Fiesta de los Beatos Mártires de Barbastro. 13 de agosto.

Un Dios Prohibido. Película completa.

Celebramos el 13 de agosto, la fiesta de los Beatos Mártires de Barbastro: 51 sacerdotes, hermanos y novicios claretianos asesinados en agosto de 1936 por militantes de la CNT. El 88% del clero de la diócesis de Barbastro fue martirizado, incluidos 39 seminaristas.

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El 20 de julio de 1936, durante la Guerra Civil española, unos sesenta milicianos irrumpieron armados en el seminario de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (o Claretianos) de Barbastro. Querían requisar las armas que había en él. Naturalmente en el Seminario no había armas. Era la excusa.

Capturaron y encarcelaron a toda la comunidad misionera y, sin juicio previo, la condenaron a muerte por la única razón de que sus miembros eran religiosos. Quienes presenciaron la detención cuentan que, en la calle, se vivió una mezcla de emociones: “Muchos insultaban y amenazaban a los Misioneros, que caminaban pacíficamente, sin un mal gesto, sin una mala palabra, con la mirada serena y fija en el suelo. Pero bastantes se compadecieron de aquellos jóvenes, diciendo 'son tan jóvenes...'”. Así lo contaban los más ancianos del lugar.

Consiguieron sacar del Seminario el Santísimo, en un pequeño maletín, y consiguen comulgar durante el día, gracias al cocinero A diario, este preparaba el desayuno y ponía entre el pan y el chocolate, trocitos de la Sagrada Forma, hasta que se terminaron. Y algunos se guardaban ese trocito, se ponían de acuerdo entre ellos, para luego poder hacer adoración. ¿Dónde está la fuerza del cristiano? en Jesús, en la Eucaristía.

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Gracias a los italianos Atilio-Cecilio Parussini, natural de Rosario (Argentina), de 22 años y a Pablo Hall, natural de Cuatraché, (Pampa, Argentina), de 25 años que al ser extranjeros pudieron salvarse, pusieron a salvo objetos personales de los mártires y la llamada Carta de despedida de los seminaristas a la Congregación que escribió Faustino Pérez fechada el 13 de agosto de 1936 en un envoltorio de chocolate:

“Querida Congregación. Anteayer, día 11, murieron, con la generosidad con que mueren los mártires, 6 de nuestros hermanos; hoy, 13, han alcanzado la palma de la victoria 20, y mañana, 14, esperamos morir los 21 restantes. ¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios! ¡Y qué nobles y heroicos se están mostrando tus hijos, Congregación querida! Pasamos el día animándonos para el martirio y rezando por nuestros enemigos y por nuestro querido Instituto; cuando llega el momento de designar las víctimas hay en todos serenidad santa y ansia de oír el nombre para adelantarse y ponerse en las filas de los elegidos; esperamos el momento con generosa impaciencia, y cuando ha llegado, hemos visto a unos besar los cordeles con que les ataban, y a otros dirigir palabras de perdón a la turba armada; cuando van en el camión hacia el cementerio, les oímos gritar ¡Viva Cristo Rey! El populacho responde ¡Muera! ¡Muera! Pero nada los intimida. ¡SON TUS HIJOS, CONGREGACIÓN QUERIDA, estos que entre pistolas y fusiles se atreven a gritar serenos cuando van a la muerte VIVA CRISTO REY! Mañana iremos los restantes y ya tenemos la consigna de aclamar, aunque suenen los disparos, al Corazón de nuestra Madre, a Cristo Rey, a la Iglesia Católica y a Ti, MADRE COMÚN DE TODOS NOSOTROS. Me dicen mis compañeros que yo inicie los vivas y que ellos responderán. Yo gritaré con toda la fuerza de mis pulmones, y en nuestros clamores entusiastas adivina tú, Congregación querida, el amor que te tenemos, pues te llevamos en nuestros recuerdos hasta estas regiones de dolor y muerte. Morimos todos contentos sin que nadie sienta desmayos ni pesares; morimos todos rogando a Dios que la sangre que caiga de nuestras heridas no sea sangre vengadora, sino sangre que entrando roja y viva por tus venas, estimule su desarrollo y expansión por todo el mundo. ¡Adiós, querida Congregación! Tus hijos, mártires de Barbastro, te saludan desde la prisión y te ofrecen sus dolorosas angustias en holocausto expiatorio por nuestras deficiencias y en testimonio de nuestro amor fiel, generoso y perpetuo. Los mártires de mañana, 14, recuerdan que mueren en vísperas de la Asunción; ¡y qué recuerdo éste! Morimos por llevar la sotana y morimos precisamente en el mismo día en que nos la impusieron. Los mártires de Barbastro, y en nombre de todos, el último y el más indigno, Faustino Pérez, cmf. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Corazón de María! ¡Viva la Congregación! Adiós, querido Instituto. Vamos al cielo a rogar por ti. ¡Adiós! ¡Adiós!”.

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Les ofrecieron la libertad a cambio de renunciar a su fe. Todos prefirieron permanecer fieles aun sabiendo que esta elección les costaría la vida. Un hombre, que estaba de guardia, se acercó a un seminarista, Salvador Pigen. Le conocía desde que trabajó en el Hotel Centro de Gerona, donde trabajaban unos familiares de Salvador. El guardia le propuso sacarlo por la noche, y salvarlo del fusilamiento, relató el sacerdote. Salvador le contestó “si me salvas con los demás, acepto". A Manuel Torras le pasó lo mismo. Un miliciano, del mismo pueblo, incluso de la misma calle, le reconoce y le intentó sacar por la noche. Manuel respondió "Si es con todos, sí". Miguel Massip, que tampoco aceptó la propuesta si no era liberado junto a sus compañeros. Los seminaristas claretianos declinaron la oferta. Respondieron "o salen todos, o no hay nada que hacer. No podemos abandonar a nuestros compañeros".

A pesar del sufrimiento que padecieron, los Mártires vivieron aquellos días con alegría y compañerismo. Nunca perdieron la sonrisa durante su cautiverio, aunque vivieron momentos muy tensos en la cárcel. En el ambiente había muchos gritos, pues la gente se asomaba por las ventanas, insultando y burlándose de los seminaristas.

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Antes de ser ejecutados, intentaron que los 41 jóvenes seminaristas claretianos apostataran de la Iglesia, para hacerles «disfrutar de los goces de la vida», introdujeron prostitutas en la improvisada cárcel en la que permanecieron una semana. Ninguno lo hizo.

Todos murieron de rodillas, gritando “¡Viva Cristo Rey!" y perdonando a sus verdugos. Fueron beatificados en 1992 por San Juan Pablo II. En palabras de San Juan Pablo II murieron "por ser discípulos de Cristo, por no querer renegar de su fe y de sus votos religiosos".

Los Mártires de Barbastro se llamaban: Felipe de Jesús Munárriz Juan Díaz Nosti Leoncio Pérez (los tres 3 superiores del Seminario) Sebastián Calvo Pedro Cunill José Pavón Nicasio Sierra Wenceslao Claris Gregorio Chirivás Secundino Ortega Juan Echarri Javier Luis Bandrés Pedro García José Brengaret Hilario Llorente Manuel Buil Alfonso Miquel Antolín María Calvo Ramón Novich Tomás Capdevila José María Ormo Esteban Casadevall Salvador Pigen Eusebio Codina Teodoro Ruiz de Larrinaga Juan Codinachs Juan Sánchez Antonio Dalmau Manuel Torras Luis Masferrer Francisco Castán José María Amorós Luis Escalé José María Badía José Figuero Juan Baixeras Ramón Illa José María Blasco Eduardo Ripoll Luis Lladó Francisco Roura Miguel Massip José María Ros Manuel Martínez Jarauta Alfonso Sorribes Faustino Pérez Agustín Viela Sebastián Riera Rafael Briega Morales Jaime Falgarona Atanasio Vidaurreta. Fuente: Universitarios Católicos