El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.



Domingo 31º del Tiempo Ordinario

Textos

Audio

Lecturas

El mayor entre vosotros será vuestro servidor

Comentario



Las palabras de Malaquías a los levitas del templo también son validas para nosotros: funcionan como espuelas, para que todo ministerio en la Iglesia persiga la realización de una vida eclesial según el proyecto divino, que quiere una comunidad realmente fraterna, caracterizada por relaciones no dominadas por la lógica del poder, de la gloria y del aparentan sino de la entrega y la búsqueda amorosa de la voluntad de Dios. Purificarnos de esta lógica mundana es renunciar —como nos enseńa el Evangelio— al amor desordenado, que es la raíz de la incoherencia entre palabras y obras, de la dureza y severidad con el prójimo y del culto obsesivo por destacar y ser distinguido públicamente.

Como discípulos de Jesús, el único Maestro, e hijos del único Padre, estamos llamados a llevar un estilo de vida coherente y a vigilar la autenticidad de nuestras relaciones con Dios y los otros. El servicio, la humildad y la gratitud nacen de la conciencia de haber sido engendrados a una vida nueva por el amor del único Padre celeste; sólo con estas actitudes interiores evitaremos comportamientos arrogantes, teatrales e irrespetuosos con los mas débiles, que ofuscan enormemente la percepción del único origen y de la misma dignidad de todos los miembros de la Iglesia en cuanto hijos del Padre. Si conseguimos ser humildes discípulos, ofreceremos un testimonio auténtico. Y, quizá, otros descubran en ese testimonio la paternidad de Dios y la vida de Cristo. Como antídoto contra la hipocresía nos servirán las palabras de Jesús sobre el estilo humilde y el servicio desinteresado requerido al discípulo: <<El mayor de vosotros será el que sirva a los demás. Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzadoť (Mt 23,11ss).

Un ejemplo a imitar es Pablo, patente en la primera Carta a los Tesalonicenses, con su apostolado, generoso y exento de intereses personales, preocupado por anunciar con toda franqueza el Evangelio que conduce a la vida nueva.