Este fragmento del evangelio de Lucas contiene dos parábolas (w. 28-30 y 31ss) y tres máximas fundamentales de la sabiduría cristiana (w. 26.27.33). La verdadera sabiduría, la que nos enseña Jesús en el evangelio, consiste en abandonarlo todo, en prescindir de todo, en despojarnos de todo, en llegar a ser por fin libres, para seguir a Jesús y sumergirnos en el océano del Amor. El don de la sabiduría consiste precisamente en seguir a Jesús, a nadie más que a él. Las parábolas nos enseñan, en efecto, que la sabiduría del cristiano consiste en ir a Jesús "renunciando a todo lo que tiene", como sugiere Lucas: "Si alguno quiere venir conmigo y no está dispuesto a renunciar a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío" (v. 25). Esto es lo que se exige para seguir a Jesús. Jesús exige para él, por ser el Hijo de Dios, "todo el corazón, todas las fuerzas". Nada puede oponerse a este amor. Jesús quiere ser amado como el único amor, como la única riqueza y el único proyecto que llena el corazón. Quien no "renuncia a todo lo que tiene" (v. 33) no puede pretender ser discípulo suyo. Está incluido aquí todo lo que podamos poseer: no sólo los bienes materiales, sino también las relaciones con otras personas, como los parientes más próximos. En el fondo, la sabiduría cristiana está toda aquí: desvincularnos de todo lo que nos aleja o nos separa dé Dios, para llegar a vivir nuestra vocación de discípulos.
Las parábolas nos enseñan en última instancia que, para seguir- a Jesús, es menester tener la sagacidad de los hombres de este mundo. El que construye una casa se pregunta antes de empezar las obras si le van a salir las cuentas. Igualmente, el rey que se compromete en una batalla calcula bien si podrá hacer frente al enemigo con los medios de que dispone. Jesús extrae de estos ejemplos la siguiente conclusión: "Del mismo modo, aquel de vosotros que no renuncia a todo lo que tiene no puede ser discípulo mío" (v. 33). Seguir a Jesús es una empresa dura. Es menester reflexionar antes, con seriedad, si estamos dispuestos a renunciar a todos los bienes para construir el edificio cristiano, y a combatir únicamente con la sabiduría divina y no con nuestra propia astucia. Por otra parte, Jesús nos pide que realicemos esta reflexión en silencio.
Debemos preguntarnos si estamos dispuestos verdaderamente a abandonar todo y a esperar, con buen ánimo, toda la fuerza únicamente de Dios, dejando que sea él quien disponga de toda nuestra vida/Abandonar no significa huir a un desierto, sino, simplemente, soltar los dedos aferrados a cualquier cosa que considero una "pertenencia", para ofrecerle todo al Señor.
Gracias a: Rezando Voy,Santa Clara de Estella y Ciudad Redonda
