llave capaz de abrir el Reino. Ahora bien, con una condición: que sea gastado en obras de caridad.
"Ningún criado puede servir a dos amos..., no podéis servir a Dios y al dinero". Se trata de una declaración muy fuerte e incisiva, que pone claramente de manifiesto lo que está en juego. Es preciso saber elegir con precisión entre Dios y el dinero, o sea, entre el Dios del amor y el dios del dinero. El evangelio no subraya la falta de honestidad del administrador, sino la astucia de la que hace gala en la preparación de su futuro.
El Señor nos invita a preparar nuestro futuro y a darle cuentas de su gestión con la entrega de nuestros bienes a los pobres mediante un reparto que sea justo. La riqueza no es algo maldito en sí misma, sino un servicio y un don a los hermanos que el Señor nos da, una voluntad de compartir con ellos. Ahora bien, la riqueza puede ser asimismo un riesgo permanente. Una vez que la sed de riquezas se apodera de nosotros, ya no nos suelta. Tiende a someternos y a hacerse con todo nuestro interés. De este modo, poco a poco, Dios acaba por convertirse en algo secundario o, peor aún, acaba por convertirse en un adversario peligroso que es preciso eliminar absolutamente de nuestra propia vida. Por el contrario, cuanto más se convierte Dios en nuestro único amor, en el único sol de nuestra vida, en el todo de nuestro corazón, tanto más se debilita el amor a la riqueza, hasta desaparecer por completo, como en san Francisco de Asís, para quien Dios se convirtió en el único tesoro para compartir con los hermanos. O -como él mismo decía- en su "caja de caudales celestial".
El Señor nos invita en la liturgia de hoy a practicar un discernimiento de lo que es esencial, de modo que nos desprendamos del dinero o -mejor- separemos el dinero de nosotros mismos para compartirlo como puro don de amor. En realidad, el problema principal no es apartar el dinero de nosotros, sino convertirlo en un valor para el Reino. Se trata de introducir el dinero en la corriente justa a través de la cual se abre la gracia de Dios un camino hasta nuestro corazón. Precisamente al lugar donde el amor de Dios impregna todo lo que constituye nuestra persona y donde, poco a poco, el amor lo invade todo hasta brillar como fuego incandescente de amor. Entonces tiene lugar el milagro: el dinero queda invertido en el Reino de Dios. Ya no hay "riqueza inicua". Ahora, a través del amor a los necesitados, fructificará al ciento por uno.
Esa es la razón de que Pablo insista tanto en la necesidad de la oración: "Deseo, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando las manos limpias de ira y altercados" (1 Tim 2,8). La pureza del corazón, desprendido de todo y orientado a Dios, es necesaria para que nuestra oración sea luz en un mundo plagado de injusticias, en donde el dinero se convierte con frecuencia en una trampa oscura para los hermanos.
Gracias a: Rezando Voy,Santa Clara de Estella y Ciudad Redonda
Tambores de guerra. Artículo.
Hay en este mundo unas cincuenta y seis guerras en curso, con diverso calibre y entidad: desde escaramuzas tribales hasta el riesgo de entrar en una nueva guerra mundial. En no pocas de ellas de entre las menores contiendas, sabemos que poderes ocultos del nuevo orden que quiere regir el mundo con su influencia ideológica, comercial, política y cultural, la razón para declarar el conflicto no es otro que una triste venta de material bélico que se estaba quedando obsoleto y al que había que dar salida.
Luego están las utilizaciones de las guerras desde otros intereses partidistas marcados por la ideología dialéctica de quien subvenciona y apoya, o de quien censura y excluye. No interesa la bandera de la paz, sino la enseña de su causa privada. Hay quienes apoyan dictaduras crueles donde la hambruna, la falta total de libertad, el enrocamiento aislante y absurdo, nutren esa resulta de quienes consienten todo a los “suyos”, mientras niegan todo a los “otros”. Vale cualquier pretexto para organizar por tierra, mar y aire la polémica que distrae y engatusa, la barricada que jalea violentamente, a fin de desviar la atención a otras cuestiones que son las que se quieren propiamente poner a un lado para que la opinión pública y la publicada no hable de otra cosa. Conocemos la estrategia, las cortinas de humo y los ardides de algunas siglas políticas y sus terminales mediáticos preferidos y bien untados con prebendas varias.
Como David frente a Goliat, nos encontramos los cristianos junto a tanta gente de bien que tampoco sabe cómo evolucionará este dislate macabro que se lleva vidas por delante y arrasa el pasado y el presente de los pueblos. Y ante este panorama de dolor y honda preocupación, surge como faro la oración atribuida a San Francisco de Asís, que fue encontrada en el bolsillo de su guerrera en un soldado caído en la Primera Guerra Mundial: “Hazme, Señor, instrumento de tu paz. Que allá donde hay odio, yo ponga el amor. Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón. Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión. Que allá donde hay error, yo ponga la verdad. Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe. Que allá donde hay desesperación, yo ponga la esperanza. Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz. Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría. Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar, ser comprendido, cuanto comprender, ser amado, cuanto amar”. Un canto a la fraternidad.
Rafael Narbona, en su ensayo “Elogio del amor”, trae a colación un texto precioso de Antoine de St.Exupery: “La fraternidad es la casa común de todos los que anhelan calentarse con el calor de otro corazón humano. En esa hoguera, los hombres intercambian ideas y sentimientos sin renunciar a sus convicciones. El que piensa de otro modo es como un viajero que nos relata sus aventuras enriqueciendo nuestras vidas con aspectos desconocidos”. Precioso apunte que contrasta con las guerras declaradas en este momento crucial de la historia. El Papa León nos invita a rezar por la paz pensando especialmente en los escenarios de Gaza, Ucrania y Sudán: “la guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado”. Es la paz de Dios que nutre la esperanza cristiana, la que deseamos para toda la humanidad. + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm Arzobispo de Oviedo. Cartas semanales.