Santa Cecilia. 22 de noviembre. Patrona de la música, los poetas y los ciegos.

 

Cecilia es una de las siete mártires mencionadas en Canon romano, a quien está dedicada una basílica en el Trastévere de Roma desde el siglo V, que aún subsiste en el de hoy con varias reformas desde entonces. Su culto se difundió ampliamente a partir de la Passio (relato de su martirio), del siglo VI, en la que es exaltada como modelo de la virgen cristiana. Sólo más tarde, en el siglo XV, se le atribuye su papel de inspiradora y patrona de la música y del canto sacro.[…]

Si nos atenemos a la tardía Pasión, Cecilia, de la rica y noble familia de los Cecilios, acudía diariamente a la misa que celebraba el papa Urbano en las catacumbas de San Calixto de la vía Apia, acaso propiedad de dicha familia, que generosamente la había cedido para sepultura de los cristianos, y donde la esperaba una multitud de pobres, que conocían su generosidad.

Dada como esposa a Valeriano, Cecilia, en la noche de bodas, mientras sonaba un órgano, cantaba en su corazón «sólo para el Señor (he aquí el origen de su patronazgo de la música sacra). […]

Avanzada la noche de bodas, la joven Cecilia le dijo a Valeriano: «Ninguna mano profana puede tocarme, porque un ángel me protege. Si me respetas, él te amará como me ama a mí». Al contrariado esposo no le quedó más remedio que aceptar el consejo de Cecilia, se hizo instruir en la fe cristiana y se hizo bautizar por el papa Urbano y así pudo compartir el ideal de pureza de su esposa, recibiendo en recompensa su misma gloriosa suerte: la palma del martirio en el que participó incluso un hermano de Valeriano, llamado Tiburcio, que desde su conversión se dedicaron a la piadosa labor de enterrar a los muertos cristianos. Pronto fueron arrestados, procesados y condenados a morir decapitados. […]

El papa Pascual I (817-824) trasladó sus reliquias desde el cementerio de Calixto a la basílica de la que Cecilia era titular en el Trastévere, y en la que un mosaico recordaba su noche de bodas con Valerio.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director), Fuente: Dominicos.org
Colección Nuevo Año Cristiano de EDIBESA.

El secreto del Sí sostenido

Si en la lectura del primer libro de los Macabeos hablábamos de aquello o aquellos por quienes estoy dispuesto incluso a dar la vida. En el relato del evangelio de Lucas, la tan conocida parábola del reparto de dinero a los administradores (aquí expresados en minas, moneda que equivale al importe de cien jornadas de trabajo) mientras el señor va a estar en viaje a un país lejano donde le darán el título de rey.

El relato no tiene desperdicio en ninguno de sus detalles. Pero lo que le da todo su sentido es el momento en el que Lucas lo sitúa: Jesús va camino de Galilea a Jerusalén y está próximo a llegar. La expectativa de sus seguidores es máxima ¿llegará el Reino de Dios, triunfará Jesús como mesías, salvador, rey? Es la misma pregunta que se hacen los primeros cristianos ¿está pronta la venida definitiva del Señor?, ¿cuánto hemos de esperar?, ¿qué hacer mientras tanto? Todos tenemos la tendencia a querer respuestas y la vida se nos va revelando más como un montón de preguntas que de certezas o soluciones definitivas. ¿Cuál es la clave de esa espera, qué me toca hacer a mí, concretamente?

Hoy celebramos la memoria de Santa Cecilia, mártir del siglo VI y patrona de la música. En honor a ella quisiera “leer” esta parábola en clave musical.  Jesús nos habla de “producir”, dar rendimiento a todo lo que nos ha dado, que es el don de la fe y el mandato de anunciarlo, vivir el mandamiento del amor y crear fraternidad. El secreto está en cómo mantener ese Sí que le hemos dado a Dios, como creyentes, de una forma permanente en el tiempo, que nuestro sí sea un si sostenido. En música, la nota sí no puede ser alterada con un “sostenido (cuyo efecto es subir medio tono), porque dejaría de ser si y ya sería do. Es un buen ejemplo para significar que nuestro Si ha de convertirse, con la fidelidad del día a día, en Don, un don para todos, para Dios, para el Reino.

¿Cuál es la clave de esa espera, qué me toca hacer a mí, concretamente? Simplemente, ser don, darse todos y cada uno de los días de tu vida. Quizás algún día te llegue el momento de darte totalmente por ser coherente con tu fe, pero lo que siempre tendremos es el don de cada día, cada opción y decisión, cada gesto, palabra y momento vivido, desde el Evangelio. De eso nos pedirá cuentas el Señor.

Hna. Águeda Mariño  Rico O.P.