San Martín de Porres (dominicos.org)
San Martín de Porres: El buen religioso
Secretariado San Martín de Porres
La espiritualidad de San Martín de Porres
a partir de las fuentes documentales (libro completo PDF)
La espiritualidad de San Martín de Porres 1ª parte (Vídeo YouTube)
La espiritualidad de San Martín de Porres 2ª parte (Vídeo YouTube)
San Martín de
Porres nació en Lima el año 1579. Era hijo de un hidalgo español, D. Juan de
Porres, y de una muchacha mulata, Ana Velázquez. Martín fue bautizado en la
iglesia de San Sebastián, en la misma pila bautismal en que siete años más
tarde lo sería Santa Rosa de Lima.
Desde niño fue Martín
muy generoso con los pobres, a los que daba parte del dinero cuando iba de
compras. Su madre lo llevaba con frecuencia al templo. Su padre, gobernador de
Panamá, le procuró una buena educación.
Martín aprendió el
oficio de barbero, que incluía el de cirujano y la medicina general. Cumplía
bien su oficio, sobre todo en favor de los pobres, y aprovechaba la ocasión
para hablarles de Dios, y era tal su bondad que conmovía a todos. Por el día
trabajaba. Por la noche se dedicaba a la oración.
A los quince años
entró como terciario dominico en el convento del Rosario de Lima. Allí fue
feliz, sirviendo con humildad y caridad a los de dentro y a los de fuera.
Convirtió el convento en un hospital. Recogía enfermos y heridos por las
calles, los cargaba sobre sus hombros y los acostaba en su propia cama. Los
cuidaba y mimaba como una madre. Algunos religiosos protestaron, pues infringía
la clausura y la paz. La caridad está por encima de la clausura, contestaba
Martín. Sus rudimentarias medicinas, y más aún sus manos, obraban curaciones y
milagros. Su caridad se extendía a los pobres animalitos que encontraba
hambrientos y heridos.
Había muchos vagabundos
por Lima. Buscó dinero y fundó el Asilo de Santa Cruz para niños y niñas. Allí
les cuidaba y enseñaba una profesión.
Sus devociones
preferidas eran: Cristo Crucificado, y en recuerdo de los sufrimientos de
Cristo en la Cruz se daba tres disciplinas diarias. Jesús Sacramentado, y
pasaba horas ante el Santísimo con frecuentes éxtasis. La Virgen María -sobre
todo bajo la advocación del Rosario- con la que conversaba amorosamente. Y el
ángel de la guarda, al que acudía con mucha frecuencia. Luchaba tenazmente
contra el sueño en la oración.
Cuando la viruela
empezó a causar estragos en Lima, la actividad y los cuidados de Martín se
multiplicaron. A todas partes llevaba consuelo y remedio. Se cuenta que gozó
del privilegio de la multilocación (estar en varios lugares a la vez), pues le
veían curando y consolando simultáneamente en varios sitios. Todos acudían a
él. Todos le tenían por santo. Era el ángel de Lima.
Aquel esfuerzo
sobrehumano llegó a debilitarle peligrosamente. Cayó enfermo. Él sabia que no saldría
de aquella enfermedad. Sufrió entonces muchos ataques del demonio, pero sintió
el consuelo y compañía de la Virgen.
Cuando vio que se
acercaba el momento feliz de ir de gozar de Dios, pidió a los religiosos que le
rodeaban que entonasen el Credo. Mientras lo cantaban, entregó su alma a Dios.
Era el 3 de noviembre de 1639.
Su muerte causó
profunda conmoción en la ciudad. Había sido el hermano y enfermero de todos,
singularmente de los más pobres. Todos se disputaban por conseguir alguna
reliquia. Toda la ciudad le dio el último adiós.
Su culto se ha
extendido prodigiosamente. Gregorio XVI lo declaró Beato el 1837. Fue
canonizado por Juan XXIII en 1962. Recordaba el Papa, en la homilía de la
canonización, las devociones en que se había distinguido el nuevo Santo: su
profunda humildad que le hacía considerar a todos superiores a él, su celo
apostólico, y sus continuos desvelos por atender a enfermos y necesitados, lo
que le valió, por parte de todo el pueblo, el hermoso apelativo de "Martín
de la caridad". Fuente