Conviene que uno muera por el pueblo y que no perezca la nación entera. Calendario de Cuaresma (día 39de40)

 

Calendario de Cuaresma. Sábado 23/3 (día 39de40)

Lecturas de hoy / Comentario

Via Crucis. Meditaciones de San John Henry Newman.

Después del "signo" de la resurrección de Lázaro, las autoridades judías están ya decididas a matar a Jesús, considerado un hombre peligroso. Si continúa haciendo milagros, ciertamente la muchedumbre, que ya había querido proclamarlo rey, lo declarará libertador de la nación, suscitando el furor de los romanos. Consiguientemente el templo podría ser destruido. Hay que evitar de cualquier modo este peligro.
La decisión muestra la ceguera total de los jefes respecto a Jesús. Desde la primera pascua Jesús había anunciado ser el nuevo templo, punto de convergencia de Israel y de toda la humanidad, pero no comprendieron sus palabras. Entonces intervino Caifás con su propia autoridad. Ya no le acusa de blasfemia, ni la ilegalidad de los actos de Jesús constituye el tema de su discurso; de su boca salen palabras dichas por "razón de Estado", dictadas por interés político. El individuo debe ser sacrificado "por" el bien común. Y con estas palabras, sin querer, se convierte en profeta.
Ciertamente, la misión de Jesús consiste en reunir a los hijos dispersos y formar con todos un único pueblo nuevo, en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y esto acontece porque él da la vida "por" los hombres. De este modo, en el plano histórico el sanedrín decide la muerte de Jesús, pero en realidad -y Juan se desplaza al plano teológico- el Padre está llevando a cabo su designio de salvación gracias a la adhesión filial de Cristo a su obra. 
MEDITATIO: El Concilio Vaticano II nos dice: "Los obispos, como sucesores de los apóstoles, reciben del Señor... la misión de enseñar a todos los pueblos y de predicar el Evangelio a todo el mundo, para que todos los hombres, por la fe, el bautismo y el cumplimiento de los mandamientos, consigan la salvación" {Lumen gentium, 24).
Y el Catecismo de la Iglesia en los nn. 858-859, nos recuerda que Jesús es el enviado del Padre. Desde el comienzo de su ministerio designó "a doce, a los que llamó apóstoles, para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar" (Me 3,13-14). Desde entonces, serán sus "enviados" [esto es lo que significa la palabra griega apostoloi]. En ellos continúa la propia misión de Jesucristo: "Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros" (Jn 20,21; cf. 13,20; 17,18). Por tanto, su ministerio es la continuación de la misión de Cristo: "El que os recibe a vosotros, me recibe a mí", dice a los doce apóstoles (Mt 10,40; cf. Le 10,16).
        Jesús asocia a sus discípulos a su propia misión, recibida del Padre. Y como "el Hijo no puede hacer nada por su cuenta(Jn 5,19.30), sino que todo lo recibe del Padre que le ha enviado, también aquellos a quienes Jesús envía no pueden hacer nada sin él {cf. Jn 15,5), de quien reciben el encargo de la misión y el poder para cumplirla. Los apóstoles de Cristo saben, por tanto, que están calificados por Dios como "ministros de una nueva alianza" (2 Cor 3,6), "ministros de Dios" (2 Cor 6,4), "embajadores de Cristo" (2 Cor 5,20), "servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios(1 Cor 4,1). Gracias a: Santa Clara de Estella y Ciudad Redonda